El libro de las huellas

Se presentó en la Facultad un nuevo libro de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, donde se deja registro de los avances científicos generados a partir de la búsqueda de la identidad de los chicos secuestrados en la última dictadura. Participaron la abuela Rosa Roisinblit, Alberto Kornblihtt y un nieto recuperado.

22 de octubre de 2008

El lunes de la semana pasada, en el aula 6 de Pabellón II, cerca de 200 personas se acercaron a escuchar el testimonio de una Abuela de Plaza de Mayo, Rosa Tarlovsky de Roisinblit, quien, acompañada en la reflexión por el biólogo Alberto Kornblihtt y por el nieto recuperado Pedro Luis Nadal García, habló de Derechos Humanos y también de su derrotero en el mundo científico.

El motivo del encuentro, organizado por la Secretaría de Extensión, Graduados y Bienestar de la Facultad (SEGB), fue la presentación del libro “Las Abuelas y la genética: el aporte de la ciencia en la búsqueda de los chicos desaparecidos”, que publicó hace pocos meses la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y que reúne el testimonio del recorrido que permitió llegar a obtener técnicas y herramientas de gran confiabilidad para determinar parentesco y, por lo tanto, para devolver la identidad a quienes sufrieron su robo durante la última dictadura.

Leonardo Zayat, el secretario adjunto de la SEGB, quien tuvo a su cargo la apertura del encuentro, se encargó del reconocimiento: “En este país estamos acostumbrados a que las cosas cambien mucho y de manera muy repentina, pero si yo miro hacia atrás, puedo tener la tranquilidad de que durante todo el tiempo la búsqueda de Abuelas siguió constante, permanente”. Y, en el caso de las Abuelas, la constancia se asocia con el aprendizaje y el legado.

Rosa, que es la actual vicepresidenta de la Asociación, lo explicó: “En el 76, cuando empezó la dictadura, nosotras ya éramos abuelitas, y realmente no teníamos ni idea de cómo debíamos hacer para buscar a nuestros nietos. No había ningún texto de cómo buscar a niños recién nacidos, secuestrados por razones políticas, porque no había sucedido en ningún lugar del mundo algo así.”

Lo destacado del caso es que, a partir de la intervención de las Abuelas en nuestra historia, existe la posibilidad de aprender a buscar, porque la Asociación se ha ocupado de dejar registros detallados de todos los conocimientos que fue generando, en especial, en lo que Rosa destaca como los tres pilares fundamentales de la actividad de las Abuelas: “las herramientas jurídicas, psicológicas y genéticas”.

Motor de búsqueda

Las Abuelas necesitaban contar con un método para comprobar fehacientemente su relación parental con los nietos robados y para eso “recurrimos a distintos centros científicos del mundo, donde muchos nos dijeron que no había nada que hacer”, cuenta Rosa. Pero consiguieron un poco de esperanza del compromiso de un grupo de investigadores de la Asociación para el Avance de la Ciencia de los Estados Unidos, que profundizaron en el tema empujados por el interés de las Abuelas. “A mediados de los 80 llegaron las buenas noticias: se podía entrecruzar la sangre de los chicos con la de los abuelos, de los tíos, de los primos”, explicó Rosa, quien, antes de dar más datos técnicos, aclaró que ella no tiene formación científica y que para dar a conocer la temática en forma pública tuvo que hacer un importante esfuerzo. Después, con soltura, hizo un racconto de las técnicas que se venían usando para la determinación de identidad, hablando de histocompatibilidad o los grupos sanguíneos.

A la palabra de Rosa le siguió la del investigador y profesor de la Facultad Alberto Kornblihtt, quien empezó destacando el papel motorizador de las Abuelas respecto de los avances en la determinación de identidad a través de la genética: “Pocas veces se da el caso, en la historia de la ciencia profesional, de que personas que no son científicas actúen como pioneras en una disciplina particular”, indicó, concluyendo que “las Abuelas han sido pioneras en impulsar la utilización de la ciencia para resolver un problema. Nuestra sociedad estaba enferma, en parte sigue estando enferma, y ellas le aportan a través de esto una cuota de salud”.

La sorpresa de la herencia materna

Kornblihtt definió el libro “Las Abuelas y la genética” como el relato de “una verdadera odisea”. A su vez, explicó que, al enfrentarse las Abuelas con la necesidad de contar con los métodos técnicos para su cometido, se toparon con dos problemas, que “eran los problemas de la genética a fines de los años 70 y principios de los 80”. Por un lado, si se optaba por hacer estudios de filiación comparando dos muestras a través de los marcadores de proteínas de la sangre, “el grado de certeza era muy bajo”. Por el otro, se encuentran los estudios comparativos a partir del ADN del núcleo de las células, una técnica muy avanzada en los 80 y que “permite obtener filiaciones con alto grado de exactitud. El problema es que aquí falta una generación, la de los padres y, aún utilizando el ADN nuclear, la certidumbre baja porque estamos hablando de establecer por métodos estadísticos la relación entre los individuos que no tienen un primer grado de parentesco”, explicó el especialista respecto a la relación nieto-abuela.

Dentro de cada una de nuestras células existe un núcleo que contiene la información genética completa de todo nuestro organismo, codificado en el ADN nuclear. Y también dentro de cada una de nuestras células existe una gran cantidad de unas estructuras llamadas mitocondrias, que son las encargadas de proveer la energía necesaria para la actividad celular. Esas mitocondrias tienen, a su vez, un ADN propio que tiene una particularidad: se hereda únicamente por parte materna. Con esta consideración, se salvaron los dos obstáculos que complicaban la identificación.

“El estudio del ADN mitocondrial rompió la barrera de la poca certidumbre y de la falta de una generación, a tal punto que Mary-Claire King (N d R: una de las principales responsables de la investigación) ha dicho que la posibilidad de establecer la filiación por el estudio de la secuencia del ADN mitocondrial parece que hubiera estado pensada para las Abuelas”, indicó Kornblihtt y se ocupó en destacar el trabajo tanto de King como de Cristián Orrego y el aporte del genetista argentino Víctor Penchaszadeh.

“La belleza de ese método es que las mitocondrias se heredan exclusivamente por la vía materna -explica Kornblihtt-. Es la madre la que le da mitocondrias al niño y, por lo tanto, el hijo, sea varón o mujer, va a tener la misma secuencia de ADN mitocondrial que su mamá. Pero a su vez esa secuencia va a ser igual a la de la mamá de su mamá, con lo que se puede establecer la certidumbre con un alto grado de certeza salteando la generación de los padres, que están ausentes porque han sido secuestrados, asesinados, y en muchos casos no hay evidencia de sus cadáveres”.

Lo que está en los genes

Posteriormente, Kornblihtt la emprendió contra el determinismo genético, que considera presente en el pensamiento lego y que tendería a “categorizar que nuestras características fenotípicas, tanto físicas como psicológicas, son el resultado de lo que mandan nuestros genes”. Frente a esto, opuso que “la lacra humana que secuestró, que torturó, que asesinó sabía de la influencia del ambiente, porque en algún punto ellos querían romper la continuidad ideológica entregando los hijos a personas que claramente no tuvieran la misma posición que los padres, que ellos habían asesinado”. De ahí, infiere Kornblithh, el proyecto de “torcer la continuidad y decir: su ideología, su lucha, su actitud revolucionaria”, que, por lo tanto, no la ubican en los genes sino en el ambiente.

También destacó el especialista que el tema de la filiación de los nietos dispara más reflexiones. Una es sobre los lazos. “La función de un padre es de quien la ejerce, no de quien pone los genes”, afirmó el biólogo y agregó, “sin embargo, esto parecería entrar en contradicción con la necesidad de conocer la identidad biológica de los nietos”, a lo que se responde que no es así, que “conocer la identidad biológica es conocer la verdad y, en cualquier caso, conociendo la verdad, el nieto, que ya es adulto, será el que decida qué valor le va a dar a esa verdad”.

Cerrando la idea, Kornblihtt destacó la importancia de darle “la justa medida al dato genético, porque una banalización del dato sería decir `ahora sabemos que son los genes de las Abuelas que están en ese nieto´ y entonces ratificamos el determinismo genético”, que indica que todo está en los genes. “No -afirmó-, las Abuelas, a través de los genes, rescatan la historia y esa historia es el verdadero valor”.

En primera persona

“Yo soy uno de los nietos recuperados por las Abuelas”. Así se presentó Pedro Luis Nadal García, y después contó su historia. Pedro fue secuestrado en 1976, a los nueve meses, junto con su madre. Ella fue asesinada y Pedro apropiado por el secuestrador, quien más tarde le inventó una biografía: él era su padre biológico y su madre los había abandonado después del nacimiento. Su madre de crianza, la pareja del apropiador, con el tiempo comenzó a alterar la historia que le contaba sobre su madre biológica, lo que empezó a generarle dudas sobre si efectivamente lo había abandonado. “Yo quería saber quién era mi madre, pero nunca empezaba la búsqueda porque encontraba trabas, que ahora me entero que es común en estos casos”, contó Pedro y agregó que cada vez que empezaba “mi madre de crianza se enfermaba, y eso me daba una sensación de culpa que me inhibía.”

En 2004, la solución llegó desde afuera, generada por las Abuelas. “Me convocaron a través de una causa judicial y ahí no podía decir que no. La culpa, en todo caso, ahora era del juez: yo me había liberado de esa culpa de colaborar con la búsqueda de mi identidad”, explicó Pedro con aire de revivir el alivio. Después de acceder a que le extrajesen sangre en el banco genético que se encuentra en el Hospital Durán, y se establecieran los estudios, el juez lo convocó. “Me entregaron un bruto informe del ADN. Lo leí y no entendí absolutamente nada. De pronto tenía una madre desaparecida, un padre biológico vivo y un hermano un año mayor. Le pregunté al juez qué hacía entonces, y me dijo que él no tenía idea, que quienes me podía ayudar eran las Abuelas”, relató.

Pedro recordó su contacto con el equipo de la Asociación como un momento revelador. “Llegué con las Abuelas y en una semana me explicaron todo, me dieron mi historia. En pocos días se habían preparado para recibirme y se encargaron de que no me faltara información sobre mi identidad. Conocí también a mi padre y a mi hermano”.

Finalmente, Pedro, el nieto 75 de los 95 recuperados hasta hoy, afirmó, emocionado, que “no puedo dejar de pensar en mi historia cuando leo el libro; para mí es como una máquina del tiempo, porque “Las Abuelas y la genética” cuenta la historia de mi búsqueda, porque todo esto lo hicieron para buscarme a mí y a 500 nietos más”.

Fuente: El Cable Nro. 704

Armando Doria