
La conversación
Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, dialogó con el físico Jorge Wagensberg, especialista en Teoría de Procesos Irreversibles, profesor de la Universidad de Barcelona, autor prolífico en materia de divulgación científica, y creador del Museo “La Caixa”, una de las exposiciones de ciencia más reconocidas de Europa.
Fue en el marco del Seminario Interamericano de Periodismo y Comunicación Científica, organizado recientemente en Buenos Aires por la Organización de Estados Americanos (OEA) y el MINCYT.
Un público numeroso, compuesto por periodistas de ciencia provenientes de todos los rincones de la Argentina y de varios países de América, fue testigo del “diálogo” –así se anunciaba- entre Barañao y Wagensberg. Sin embargo, la riqueza en conceptos, ejemplos y anécdotas –y la atractiva manera de construir el relato- que exhibió el catalán a la hora de responder al comentario con el que el Ministro inició la charla, sumado a la respetuosa escucha del funcionario anfitrión, convirtieron el prometido diálogo en un cautivante monólogo.
Barañao disparó la locuacidad de su invitado cuando, como una “confesión personal”, reveló que había leído El gozo intelectual, texto escrito por Wagensberg. “Disfruté enormemente de la lectura del libro, porque transmite algo que no está siempre presente en la comunicación de la ciencia, que es el placer que hay detrás de la actividad científica, es decir, por qué un individuo pasa horas en un laboratorio”.
Entonces, Wagensberg exhibió ante el auditorio su faceta de divulgador. Fue una efímera media hora durante la cual recorrió lo que él define como los tres tipos de gozos intelectuales: “Uno asociado al estímulo, otro asociado a la conversación y otro asociado a la comprensión”.
Comenzó explicando (mediante una anécdota centrada en la infancia de Einstein –“algo de esta historia es real y algo me lo invento yo”, aclaró-) que el gozo intelectual asociado al estímulo “es el que proviene, curiosamente, de una contradicción, de un error, entre lo que se piensa intuitivamente y lo que se ve de la realidad. Porque una contradicción (entre lo que pienso y lo que veo) estimula”. Aquí, Wagensberg se detuvo y señaló: “El error en ciencia no es una vergüenza, sino que es la herramienta principal. Lo que hace un científico todos los días es equivocarse, y en el momento en que no se equivoca publica un paper o le dan el Nobel. Equivocarse es la manera que tiene el científico de avanzar. Por lo tanto, el científico goza cuando encuentra una contradicción. Es un error de la enseñanza esconder las contradicciones”.
Después de interesantes idas y vueltas sobre la cuestión del estímulo, el físico empezó a hablar sobre el gozo asociado a la conversación: “Conversar es, sencillamente, hablar después de escuchar, y escuchar antes de hablar. Se dice muy fácil y, sin embargo, en nuestra vida diaria no conversamos”, sostuvo, y explicó: “El gozo de la conversación está en algo muy sutil, que es que cuando hago una pregunta y obtengo una respuesta se produce un ciclo que no es vicioso sino virtuoso, porque no llegamos exactamente al mismo punto”.
Tras afirmar que “en ciencia todo es conversación”, en referencia a que el científico conversa con sus colegas, con la naturaleza y consigo mismo, Wagensberg opinó que “en la escuela se conversa poco”, e ironizó, “yo creo que la palabra ‘silencio’ se inventó en una escuela”.
El invitado consideró que “todo debe estar dedicado a crear conversación” y, en una rápida enumeración incluyó a la escuela, a la universidad y a los medios de comunicación para, finalmente, hacer foco en los museos: “No es lo mismo poner todos los módulos contra la pared que ponerlos de tal manera que cuando uno levanta la vista se encuentra con la cara de otro ciudadano. El éxito de un museo debería medirse por los kilos de conversación que produce, y no por el número de visitantes”, propuso.
Finalmente, Wagensberg se refirió al gozo intelectual por comprensión: “Es el más fuerte”, aseveró, y dio un ejemplo, “cuando un físico cae en la cuenta de que cualquier movimiento clásico, como el vuelo de una mariposa, la parábola de una manguera, la Tierra alrededor del Sol, el Sol en la galaxia y la galaxia en el cúmulo, todo responde a la misma ecuación, F=ma, que son sólo cuatro símbolos, cae de rodillas y solloza de gozo intelectual”.
Luego de advertir que “comprender no es describir, sino buscar qué hay de común entre cosas diferentes”, el investigador español manifestó que el gozo por la comprensión “parte de la hipótesis de que la realidad existe y yo la voy a comprender”, y agregó, “todos los científicos piensan esto aunque no lo digan. ¿Por qué? Porque la alternativa no conduce a ningún sitio. Si parto de la base de que no voy a comprender nada, ni siquiera lo intento. El científico cree que va a comprender y que la realidad existe”.
Gracias a un par de comentarios del Ministro, hubo una segunda media hora tan atractiva como la primera, en la que Wagensberg discurrió por diferentes cuestiones aplicando su sello personal: “Hasta Galileo, la autoridad del que decía algo era más importante que la realidad misma, cosa que un científico no acepta nunca. Por eso, los científicos no tenemos retratos de nuestros mayores mirándonos severamente para que no les cuestionemos la teoría. Y en el Museo de la Ciencia no pusimos sala Darwin, sala Einstein, etc. porque el culto a la personalidad no es una buena idea en ciencia”.
Fuente: El Cable Nro. 759