
“No existe una ciencia inútil”
Juan Pablo Paz, director del Departamento de Física, recibió el Premio a la Investigación Científica de la Fundación Bunge y Born, que no sólo consideró sus antecedentes sino, también, “la importancia de sus investigaciones, su contribución a la formación de recursos humanos y su gestión para la modernización de las actividades de investigación y docencia en la Universidad”.
– ¿Cómo se siente con esta distinción?
– La verdad es que para mí es una alegría enorme. Fue una sorpresa y me emocioné mucho. Lo siento como un reconocimiento a un trabajo de muchos años y me puso muy contento. Significa mucho para mí.
– ¿Por qué?
– Porque hace mucho tiempo, después de una gran experiencia de trabajo afuera del país, tomé la decisión de trabajar en la Argentina, en esta Facultad. Y si bien trabajar aquí me da muchas gratificaciones cotidianas, fruto de la interacción con los estudiantes y con mis colegas, y de la sensación de que hago algo creativo, y de que el esfuerzo por tratar de transformar el entorno que me rodea, tanto desde el punto de vista científico como institucional, vale la pena, también da muchos dolores de cabeza y muchas amarguras. Entonces, uno tiene que hacer permanentemente pequeños balances sobre lo que está haciendo y, a veces, uno se siente medio tonto. Y cuando llegan estos momentos de reconocimiento por parte de los colegas que integraron el jurado, a los que respeto, la verdad es que me llena de satisfacción y me pone muy contento.
– Precisamente, en su página personal en Internet hay un artículo suyo del año 2002, “Científico sin-vergüenza”, en el que afirma: “Aspiro a trabajar en mi país y haciéndolo a veces me siento útil aunque otras me veo como un imbécil. Pero nunca siento vergüenza por lo que hago.”
– Ese era un artículo que formaba parte de una polémica que surgió en ese momento desde un lugar desde el cual no lo esperaba, que era el entonces decano de la Facultad de Ingeniería. Fue un ataque al hecho de que se hiciera investigación inútil en la Facultad de Ciencias Exactas. Y yo no creo que exista una ciencia útil y una ciencia inútil. No creo que exista una ciencia inútil. Nuestra misión en la Facultad de Ciencias Exactas es hacer ciencia básica y ciencia aplicada. Pero si no se hace ciencia básica en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires yo me pregunto ¿dónde se hace ciencia básica en la Argentina? Yo no trabajo en el Departamento de Física de la CONEA, del INTI, del INTA o de donde sea, sino de la Facultad de Ciencias Exactas. Entonces, yo aquí reivindico el rol de la ciencia básica, que es útil porque abre la cabeza, porque enseña a pensar, porque ayuda a formar investigadores con espíritu crítico y con capacidad para trabajar después en otras cosas. Poner en cuestionamiento eso es un intento de volver a discusiones que ya no se dan en ningún lado. Encima, era un momento muy difícil del país en el cual, además de hacer el esfuerzo por quedarme y tratar de hacer ciencia aquí, había que estar discutiendo con colegas sobre una cuestión prehistórica.
– Sin embargo, para gran parte de la sociedad no está claro para qué hay que tener ciencia básica. ¿Cómo se lo explicaría al público, que es el que sostiene el sistema?
– El objetivo fundamental de un país para mantener un sistema científico-tecnológico es resolver problemas sociales, encontrar la forma de aplicar el conocimiento para la resolución de problemas nacionales. Pero en ese sistema hay distintas componentes. Y acá estamos hablando de qué es lo que tenemos que hacer nosotros en la universidad y, en particular, en la Facultad de Ciencias Exactas. Mi idea central es que la ciencia básica tiene que estar fundamentalmente arraigada en la Universidad e indisolublemente vinculada a la formación de los estudiantes. No para que sean científicos básicos, sino para que tengan una buena formación. Tienen que estar formados por gente que sabe analizar problemas fundamentales de la ciencia con una perspectiva original. Esa es la discusión que estoy dando yo, o que he dado en su momento. Cuando se dice “ciencia para qué” o “ciencia para quién”, yo pregunto ¿ciencia para qué, en dónde? No estamos hablando aquí de un instituto de investigaciones creado para resolver un determinado problema social, sino de la institución que tiene como misión formar profesionales que tengan la capacidad de atacar esos problemas. La pregunta acerca de quiénes son los que tienen que formar a esos profesionales está resuelta hace años en todo el mundo.
– ¿Por qué eligió volver al país?
– Siempre que estuve en el exterior, en mi cabeza estaba la idea de volver. Nunca decidí afincarme. Emocionalmente, siempre me sentí extranjero en los lugares donde estuve. Mi intención era estar un tiempo, formarme y aprovechar las oportunidades de perfeccionarme científicamente para volver acá, que es el lugar donde yo siempre quise trabajar.
– ¿Cómo evalúa la actualidad de la física en la Argentina?
– La física argentina tiene una tradición bastante consolidada. Es una disciplina que está bastante desarrollada y que pasó por distintas etapas. Una etapa de expansión, en las décadas del 60 y del 70, vinculada sobre todo al desarrollo de instituciones que empleaban a una gran cantidad de físicos, fundamentalmente la CONEA. La Facultad, en particular, sufrió mucho los avatares que se vivieron durante la dictadura de Onganía y durante la última dictadura militar. Y en los 90, la física padeció las políticas neoliberales, con el achicamiento de la CONEA y mucha gente que se fue. Pero, yo creo que hay un potencial muy grande en este momento en la física argentina. Yo entré a la Facultad durante la última dictadura y acá el ambiente académico estaba muy empobrecido. Después de la última dictadura hubo un lento proceso de reconstrucción en el Departamento, que realmente comenzó a cambiar radicalmente a partir de la gestión de Guillermo Dussel, a principios de los ‘90. En ese momento, a pesar de que en la Argentina se vivió un retroceso en el ambiente de la Física, en el Departamento las cosas fueron distintas, por una gestión que trató de incorporar gente joven. Creo que la gestión de Dussel fue transformadora y revolucionaria.
– Y ahora es usted el director del Departamento ¿Cuáles son los objetivos de su gestión?
– Yo formo parte de una generación que tomó la posta de lo que comenzó Dussel. O sea, a lo largo de los últimos 20 años, en el Departamento hubo, por decirlo de alguna forma, una continuidad de “políticas de Estado”. Yo me puedo sentar a conversar con los últimos cinco directores del Departamento y, básicamente, estamos de acuerdo con lo que había que hacer. Todos intentamos hacer lo mismo, y hoy eso se ve.
– ¿Qué es hacer “lo mismo”?
– Una cierta coherencia… Primero, hubo una evaluación acerca de cuáles eran las deficiencias que había que resolver. En una primera etapa era necesario atraer gente nueva, jóvenes investigadores activos que se incorporaran al Departamento, crearan nuevos grupos de investigación y generaran actividad académica a su alrededor. Y hacerlo a través de una política de concursos abiertos, transparentes y competitivos en donde ganaran los mejores investigadores, que también tuvieran vocación para hacer docencia. Además, también había que identificar ciertas áreas en las que el Departamento tenía que fortalecerse, fundamentalmente la física experimental, que aquí estaba destruida. Entonces, se tomaron medidas para reconstruir los laboratorios experimentales y, luego, tratar de generar cierta masa crítica en áreas de vacancia. Eso realmente se hizo muy contra la corriente, porque los recursos eran escasos, y hoy el Departamento está encarando una autoevaluación del estado en el que estamos, tratando de definir cuáles son las áreas temáticas que tenemos que fortalecer y de buscar las formas de hacerlo. Mantener esta política, de ser un Departamento abierto en busca de la incorporación de los mejores profesores, sean o no de aquí, donde los concursos sean competitivos, eso es algo que caracteriza al Departamento de Física en los últimos años.
– Sus investigaciones se focalizan en el estudio de la frontera entre la física cuántica y la física clásica ¿Qué significa esto?
– La física cuántica es muy distinta de la física que rige el comportamiento de los objetos macroscópicos, la física clásica, newtoniana. En la física cuántica uno no puede usar, por ejemplo, un concepto tan elemental como el de “trayectoria”. Para ir desde una fuente hasta un detector, un objeto cuántico no sigue una trayectoria bien definida, sino que, en algún sentido, se desdobla, se deslocaliza, y sigue todas las trayectorias posibles. Por eso describimos la evolución de un objeto cuántico apelando a algo parecido al concepto de una onda, una onda de probabilidad. Las partículas son, a la vez, objetos localizados y ondas, según las condiciones experimentales en las que trabajemos. Ahora, ¿por qué los objetos macroscópicos, como nosotros, no se comportan de esa forma?
– ¿Esa es la pregunta en la que usted trabaja?
– Claro. Se trata de obtener, de manera consistente, un límite clásico de la física cuántica. En las últimas décadas, “la” explicación para la transición cuántico-clásica, es que las cosas no son clásicas porque tienen algo intrínseco que las hace diferentes de las cuánticas, sino que es un comportamiento inducido por la interacción de los objetos cuánticos con su entorno. Es decir, la “clasicalidad” es una propiedad que es inducida sobre un sistema por la interacción con el entorno. A este proceso se lo llama decoherencia, porque lo que desaparece es, esencialmente, la coherencia cuántica. La decoherencia es lo que hace que se borren los fenómenos cuánticos y sólo quede el comportamiento clásico.
– ¿Y cómo se relaciona esto con su trabajo en computación cuántica?
– Cuando regresé a la Argentina, me empecé a interesar por la computación cuántica, motivado por la frontera entre lo cuántico y lo clásico y la decoherencia. Para esa época, había surgido la idea de estudiar seriamente la posibilidad de construir computadoras cuánticas, y la decoherencia, que era mi amiga para entender el origen del mundo clásico a partir de la física cuántica, era la principal enemiga de la computación cuántica porque, si uno no logra aislarlas bien, la interacción con el entorno transforma a las computadoras cuánticas en clásicas y pierden todas sus ventajas. Entonces me empecé a interesar por la computación cuántica en sí.
– ¿Cómo imagina su futuro profesional?
– Me encantaría poder interactuar con una nueva generación de físicos que hagan experimentos que hoy en la Argentina todavía no pueden hacerse, y apuesto a que eso sea posible. Me imagino divirtiéndome todavía dando clases y estudiando. Me gusta estudiar cosas nuevas y me gusta interactuar con gente joven. Mi destino científico está vinculado a la física cuántica, pero creo que voy a seguir estudiando cosas nuevas.
Ceremonia |
El lunes 23 de agosto, en el Aula 9 del Pabellón I, se llevará a cabo la entrega del Premio Bunge y Born a Juan Pablo Paz. El acto tendrá lugar en el marco de la jornada “Presente y futuro de la mecánica cuántica”, que se desarrollará entre las 14.00 y las 18.30, y que contará con la presencia de investigadores extranjeros. |
Fuente: El Cable Nro. 751