Siempre es difícil volver a casa

Martín Monte es doctor en Ciencias Biológicas de la UBA. En el año 97 obtuvo una beca de dos años para realizar un posdoc en Trieste y finalmente se quedó diez años en Italia. En esta entrevista con el Cable detalla las razones de su partida, cómo es hacer ciencia en Europa y las dificultades del retorno.

8 de octubre de 2008

– ¿Cómo fue tu formación?

– Ingresé a la Facultad en el 86 y cursé la carrera de biología hasta el 91. Mientras hacía la carrera fui ayudante en Química Biológica. Hice mi tesis de licenciatura y todo mi doctorado, entre el 91 y 96, en el Hospital Roffo, con Eugenia Sacerdote de Lustig, una verdadera institución en el ámbito de las ciencias biomédicas. A mediados de los 90 el panorama era poco alentador. El Conicet estaba cerrado, la Agencia no existía. Así que hacer un posdoc afuera, más que una opción, era una de las pocas posibilidades que había para poder seguir una carrera de investigación.

– ¿Cómo elegiste el lugar para ir?

– Mi mujer, que también es investigadora, consiguió una beca de dos años en un centro de Trieste. Entonces yo me puse a buscar algún lugar cerca de ahí. Mandé cartas y finalmente obtuve una beca para trabajar en el Laboratorio Nazionale del Consorcio Interuniversitario de Biotecnología. La beca era por dos años renovable por un tercero, y después me quedé siete años más con plata de los subsidios del laboratorio.

– ¿Qué fue lo que más te llamó la atención del trabajo en Italia?

– Un tema son los recursos, se maneja mucha más plata. Otro punto, es la responsabilidad con la que se trabaja. Acá muchas veces uno se encuentra con la idea de que como sos becario y te pagan poco, estás un poco menos de tiempo y hacés otra cosa. Allá es full time, vas desde temprano y te quedás hasta tarde. Se trabaja de una forma mucho más concentrada. Se gasta mucha plata pero el proyecto tiene que andar. No hay excusas.

– ¿Fue difícil adaptarte?

– Adaptarse siempre cuesta. Desde lo humano, en Trieste que es bien al norte de Italia y muy cerca de Austria, las relaciones son más sajonas que latinas. Pero luego de tantos años los amigos los fuimos haciendo.

– ¿Por qué deciden regresar después de tantos años?

– Hacia el 2005 quería formar mi propio grupo de investigación y mandaba aplicaciones a otros centros para poder empezar con ese proyecto. Yo estaba en contacto con el Departamento de Química Biológica y con el doctor Mario Galignana, del Instituto Leloir, que me dio una gran mano para poder venir. En ese momento, cuando me iban llagando los mails, me di cuenta de que el que más quería que me saliera era el de Buenos Aires. Yo tengo acá muchos hermanos y a mi mamá y ya tenía ganas de volver. No me faltaba el dulce de leche, ni el mate, ni ver el Obelisco. Pero extrañaba mucho a la familia. Además era el momento justo porque después, cuando tenés 45 años es difícil reinsertarte.

– ¿Cómo fueron los trámites para el regreso?

– Es mucho más difícil volver que irte. Para volver teníamos que vender la casa en la que vivíamos, todos los muebles. Igualmente todo lo que fueron los gastos de la vuelta, pasajes y contenedores nos los pagó el Conicet. Yo había pedido una beca de reinserción, que era mucho más inmediata que la entrada a carrera, por la cual el Conicet te paga un pequeño sueldo apenas llegás mientras esperás que te salga la entrada a carrera.

– ¿Cómo fue tu vuelta a Química Biológica?

– Tengo que agradecerle al director del Departamento Eduardo Cánepa, el haber conseguido un espacio para entrar. Y en ese aspecto hay que destacar la voluntad de las personas porque cuando llegué acá, el año pasado, la UBA no tenía plata para nada. Te daban el espacio pero más no te podían dar. Entonces si necesitabas levantar una pared, “no hay plata”; el piso está roto, “no hay plata”; hay que pintar las mesadas, “no hay plata”. Tuve que aportar dinero de mi bolsillo y la Facultad, aportaba la mano de obra. Yo traía los fierros, la madera y la pintura y ellos soldaban, pintaban y armaban las cosas.

– ¿Se te hizo difícil el retorno?

– Está muy desorganizado. Para volver bien uno tendría que quedarse en el exterior hasta tener un subsidio, porque si no hay una parte que es complicada, que es cuando uno ya está acá, esperando los subsidios, armando el laboratorio, formando los recursos humanos. Es un momento de mucho esfuerzo y ansiedad. De todas maneras lo más duro ya pasó. Ahora empiezan a llegar los subsidios y se va aclarando el panorama.

– ¿Con la Agencia intentaste algo?

– Yo estoy en un PIDRI (Proyecto de Investigación y Desarrollo para la Radicación de Investigadores) que pidió la Facultad a través de la Universidad. El PIDRI es un programa muy completo, porque dispone de un salario, un subsidio para investigar y recursos para reparaciones de los laboratorios. Cuando funcione bien, volver va a tener otro color porque uno se va a sentir más apoyado.

– ¿Qué importancia le otorgás al paso por el exterior para la formación del investigador?

– Para el área biomédica o de biología molecular, yo creo que hace muy bien salir del laboratorio donde uno está, empezar a lidiar con otras presiones y ver si con abundancia de recursos uno realmente puede trabajar mejor. Diez años tal vez sea mucho tiempo, pero irse por dos, tres o cuatro años y después volver, es una buena experiencia.

Fuente: El Cable Nro. 702

Gabriel Rocca