
Alerta amarilla
Autoridades de Salud confirmaron que, luego de más de 40 años, una persona falleció en Argentina afectada por fiebre amarilla. ¿Puede producirse una epidemia en los centros urbanos? ¿Resulta necesario vacunarse? ¿Se puede controlar al mosquito transmisor del mal? Un especialista de la facultad brinda algunos elementos para mantenerse atento sin entrar en pánico.
El Ministerio de Salud Pública de Misiones confirmó el primer caso mortal de fiebre amarilla. Se trata de un trabajador rural de San Vicente, un área selvática del centro de esa provincia. Las autoridades revelaron también que existen otros cinco casos confirmados en Misiones y aseguraron que todos ellos corresponden a personas que circularon por zonas de riesgo, donde habían aparecido 17 monos muertos por ese mal. Este último dato resulta fundamental para el análisis de la situación.
La fiebre amarilla es una enfermedad infecciosa aguda de origen viral que, en el continente americano, presenta dos ciclos. “Hay un ciclo que se llama selvático, en el que interviene alguna especie de monos como reservorios y, como vectores, mosquitos del género Haemagogus o Sabethes, que viven en las selvas tropicales. Este es un ciclo natural, y es habitual que, en las zonas cálidas y húmedas de Sudamérica, cada tanto se produzca algún brote entre la población de monos”, explica Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Investigación de Mosquitos de la Facultad.
El segundo es el llamado ciclo urbano que cuenta con otros protagonistas. Allí hace su aparición el ser humano. El desembarco del virus en el hombre se produce habitualmente cuando una persona, por su actividad laboral, ingresa a la selva y es picado por un mosquito que previamente se alimentó con la sangre de un mono enfermo. “Si una persona infectada llega a una ciudad donde existe una población importante del mosquito Aedes aegypti, que es el vector del ciclo urbano, entonces se corre el riesgo de que se produzca una epidemia. Si eso ocurre, los infectados son muchos, porque cuando el sistema de salud detecta el brote, ya es tarde. Es como si se prendiera fuego una estación de servicio”, se preocupa Schweigmann.
La buena noticia es que, por el momento, todos los casos detectados en Argentina corresponden al ciclo selvático. Lo mismo ocurre en Paraguay, donde se han reportado un total de 24 casos, con ocho muertos y otros diez que presentan los síntomas pero todavía no están confirmados. Aunque en ese país comienza a haber algunas dudas y la preocupación es cada vez mayor.
Con el objeto de evitar el avance de la enfermedad, las autoridades lanzaron una campaña de vacunación masiva de la población de Misiones, Corrientes y Formosa. Al mismo tiempo, el temor llevó a muchos porteños a hacer largas colas para aplicarse la vacuna, aunque no se dirigieran a zonas de riesgo. Antes de tomar esa decisión se debe tener en cuenta que vacunarse también encierra cierto peligro.
“La vacuna para la fiebre amarilla es bastante vieja, tiene más de sesenta años – se explaya Schweigmann-. Es importante saber que introduce, aunque atenuado, el virus en el cuerpo. Esto puede provocar variados trastornos. Hay casos registrados de personas que murieron por la vacuna. Lo que quiero decir es que hay situaciones en las que es más riesgoso vacunarse que no hacerlo. Por ejemplo, si uno vive en Buenos Aires donde la enfermedad no está”.
La vacuna tiene una validez de diez años y comienza a tener efecto a los diez días de ser aplicada. No se recomienda para menores de un año, mujeres embarazadas y personas mayores con problemas en el sistema inmunológico. En Brasil el temor llevó a mucha gente a vacunarse dos veces en menos de diez años, lo que genera una sobredosis que puede derivar en fiebre, dolores de cabeza, vómitos, debilitamiento de los músculos y problemas neurológicos.
Ahora bien, ¿la enfermedad puede avanzar y provocar una epidemia en Buenos Aires? “La posibilidad existe, pero no es alta – aclara Schweigmann-. Tienen que darse una serie de condiciones. En principio tiene que llegar una persona infectada a una zona donde haya Aedes aegypti. Además la persona debe ser picada justo durante el período de viremia, que es corto, entre 3 y 7 días. Por otro lado los Aedes no se encuentran en toda la ciudad. El problema es que el período virémico se da mientras la persona incuba la enfermedad. Entonces, infecta al mosquito y recién después se entera de que tiene fiebre amarilla. Por eso cuando el sistema de salud se entera ya es tarde”.
Frente a este panorama la acción más efectiva que puede llevarse a cabo es desarrollar un programa que apunte a controlar al mosquito, pero eso no se logra simplemente fumigando con insecticidas. Lo que hay que lograr es modificar el ambiente que necesita para reproducirse. Uno en general se acuerda de los mosquitos en verano, cuando los ve. Pero entre mayo y octubre, hay un gigantesco banco de huevos en la ciudad repartidos en innumerables recipientes con agua, dentro de las casas, en baldíos, depósitos de chatarra, etc. Para hacer prevención con la población hay que lograr que durante el invierno se eliminen todos esos recipientes donde se acumula agua. De esta manera se estaría provocando una gran mortalidad sobre el banco de huevos. Si se hiciera esto de manera eficiente y sostenida, la población de mosquitos iría disminuyendo hasta lograr su erradicación. Claro que eso implica que lo haga toda la gente. Puede ser algo utópico, pero creo que hay que intentarlo”, concluyó esperanzado.
Fuente: El Cable Nro. 678