
Una Reforma, cuatro miradas
Con motivo del 90mo. aniversario de la Reforma Universitaria, el Programa de Historia de la Facultad organizó un debate en el que cuatro especialistas, de distintas disciplinas, expusieron sus diferentes puntos de vista sobre el acontecimiento. El encuentro sirvió también de presentación de una edición especial que La Ménsula le dedicó al tema.
El lunes 25 de agosto, unas cincuenta personas se reunieron en el aula 5 del Pabellón II para participar de la charla convocada bajo el lema “De la democracia universitaria al cambio social”. El objetivo era escuchar diferentes análisis sobre la Reforma Universitaria y sus proyecciones sobre la sociedad, en Argentina y en América Latina.
“Hace 90 años, un grupo de estudiantes de la Universidad de Córdoba ponían en marcha un proceso destinado a cambiar para siempre la vida en las universidades nacionales”, abrió Carlos Borches, miembro del Programa de Historia y moderador del encuentro, quien presentó a los invitados: Pablo Buchbinder, historiador; Hugo Biagini, filósofo y Pablo Bonavena, sociólogo.
Borches realizó una rápida recorrida caracterizando el marco histórico en el cual se desarrolló la reforma: “la crisis relacionada con la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la Revolución Mexicana aparecen explícita o implícitamente en los textos reformistas potenciando los anhelos de cambio de la juventud”.
En el marco universitario, el expositor recordó que en 1918 regía sobre el funcionamiento de las universidades nacionales la Ley Avellaneda, “un instrumento surgido para regular la forma de gobierno y designación de los profesores. En primer término, establecía que el centro de gobierno de las universidades estaba en las academias, órganos formados por miembros vitalicios y cooptados, donde los profesores estaban en minoría frente a otros miembros reclutados entre personalidades relevantes de la sociedad pero ajenas a la universidad. En tanto que, en relación con el reclutamiento de profesores, era el Presidente de la Nación quien tenía la atribución de sus designaciones”, comentó Borches.
En 1906, la Universidad de Buenos Aires, con el apoyo del Poder Ejecutivo Nacional, modificó los Estatutos creando consejos directivos y superiores íntegramente formados por profesores. “Los cambios reflejaron las demandas de profesores y estudiantes, que comenzaban a organizarse en centros y fundaron, en 1906, la Federación de Estudiantes de Buenos Aires”, recordó.
Acompañado por fotografías del Fondo Archivo Histórico de la FCEyN, que gestiona la Biblioteca Central con la colaboración del Programa de Historia, Borches ilustró el fuerte contenido anticlerical que caracterizaron a las protestas estudiantiles de 1918 “nacidas a partir de un reclamo puntual y académico que la férrea resistencia de las autoridades cordobesas transformaron en un conflicto nacional”.
La última imagen mostraba una serie de retratos de personajes autodefinidos como reformistas. “Mas allá de las herencias reconocibles como el gobierno tripartito con su protagonismo estudiantil, la Reforma Universitaria es inspiradora de un movimiento intelectual que se extendió por América Latina. Deodoro Roca, Aníbal Ponce, Gregorio Bermann, Arturo Jauretche, Julio Antonio Mella o Mariátegui son algunos de los exponentes de un pensamiento que tiene en común la invocación de buscar una mirada propia, latinoamericana, para pensar el destino de nuestro continente. Entiendo que para los miembros del Programa de Historia que escribimos esta edición especial de La Ménsula, leer a esos autores ha sido una experiencia reveladora y estimulante”, cerró Borches.
A su turno, Pablo Buchbinder, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e investigador del CONICET, trazó las diferencias historiográficas que separan sus investigaciones de otros trabajos sobre la Reforma Universitaria. Excesivamente concentrados en la reproducción acrítica de las enunciaciones programáticas manifestadas por los actores sociales de la época, muchos trabajos clásicos sobre el tema redujeron la complejidad del proceso histórico. “Muchas cosas que se repiten sobre la Reforma no se condicen con el estudio de los documentos donde encontramos que el panorama es más complejo. Por ejemplo: si bien es cierto que muchas cátedras estaban inspiradas en postulados clericales, esta afirmación puede ocultar que en otras tantas se discutían ideas modernas, o que la revista de la Universidad de Córdoba en 1917 contenía trabajos que no reflejaban una orientación radical”, recalcó el historiador.
Buchbinder remarcó el cuidado que debe tenerse con aquellos enunciados que trasladan sobre la Reforma Universitaria cuestiones que fueron posteriores, “como en el caso de la gratuidad de la enseñanza o el ingreso irrestricto, cuestiones que llegan a la universidad con el peronismo, cuando la universidad deja de ser un centro de elite”.
A fin de clarificar su enfoque, Buchbinder analizó los procesos de cambios en la UBA y en Córdoba de principios de siglo XX. “Mirando lo que sucedía en las universidades a comienzos de siglo, hay un proceso por el cual los actores de la vida universitaria empiezan a hacerse cargo del control de la institución. En Buenos Aires se dio un proceso armónico de cambio de los sectores dirigentes; en Córdoba, la elite dirigente era mucho más cerrada, más renuente a establecer cambios y a democratizar internamente. Así, la Reforma empieza como un estallido violento, bastante conflictivo”.
Para el historiador, autor de Historia de las universidades argentinas, la Reforma pudo imponer el gobierno tripartito con participación estudiantil, pero fracasó con otros principios por los que pugnó, como su cuestionamiento al profesionalismo universitario. “Desde sus orígenes las universidades argentinas llevaron un sello profesionalista, no por la decisión de las elites dirigentes de la Argentina, que son también las elites dirigentes universitarias, sino como resultado de la presión de la sociedad. Quienes estaban en condición de acceder a la Universidad, lo que querían era un título habilitante. La actividad intelectual y la actividad científica tuvieron un lugar secundario en la Universidad”, destacó.
La exposición del sociólogo Pablo Bonavena, profesor de la Cátedra de Teoría del Conflicto Social de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), no estuvo centrado en la historia sino en el rol jugado por las ideas reformistas en la reconstrucción del Movimiento Estudiantil al cumplirse 50 años de la Reforma Universitaria.
“Cuando comencé a estudiar al Movimiento Estudiantil en el período 1967-1973 estaba fuertemente influenciado por una idea de ruptura entre el Reformismo de 1918 y las organizaciones estudiantiles posteriores al golpe de 1966. Suscribía una idea bastante difundida que sostenía que los estudiantes de los sesenta se habían ido radicalizando, acercándose más a la revolución y tomando distancia de los ideales de la Reforma. Hoy no pienso de esa manera”, aclaró Bonavena.
El sociólogo comentó que un estudio más detallado de la cuestión reflejó un panorama distinto. “En 1967 el movimiento estudiantil estaba pasando por una etapa muy difícil. Después de alcanzar un alto grado de movilización durante la segunda parte del año 1966, la resistencia contra el gobierno de Onganía se diluía. En ese contexto, las organizaciones estudiantiles comienzan a desplegar un conjunto de actividades alrededor del 50mo. aniversario de la Reforma Universitaria”.
Se reeditaron textos reformistas, debates y encuentros que permitieron un redescubrimiento de aquellos ideales sobre los cuales los estudiantes se reorganizaron. “El gobierno militar, intentando prohibir y reprimir los homenajes a la Reforma, no hizo más que colaborar con las convocatorias estudiantiles”
Los estudiantes de finales de los ´60 tuvieron una lectura distinta de sus pares de finales de los ´50. “Se desarrolló una estrecha relación entre el Movimiento Estudiantil y sectores sindicales orientados por Raimundo Ongaro en la CGT de los Argentinos. Esto permitió que las huelgas de la FUA tuvieran un acatamiento inédito y las protestas sindicales contaran con un importante apoyo estudiantil”, puntualizó Bonavena, quien junto a Mariano Millán y Juan Califa escribieron El Movimiento Estudiantil Argentino: Historias con presente.
“Me toca cerrar estas exposiciones y esto me recuerda lo que decía Hegel: la filosofía es como la lechuza, que cuando el día termina y ya todo se dijo, entonces despliega sus alas y levanta vuelo”, disparó el filósofo Hugo Biagini para iniciar su exposición.
Autor de una destacada colección de trabajos filosóficos, Biagini planteó la vigencia de los postulados reformistas alineándolo con su reciente trabajo: Diccionario del pensamiento alternativo, donde lo alternativo representa “una protesta, un rechazo visceral a lo establecido”.
Desde esa mirada, la Reforma Universitaria comprende, para Biagini, una defensa de la educación pública y gratuita, de los derechos humanos, “de un cuestionamiento al `establishment´ que se adelantó 50 años al Mayo Francés”.
El filósofo resaltó el carácter original de la Reforma, que a su juicio anticipó las nociones de “generación” y de “movimiento juvenil”, que en Europa serían descubiertas hacia 1960, “fue el aporte más original surgido del ámbito académico de América Latina”.
Para Biagini, la Reforma nos lega el compromiso de no permitir que “la universidad se transforme en un enseñadero, como ocurre con las universidades privadas y sus objetivos mercantilistas, sino que debe ser un lugar donde se transmite y enseña lo que se ha pensado, pero, al mismo tiempo, se trata de pensar por su cuenta”.
“En la universidad reformista se cultiva la crítica al poder, que no es cuestión de cambiar de poder, sino sacar el grado de autoritarismo que podemos tener adentro. No se trata de cambiar de amo y en el fondo seguir siendo títeres. Junto a esto de la crítica al poder está el tema de la extensión universitaria, otra de las grandes banderas de la reforma del 18: la universidad abierta, sin puertas ni paredes. Una universidad al servicio de la gente”, comentó Biagini.
En esa universidad altamente comprometida con el cambio social, Biagini destacó el protagonismo central de la juventud. “La Universidad debe ser la casa de los estudiantes donde los profesores son los invitados”.
Terminadas las exposiciones, comenzó el debate donde surgió un interesante contrapunto entre las perspectivas asumidas por Buchbinder y Biagini. Fiel a su rigor histórico, Buchbinder aclaró que aunque compartía la defensa de la educación pública y muchos de los objetivos enunciados por Biagini, consideraba que no era legítimo depositar en la Reforma Universitaria planteos que son propios del presente. “Eso es como esterilizar a la historia, limitarse a los documentos”, se quejó Biagini reclamando mayor flexibilidad.
Cuando el encuentro había superado largamente las dos horas de duración, Borches confesó al público que las miradas divergentes de los panelistas habían sido una de las principales motivaciones de los organizadores a la hora de invitarlos a protagonizar la mesa. Aunque se dio por terminada formalmente la charla, la discusión continuó durante más de una hora por los pasillos de la Facultad.
Fuente: El Cable Nro. 697