El sueño del edificio propio

En pocos días comenzará el concurso de ideas para la construcción del edificio que albergará al Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias. Estará ubicado frente al Pabellón de Industrias y promete convertirse en un centro de primer nivel internacional.

3 de septiembre de 2008

Uno de los sectores más interesantes que ofrece la Ciudad Universitaria de la UBA es el que ocupa el campo de arquería: una extensa franja verde paralela a la costa del Río de la Plata, vecina al Parque de la Memoria y ocupada por un contenedor, blancos de tiro y grandes fardos de paja. En ese espacio se comenzará a construir a partir del año próximo el nuevo edificio del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) UBA-Conicet, que permitirá no sólo mudar el actual instituto -que hoy ocupa parte del segundo piso del Pabellón II de Exactas- sino también expandirlo en su estructura y en su propuesta científica.

“Para nosotros es un paso muy importante que nos permite fortalecer la estructura de investigación”, indica el biólogo Alberto Kornblihtt, referente del instituto y director del denominado “Proyecto Nuevo Edificio”, quien agrega que “esto generará un mayor compromiso con la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, especialmente porque se incorporarán grupos de investigación que ya existen y tienen relación con la Facultad pero que desarrollan sus actividades fuera de Ciudad Universitaria”.

Al respecto, el director del IFIBYNE, Osvaldo Uchitel, explica que “la idea central es reforzar las actividades de docencia e investigación dentro del marco universitario y si bien en muchos momentos de crisis en el desarrollo de este proyecto surgió la posibilidad de pensar en otros lugares fuera del marco de Ciudad Universitaria, estos fueron descartados de plano porque iban en contra de la filosofía del proyecto”.

Ideas en concurso

Lo que será el nuevo edificio es hoy una lista de requerimientos que incluye la caracterización minuciosa de todas las necesidades del futuro instituto. Esta base, realizada por los arquitectos asesores Tito Varas, Eduardo Beckinschtein y Martín Bacigalupo, es sobre la que deberán trabajar los arquitectos que participen del concurso del cual saldrá el proyecto elegido para remozar una Ciudad Universitaria que lleva ya más de 50 años de parálisis. La particularidad del concurso es que está a cargo de una institución señera y respetada, la Sociedad Central de Arquitectos, y habrá jurados de la misma Sociedad, de la Facultad de Arquitectura de la UBA, de la Federación de Entidades de Arquitectos y del Instituto.

El predio cedido por la Universidad para el nuevo IFIBYNE está ubicado a continuación del Bioterio Central, frente al Pabellón de Industrias, y tiene una superficie total de 7.366 m2. Los requerimientos básicos delineados por los asesores fueron establecidos previamente por una comisión de representantes del Instituto integrada por Uchitel, Kornblihtt, Omar Coso, Daniel Tomsic, Adalí Pecci y Marcelo Rubinstein. Los investigadores tomaron sus decisiones de acuerdo con “un proyecto académico muy amplio que involucra nuevas líneas de investigación y el aggiornamiento de muchas líneas de investigación”, indica Uchitel y agrega que “el espacio cubierto del Instituto será de unos 5.800 m2 y prevé un crecimiento de al menos un 20 por ciento sobre el número de investigadores, técnicos, becarios y administrativos que lo fundarían”.

Kornblihtt, como director del proyecto, especifica que se partió de “una idea, de un proyecto académico que en parte fue trasladado a las bases: quiénes somos, qué tipo de ciencia hacemos, qué tipo de ciencia queremos hacer, en qué campo queremos innovarnos”. Pasando a los actos, hubo que hacer un relevamiento de quiénes serían aquellos que se mudarían al nuevo edificio y establecer sus necesidades. “Fue un trabajo muy arduo porque los arquitectos requieren mucha información para realizar un proyecto”, dice Kornblihtt.

Un lugar soñado

El instituto resultante puede entreverse como de primer nivel, con instalaciones y comodidades muy particulares para el sistema científico nacional. Contará con oficinas administrativas de personal, contaduría, y de importación; sector de talleres para mantenimiento, office y depósitos varios. Habrá oficinas disponibles tanto para jefes como para investigadores y estudiantes, y los laboratorios estarán distribuidos de una manera integrada. “Uno está acostumbrado, tanto en la Facultad como en tantos otros lugares, a que cada investigador con sus tesistas esté en un lugar cerrado, como en celdas”, indica Kornblihtt. “Nosotros discutimos mucho y coincidimos en proponer el trabajo en grandes espacios con mesadas que sean continuas para que se favorezca la interacción”.

En particular, los laboratorios estarían integrados en un espacio común de casi 1.000 m2 que no presentaría separaciones sino 30 unidades de trabajo dispuestas en un sistema de mesadas vecinas. Están previstos cuartos para peces, cangrejos, ranas, plantas; para cultivos de células, para microbiología, cámara fría y, entre otras dependencias, un búnker para radiactivos.

Aparte de un salón de usos múltiples, habrá un auditorio para 200 personas, cuatro salas de reuniones y, en el corazón del predio, la cafetería. También contará con sala de descanso, armarios ubicados en las áreas de circulación, vestuarios, estacionamiento para 50 autos y para bicicletas y una parquización perimetral de 300 m2.

El llamado a concurso para las propuestas se abrirá la semana que viene y habrá unos 45 días para que los arquitectos desarrollen sus ideas. “El ganador del concurso será contratado para desarrollar los planos y la documentación con la cual el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva realizará una licitación para la construcción”, explica Kornblihtt, quien se entusiasma calculando que a mediados de noviembre estará el fallo del jurado, a fin de año se firmaría el convenio con el ganador (que se llevará un premio de 100 mil pesos) y a principios del año que viene estaría en marcha la licitación. El plazo de ejecución previsto para la obra es de 36 meses, y el presupuesto es de 25 millones de pesos.

Las idas, las vueltas, las promesas

Según cuenta el director del IFIBYNE, “hace cerca de cinco años surgió la necesidad de ampliar las instalaciones debido al requerimiento continuo de gente joven para incorporarse a los laboratorios que habíamos desarrollado en el segundo piso de la Facultad”. En un primero momento, las autoridades del Instituto pensaron que era posible expandirse dentro mismo de Exactas, pero las necesidades de expansión no eran sólo de ellos, sino que todas las áreas científicas comenzaron a experimentar un importante crecimiento, generado, principalmente, por la gran cantidad de científicos que retornaron al país.

El rector de entonces, Guillermo Jaim Etcheverry, “planteó la posibilidad de que se construya un edificio nuevo en la Ciudad Universitaria y pronto pudimos elaborar un proyecto de nuevo edificio que nos posibilitó buscar fondos”, recuerda Uchitel y destaca que, “a partir de ahí, comenzó una nueva etapa que se cerró con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el convenio con la UBA, que dispuso del terreno, además del aval del Consejo Directivo de la Facultad”, que apoyó en unanimidad la construcción del edificio en el predio de Ciudad Universitaria. También destaca Uchitel la labor al respecto del decano Jorge Aliaga, “quien en persona se ocupó de respaldar el proyecto”.

El biólogo Omar Coso es director adjunto del IFIBYNE y a la hora de responder acerca de cuándo surgió la necesidad de ampliar el Instituto, da vuelta la pregunta. “¿Cómo puede ser que no exista esa necesidad”, dice. Y aclara: “No lo veo sólo como una necesidad ante un requerimiento concreto ¿por qué hay que pensar que de acá a cinco años voy a seguir en la misma oficina, con el mismo número de mesada? Tenemos que ir transformándonos”. Asimismo, asume un criterio de responsabilidad frente a los más jóvenes: “Lo que tenemos que hacer es actuar como catalizadores para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de empezar a trabajar en un espacio que nosotros no tuvimos cuando nos insertamos en el sistema científico”.

A la hora de catalogarse, tanto Kornblihtt como Uchitel se definen como “los viejos” y se refieren al resto de los presentes en la charla con el Cable (Coso y Daniel Tomsic) como “los jóvenes”. Más allá de lo que indiquen las partidas de nacimiento, lo cierto es que los científicos más jóvenes tendrán más tiempo por delante para aprovechar el instituto que estará terminado -previendo el mejor de los panoramas- en no menos de tres años. Ante este análisis, Tomsic destaca el trabajo de “los viejos”, señalando que “ellos desean que la gente que va a hacer su posdoctorado afuera termine finalmente en el país y por eso tomaron la responsabilidad de generar un nuevo espacio”. Y define esa actitud como “un gesto de generosidad, porque el resultado no será para ellos, y hay que ver si es para la gente de mi generación”.

En cuanto a las posibilidades de realización del proyecto, nada parece indicar grandes desfasajes frente a lo previsto, sobre todo teniendo en cuenta el compromiso público de la presidenta Cristina Fernández, quien anunció en febrero pasado la creación del nuevo edificio junto con el ministro Lino Barañao como parte del “Plan Federal de Infraestructura para Ciencia y Tecnología” con un presupuesto global de 450 millones de pesos.

Anillaco al revés

Sin ocultar entusiasmo, Kornblihtt anticipa que sus declaraciones “pueden sonar petulantes” y se despacha: “Pienso que el nuevo edificio va a marcar un hito científico académico porque el Instituto es importante y porque la gente que lo llenará tiene suficiente trayectoria. Esto es fundamental porque resulta el proceso inverso a otros institutos, como el de Anillaco, que se hicieron por motivos políticos y después hubo que llenarlos”. Al respecto, Uchitel destaca que “acá la cuestión no es solamente ampliar el número de laboratorios sino el número de líneas de trabajo”, que fueron definidas en tres áreas: bioquímica, biología molecular y celular; electrofisiología y comportamiento animal.

El director también destaca que se planean actividades de extensión taller como “desarrollar docencia con especial objetivo en la escuela media”. Además, indica que “hay un proyecto de acoplar este desarrollo al crecimiento del Bioterio, con todo lo que significan los animales transgénicos en áreas como las neurociencias”.

La vida del Instituto estará a cargo de los 140 miembros con los que hoy cuenta, más unos 60 que actualmente desarrollan sus actividades en otros institutos del Conicet.

“El nuevo edificio forma un triángulo con los pabellones I y II por donde circularán los estudiantes y espero se genere interdisciplinariedad, ya que las condiciones están dadas: habrá espacios para conferencias, divulgación y esperamos que el edificio sea llamativo, que llame la atención de la gente y que los atraiga a la ciencia de un modo positivo”, señala Omar Coso.

Por su parte, Tomsic también sugiere que el emprendimiento dará buenos frutos: “Es la esperanza de aquellos que están afuera esperando volver o de los que están a punto de irse y pueden confiar en encontrar un lugar a la vuelta”. Finalmente, comenta: “No se han construido edificios de investigación durante muchísimos años, y esto es un mensaje de que la experiencia se puede repetir en otros lugares”.

Fuente: El Cable Nro. 697

Armando Doria