Cosechan electricidad de las bacterias

Estudiantes de tres escuelas técnicas porteñas junto con el Instituto de Investigación en Ciencia y Tecnología de Materiales de Mar del Plata y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires construyen pilas biológicas que pueden abastecer una calculadora o, en un futuro cercano, sensores para proteger el medio ambiente.

17 de noviembre de 2008

A orillas del Río de la Plata, estudiantes porteños de tres escuelas técnicas buscan barro para volcar en un recipiente, luego le agregan agua, y con dos minas de lápiz negro conectadas por un cable eléctrico logran producir energía que podrá abastecer una calculadora o un pequeño motor. Ellos forman parte del proyecto “Cosechando electricidad de las bacterias”, del que también participan el Instituto de Investigación en Ciencia y Tecnología de Materiales de Mar del Plata y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).

“El objetivo es desarrollar prototipos de celdas de combustible microbianas (pilas biológicas) a partir del lodo del Río de la Plata. Cosechamos parte de la electricidad que producen las bacterias al consumir la materia orgánica del lodo, en verdad se las robamos, para alimentar pequeños aparatos de baja potencia, que es lo alcanzado hasta ahora por el mundo científico”, relata el doctor Eduardo Cortón del departamento de Química Biológica de FCEN-UBA, coordinador general de este proyecto.

El experimento comienza con un día de campaña a la ribera, una gaseosa y una palita para excavar unos diez centímetros hasta dar con lodo bien negro cargado de materia orgánica en la que bacterias trabajan a sus anchas. Una pequeña muestra de este barro se vuelca en el envase vacío de la bebida y se le agrega agua del río. Dos minas de lápiz negro o grafito, una se entierra en el lodo y la otra se sumerge en el líquido. Ambas están conectadas a un cable eléctrico, que conduce la energía producida a un aparato que mide sus características eléctricas (tester o multímetro). “En cuestión de horas se puede registrar en el tester el aumento de potencial eléctrico. Cuando los alumnos observan que la aguja del medidor se mueve, quedan impactados”, describe el investigador del CONICET desde el Laboratorio de Biosensores y Bioanálisis de la Ciudad Universitaria.

Los que generan energía son chicos del secundario de las escuelas de Educación Técnica N° 2 “Osvaldo Magnasco”, N° 3 “M. Sánchez de Thompson” y Nº 32 “Gral. José de San Martín”. Hacer, probar, experimentar, y en especial “investigar una nueva tecnología con materiales fácilmente adquiribles en nuestro país, y de esta forma no estar tan alejados de las novedades del mundo científico”, resalta entre los logros el maestro Alejandro Rodríguez, impulsor de la iniciativa y coordinador del Club de Ciencias Cóndor, participante también de este proyecto que es financiado por la Fundación YPF.

A producir energía

En el laboratorio, esta pila biológica puede abastecer de electricidad por unos meses, y cada tanto se debe renovar el lodo para que las bacterias tengan nueva materia orgánica para degradar. Esto no es necesario si el sistema se usa directamente en la naturaleza. “Se está ensayando -destaca- enterrar grafitos o electrodos en el lodo del mar, mientras que otros electrodos se encuentran en el agua, produciendo electricidad para alimentar sensores que miden propiedades del agua, datos que luego son trasmitidos Wi-Fi a los investigadores”.

Para otros usos estas celdas de combustible microbianas ya están funcionando en el mundo. “La Marina de Estados Unidos que incentiva estos estudios, los emplea para alimentar a sensores enterrados en el océano para detectar terremotos o submarinos”, ejemplifica el científico a la vez que señala: “También se puede usar para purificar desechos cloacales y producir electricidad. Cálculos realizados por Lars Angenent, profesor en el Departamento de Ingeniería Química, en Washington University, St. Louis, establecen que el tratamiento de toda el agua cloacal producida en Estados Unidos consume el 1,5% de la energía eléctrica de ese país; la utilización de celdas de combustible microbianas permitiría producir esa electricidad al mismo tiempo que se depuran los líquidos cloacales”, señala.

Volviendo a nuestro país, el proyecto no sólo cosecha electricidad del lodo sino también la obtienen al cultivar microorganismos, como levadura de panadería. “Estamos trabajando en una serie de diez celdas microbianas para tener más potencia que permita alimentar a pequeños ventiladores o luces de baja potencia”, indica y enseguida agrega: “En otra línea de investigación, queremos utilizar estos sistemas no tanto para producir energía, sino como sensores o detectores de la calidad del agua. Si las bacterias están en un medio contaminado, la producción de energía eléctrica es menor.”

El proyecto que llevará seis meses más de experimentación concluirá con la elaboración de un kit educativo para que la experiencia se multiplique en otras escuelas. “Se busca armar una caja que contenga un manual para el profesor, otro para el alumno, y los materiales que no son fáciles de conseguir en el mercado para realizar los experimentos. La idea es motivar y aunar contenidos que en general están muy dispersos. Cada profesor habla de su pedacito y no se suele integrar contenidos provenientes de las áreas de la biología, química, física, electrónica o computación”, concluye.

Fuente: Publicado en La Nación el 17/11/2008

Cecilia Draghi