Elogio de Paenza
La Unión Matemática Internacional distinguió al periodista y matemático Adrián Paenza “por su contribución decisiva en el cambio de todo un país frente a la percepción de la matemática”. Paenza, quien además es Profesor Honorario de la UBA, es el primer galardonado del hemisferio Sur y de un país de los llamados emergentes. El 21 de agosto recibirá el galardón en Corea del Sur.
Bashkara tenía una hija que se llamaba Lilavati. Pese al esfuerzo del padre, la chica no logró casarse y, pergeñando un consuelo, Bashkara parece que le dijo: “Escribiré un libro que perpetuará tu nombre. Vivirás en el pensamiento de los hombres más de lo que hubieran vivido los hijos que pudieron haber nacido de tu malogrado matrimonio”. Más allá de las leyendas o las razones, lo cierto es que el matemático indio Bashkara Acharia escribió un libro al que tituló “Lilavati” donde introdujo una originalidad: los problemas de aritmética están presentados a través de un discurso poético, quizás, con el fin de convertirlos en piezas populares. Y otro detalle: en sánscrito, “Lilavati” significa “la que posee diversión”. Muchas señales para definir lo que este indio del año 1100 pensaba acerca de los cálculos, las mismas que tomó la Unión Matemática Internacional (IMU) para darle ese nombre al premio dedicado a la divulgación de la matemática y que comenzó a otorgarse en 2007.
Adrián Paenza, el matemático argentino de cabecera, es quién ganó el Premio Lilavati 2014 según acaba de anunciar la IMU. En total condescendencia con el espíritu del premio, el comunicado de prensa indica que Paenza fue premiado “por su contribución decisiva en el cambio de todo un país frente a la percepción de la matemática. Ha logrado esto a través de sus libros, programas de televisión y del entusiasmo y pasión en comunicar la belleza y la alegría de las matemática”. El 21 de agosto lo recibirá en Corea del Sur y un día antes dará una charla junto con el matemático consagrado con la medalla Fields, que se considera el Nobel de la disciplina matemática y marca la importancia del premio que recibió Paenza. Además, es el primer galardonado del hemisferio Sur y de un país de los llamados emergentes.
Con motivo de entrevistarlo a raíz del reconocimiento internacional, el Cable se comunicó con Paenza a través de un llamado de larga distancia. “Hablemos todo el tiempo que necesiten, lo que haga falta”, dijo después de los saludos y agregó el motivo de su predisposición: “Exactas es una prioridad para mí, yo me crié en la Facultad y todo lo que soy en la vida matemática lo soy por lo que me lo dio Exactas. Soy eso, no soy otra cosa”. Queda claro y, quienes lo siguen, saben que lo repite todas las veces que tiene la posibilidad de hacerlo. Yendo al caso, el 14 de mayo pasado la Universidad de Buenos Aires lo nombró Profesor Honorario (ver recuadro). “Es una de esas cosas maravillosas de la vida de uno”, dice al respecto.
– ¿Cuánto te sorprendió el haber ganado del Lilavati?
– Mucho. Cuando me enteré, estuve en una suerte de nube.
– Pero vos sabías que eras precandidato.
– Yo sabía porque, en noviembre del 2012, a Alicia Dickenstein y a otras personas se les ocurrió que podían postularme. Uno de ellos fue Guillermo Martínez, el escritor y matemático, y también hombre de Exactas. Alicia se sentó conmigo una noche y me dijo “hagamos una cena, comamos una pizza pero vos contáme un currículum y yo lo voy a anotar todo”, y así fue. Nos juntamos en una pizzería y Alicia, cuando terminó el análisis, dijo: “es impresionante esto”.
Paenza tiene una forma particular de referirse a sí mismo. Da la impresión de que podría afirmar, por ejemplo, “yo soy un verdadero genio” sin dejar de sonar humilde, sincero, lejísimos de cualquier falsa modestia, y adjudicando esa genialidad a factores externos que confluyeron en él. Y así cuenta cómo se convirtió en un “premiable” para la UMI. “Claudio Martínez, del Oso Producciones; Ernesto Tiffenberg, de Página 12; Carlos Díaz, de Editorial Siglo XXI; la gente de Random House, de Canal Encuentro, de Canal 7, de Tecnópolis, aportaron material… Entre todos hicieron una cosa increíble, pusieron una vida en una cantidad de papeles y de páginas web y videos”, relata con entusiasmo. “Después fue pasando el tiempo y me olvidé de la presentación. Más tarde me enteré de que se iba reduciendo la lista y mi nombre seguía figurando, hasta que supe que había ganado”.
– ¿Te generaba expectativas?
– Sí, me parecía un premio inalcanzable. Me parecía que era un lugar muy particular, un oxígeno que respira muy poca gente y no se me ocurría que yo pudiera estar incluido dentro de ese grupo de personas.
– Pero… ¿por qué no se te ocurría?
– Hay varios factores. El primero es que yo hice toda mi trayectoria en castellano y eso es algo que dentro del mundo de la comunicación de las ciencias… No es que el castellano no sea considerado pero lo que no pasa en inglés parecería como que no pasa del todo, entonces desde ese lugar ya había una traba importante. La segunda es que en general, históricamente, los premios se otorgan entre la gente del hemisferio Norte, no del hemisferio Sur y, esencialmente, todo lo que tenga que ver con Sudamérica parece un poco relegado. En definitiva, este premio es un premio como los que recibió el matemático Miguel Walsh: nosotros somos nada más que emergentes de un grupo de personas que han trabajado para eso. Todo esto tiene que ver con una cantidad de cosas que genera la sociedad, el entorno donde uno se desarrolla.
– ¿Tenés el registro del momento en el que dijiste “epa, estoy acá”?
– En el mundial del 90, por ejemplo. Canal 7 transmitía los partidos en exclusiva, Argentina debutaba frente a Camerún y estaba ahí con mis compañeros. Yo era el que tenía que abrir el micrófono. Era la primera vez que Argentina competía como campeona del mundo después del 86 y si en ese momento te pones a pensar… Yo le decía “voy a abrir el micrófono y va a haber 15 millones de personas escuchando”. No tengo un solo registro; me pasó muchas veces eso de estar en lugares de mucha repercusión.
Desde “La oral deportiva” de Radio Rivadavia en adelante, Paenza pasó por televisión y gráfica, trabajó en decenas de medios y variedad de especialidades que incluyeron básquet, política, fútbol y difusión de las ciencias y la educación. Revolucionó la industria local de la divulgación científica con la serie de libros “Matemática, ¿estás ahí?”. Y se convirtió en decano de la ciencia en televisión con el ciclo “Científicos industria argentina”, que lleva 12 años en el aire, y su spin off “Alterados por Pi”. También, y antes que nada, fue un jovencísimo graduado en Matemática y recordado profesor en Exactas. “Creo que cada uno aporta desde el lugar que puede y yo tuve mucha suerte en mi trayectoria. El hecho de que pudiera trabajar en los medios como periodista dedicado al deporte me dio una visibilidad pública muy fuerte. Por otro lado, el haber estado tanto tiempo al frente de las clases de Análisis I y de Álgebra, tantos años, tantos estudiantes… Yo tengo experiencia de haber enfrentado muchas clases y muchas situaciones, y todo eso es un ladrillito que uno pone por día. Después, cuando los empezás a sumar, ves que son 365 por año, en diez años son 3650 y cuando multiplicás después por 30, 40, son muchos ladrillos”.
– ¿Se te cruzó por la cabeza que Bashkara, el indio que origina el nombre del premio Lilavati, hacía lo mismo que vos, libros para difundir la matemática?
– Es lógico que en aquel momento la matemática diera pie a cosas más divertidas y populares, se jugaba mucho más y la matemática tenía su costado lúdico mucho más visible. Se mostraba, en lugar de tener escondidas todas sus virtudes. Lo que nosotros hacemos en el mundo occidental es exponer todas las cuestiones y complicaciones técnicas para abordarla. Nadie empieza a jugar al fútbol preparando una barrera para un tiro libre o aprendiendo las reglas de juego, no se sientan los chicos en la calle a aprender las reglas antes de ir a jugar. Es lo mismo con la matemática.
– Vos trabajás para cambiar eso. ¿Hay relevo en las nuevas generaciones?
– Sin duda. Me parece, tengo la percepción de que algo está cambiando, por lo menos hay una noción de que hay algo dentro de la matemática que nos estuvimos perdiendo y que no está bien que se nos haya escamoteado todo eso. Estoy inmerso en una suerte de cruzada con un montón de gente, en la búsqueda de que eso cambie; y van a venir seguro -de hecho ya están apareciendo- muchos jóvenes que van a cambiar eso, van a recoger el testimonio y van a hacerlo más entretenido, con mejores argumentos, mejores herramientas.
– ¿Más allá del premio en sí, pensás que el Lilavati puede servir para apoyar algún objetivo o proyecto tuyo?
– Los premios en general suelen envilecer a las personas, yo quiero tener mucho cuidado con eso. No te lo sé explicar muy bien, primero porque la magnitud de este honor es una cosa que me cuesta mucho trabajo de poner en perspectiva, estoy todavía muy impactado por todo lo que pasa, por lo que está por pasar en realidad. El hecho de que me hayan ofrecido dar una de las dos charlas del Congreso… Es un anfiteatro con cinco mil personas, todavía me falta que me pasen muchas cosas. Todavía no puedo hacer un análisis de lo que me va a pasar hasta que me pase, cuando me pase después te cuento.
– ¿Y de qué vas a hablar?
– Voy a hablar un poco de la historia, de lo que te estuve contando, de lo que me sirvió a mí para avanzar en todo este tiempo.
– ¿Qué te interesa que toda esa gente sepa de vos?
– A mí me importa mucho que esto sea interpretado como un reconocimiento a un hombre de Exactas; para mí yo soy un representante de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.
También en casa |
Adrián Paenza es un ser claramente excepcional. Es sin dudas la persona que más ha influido en lograr que la matemática sea mirada con interés por públicos diversos. Lo tuve como docente hace 37 años, y ya en ese momento sus clases eran inolvidables.
Cuando uno lo ve explicar un problema nota que es distinto, que tiene un “don”. Adrián tuvo tanto la visión como la oportunidad de aprovechar esa cualidad distintiva de una manera que impactara no solamente en un aula universitaria por cuatrimestre, sino en la sociedad en su conjunto. Sus libros, columnas semanales en diarios y los programas de televisión atraviesan a las personas que contacta, y las cambia para siempre. Por eso, cuando Adrián decidió dejar su cargo de Profesor Regular sentí que teníamos que pedirle que nos honrara siendo Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires, cargo ad honorem y vitalicio. Ahora, acaba de recibir el reconocimiento de sus colegas de Asociación Matemática Internacional por su destacada contribución a la difusión pública de la disciplina. Otro premio que le hace justicia. Jorge Aliaga, |
Fuente: El Cable Nro. 845