Las paredes nos miran

Motivados por la filmación de un documental sobre el movimiento artístico Espartaco, los plásticos Carlos Sessano y Juan Manuel Sánchez visitaron la Facultad y recorrieron los murales, que estuvieron a cargo de aquel grupo de plásticos a principios de los años 60. Algunos detalles sobre aquella experiencia y una sorpresa sobre un tercer mural que nunca se pudo concretar.

15 de octubre de 2015

“Hola, me comunico con ustedes para gestionar un permiso. Estoy filmando un documental sobre los muralistas del Grupo Espartaco y quisiéramos hacer unas tomas frente a los murales del Pabellón I, nos acompañaría uno de los artistas”, la persona que llamó por teléfono a la Subsecretaría de Comunicación era la documentalista Ana Caride, apoyada por la productora de la Universidad de Tres de Febrero para este proyecto. Los murales a los que se refería eran esos dos que buena parte de la comunidad de Exactas cruza con frecuencia: el que se encuentra frente al ingreso posterior del Pabellón, en la planta baja, y el que reviste la pared exterior del Aula Magna. Ambos frescos fueron pintados a principios de la década del 60 por artistas de gran trayectoria, reconocidos en el mundo entero, y representan piezas de gran valor para el patrimonio artístico de la Facultad. Sin embargo, el valor suele ser relativo. En septiembre, durante las elecciones de claustro, ambos murales se convirtieron en pared lisa y llana: los dos fueron utilizados como superficie para pegar carteles. El hecho de haberlos tapado se vuelve anecdótico, lo más preocupante resultó el daño inevitable que provocó despegar la cinta de los carteles. Si bien el sector de Diseño de la Facultad consiguió retirar los pegotes con bastante buen resultado, no se pudo evitar completamente el daño.

Rescate de una historia

El martes 29 de septiembre llegaron las cámaras. Ana Caride encabezó la comitiva. “Estamos muy contentos de poder filmar acá, y más todavía porque nos acompañan Juan Manuel Sánchez, Carlos Sessano y la familia de Mario Mollari, así que va a ser emocionante. Nuestra idea es hablar con ellos de la experiencia colectiva teniendo a las dos obras como escenario”, comentó la directora refiriéndose a tres de los muralistas del Grupo Espartaco. Caride se propone rescatar la historia inédita de aquel movimiento plástico de fuerte raigambre político-ideológica que se desarrolló, principalmente, a lo largo de la década del 60 y que estuvo integrado también por referentes como Ricardo Carpani.

En lo que respecta a los murales del Pabellón I, el de planta baja, titulado “La espera”, es obra de Mario Mollari y el del primer piso es obra de Juan Manuel Sánchez. Mollari, fallecido en 2010, tuvo la oportunidad de restaurar completamente su obra en 2004, a pedido de la Facultad, con ayuda de su hijo Matías. Carlos Sessano, otro de los referentes del grupo, era el tercer artista que tenía asignada una pared, aunque nunca pudo concretar su mural.

Cuando llegó al Pabellón I, y sin muchos prolegómenos, Sánchez (de 85 años) subió al primer piso y se clavó delante de su obra. “Está bastante bien conservada, no esperaba que estuviera así”, dijo en voz baja, como para sí. Lo recorrió de una punta a la otra y, cuando llegó al extremo izquierdo trató de mover una mesa que tapaba parte de la pintura. “Qué necesidad de ponerla acá, habiendo tanto espacio…”, comentó y, descubriendo otra “intervención” sobre el mural agregó: “¡Pero! ¿Era necesario poner la alarma con el cartelito justo ahí?” En ese momento se acercó Sessano: “No te quejes, está muy bien conservado, mirá lo que le pasó al de Mollari, el tuyo sí que zafó”. El mural de planta baja había sido tratado de borrar usando las mangueras de incendio cuando el dictador Juan Carlos Onganía hizo pie con su gente en la Universidad. Justamente por eso fue necesaria la restauración.

Ana Caride explicó que los murales del Grupo Espartaco son una figurita difícil. “Muchos fueron destruidos, tapados, durante la dictadura. Lo de Ciudad Universitaria es una excepción, es un verdadero lujo que tienen ustedes”, sostuvo la documentalista.

El pabellón de los murales

Ninguno de los dos artistas recordaba claramente cómo terminaron pintando en Ciudad Universitaria. “Alguien nos ofreció hacerlos, creo que el rector”, contó Sánchez. ¿Cuánto tiempo le llevó pintarlo? Sánchez respondió que “mucho menos de los que vos pensás, y lo pinté solo, era 1962”.

Sessano, por su parte, a los 80 años, guarda una deuda. “Una pena que no pude terminar el mío. Cuando iba a empezar llegó la dictadura de Onganía y pronto me fui del país”. Sánchez lo interrumpió: “Y justo vos tenías asignado el mejor lugar”. ¿Cuál era ese lugar? La respuesta fue toda una sorpresa. Sesanno abrió despacio la puerta del Aula Magna, adentro estaban tomando examen. “¿Ves ahí?”, dijo señalando la inmensa pared cóncava que se encuentra sobre el escenario del aula del que solía especularse que era una (extraña) pantalla de proyección. Sánchez afirmó con la cabeza y se quedó pensando. “Lo podrías hacer ahora”, le dijo. “Ni en pedo”, respondió el otro, “no me subo ni loco a los andamios, ya no puedo”. Se hizo silencio. “Por ahí puedo subir alguna vez a controlar, algo así, pero no a pintar”. ¿El mural ya estaba bocetado? “No llegué a pensar nada, no tuve ni tiempo”, explicó. “Igual, eso se resuelve, yo podría hacerlo y después otro lo pinta. No sé…”. Sessano bajó por las escaleras. Sánchez por el ascensor. El tercer mural quedó, nuevamente, en el mundo de las ideas. Los otros siguen ahí, son ese lujo del que hablaba Caride, y que a veces no podemos ver de tan cerca que está.

Armando Doria