Una realidad difícil

Martín Saraceno es licenciado en Física de la Facultad y desarrolla su carrera en el ámbito de la oceanografía. Luego de permanecer durante seis años en Francia y Estados Unidos decidió regresar con su familia. Ahora enfrenta una situación económica más difícil de lo que esperaba.

11 de junio de 2008

– ¿Cuál ha sido tu formación?

– Me recibí de licenciado en Ciencias Físicas en el 99. Ya al final de la carrera, cuando tuve que elegir mi tesis de licenciatura, empecé a girar hacia la oceanografía. En ese momento, no había materias avanzadas de oceanografía, dado que la carrera era muy joven. Entonces las perspectivas de poder seguir desarrollándome acá eran bastante bajas. Por suerte conseguí una beca para ir a París. Primero hice una maestría de un año, porque mi background era de física y si bien yo quería hacer oceanografía física, me faltaban bastantes cosas. Y después empecé un doctorado, gracias a una beca del Conicet. Todo eso lo hice en la Universidad de París, adonde me quedé casi 6 años.

– ¿Cuándo terminaste el doctorado?

– Hacia mediados del 2005 y enseguida me presenté para el ingreso a carrera del Conicet. Mientras eso salía, enganché para hacer un posdoc en Estados Unidos, en un laboratorio del estado de Oregon, donde hay un grupo grande dedicado a la oceanografía. Ahí estuve dos años más y después decidimos volver con mi mujer y mis dos hijas. No nos veíamos educando a nuestras hijas allí.

– ¿En qué temáticas trabajaste en Francia y Estados Unidos?

– Mi doctorado en Francia lo hice estudiando el Atlántico sudoccidental, o sea todo lo que son los frentes y la circulación oceánica en superficie frente a la Argentina. Después en Oregon trabajé más con datos relacionados con la circulación frente a la propia costa de Oregon, lo cual fue un cambio importante. Lo que sí se mantuvo es trabajar con datos reales porque hay mucha gente que trabaja con modelos. Ahora me especializo en el trabajo con datos de satélite.

– ¿Cómo fue la vuelta al sistema científico argentino?

– Antes de instalarme, cuando ya me había salido el cargo en el Conicet, pude viajar acá para un congreso y la recepción que me dieron los colegas fue excelente. Eso me motivó y ayudó mucho. Yo volví ya con el ingreso a carrera el año pasado y empecé a trabajar en la Facultad en diciembre. El primer mes estuve dando vueltas hasta que se desocupara una oficina, pero nada demasiado grave. Hay que destacar que en este momento, para trabajar, las condiciones no son malas. Hay proyectos, uno puede conseguir fondos para comprar una computadora, para viajar a algún congreso, y demás cosas.

– La posibilidad de encontrar intereses afines, en una población pequeña, como la de oceanografía, podría haber sido complicada.

– Eso me asustaba un poco antes de venir. Pero también es una apuesta, porque acá hay mucho por hacer. Y sobre todo hacerlo en un lugar donde uno siente un compromiso. Al fin y al cabo, volver a la Argentina es una elección. Uno trata de aportar todo lo que aprendió y eso es valorado.

– ¿Notaste cambios en la situación de la Facultad entre el momento de tu partida y el regreso?

– El segundo piso está exactamente igual, eso fue bastante deprimente. Dentro de todo al Departamento pudieron mantenerlo actualizado y está bastante bien. Pero lamentablemente la infraestructura en sí, de toda la universidad…

– Vos venías de trabajar en una realidad distinta.

– Bueno, en cuanto a infraestructura, en todos lados falta lugar. En París trabajaba en una oficina como ésta pero éramos tres y a veces cuatro ¡Era un horno! La diferencia se notaba en los recursos que tenía para trabajar. Todo era bastante más fácil. Una vez que llegabas, en cinco días, habías resuelto toda la burocracia y ya podías empezar a trabajar. Ojo, en cinco días hacías la burocracia estándar, pero si querías hacer algo un poco distinto, sobre todo en Europa, no era tan fácil. Acá, en cambio, uno siempre puede conversar, siempre aparece alguien que dice “bueno, a ver cómo lo solucionamos”, y eso tiene lo bueno y lo malo porque a veces se terminan desvirtuando las cosas. Entonces si tenés frío, y bueno, comprate una estufa. Pero ningún presupuesto te permite comprar una estufa y entonces terminás haciendo una colecta para comprarla, pero, en realidad, tenemos que tener presupuesto para que haya calefacción en toda la Facultad. Entonces terminás arreglando el problema informalmente y no atacás el problema central. Un ejemplo claro ocurre en Oceanografía. Una de las formas más simples de medir el nivel del mar, es utilizando mareógrafos. Esas medidas son muy importantes en el tema del cambio climático, por ejemplo. Con los miles de kilómetros de costa que tiene Argentina, creo que el único mareógrafo más o menos decente es el de Mar del Plata, los demás son malísimos. Y eso no cuesta tanto, simplemente falta la decisión política.

– Desde lo personal y familiar, ¿cómo se adaptaron al regreso?

– Y… uno se choca con una realidad y es que, por lo menos en mi situación, con una familia con dos hijos, no puedo pagar un alquiler. Si bien ha habido mejoras, con el sueldo del Conicet, más un cargo simple en la Facultad, no me alcanza para vivir por mis propios medios. Si no lo soluciono en breve, no se qué voy a hacer. Yo ahora estoy viviendo en la casa de mis padres, pero no me puedo quedar para siempre. Ahora mi mujer está validando su título de psicóloga y espero que consiga un trabajo pronto. Con eso capaz que llegamos.

– ¿Ustedes habían previsto esta situación en el momento de decidir el regreso?

– Sí, por supuesto, y lo hicimos pese a todo, pero cuesta.

Fuente: El Cable Nro. 689

Gabriel Rocca