El mural pendiente

Después de más de 50 años de espera, la Facultad saldó una deuda: se realizó un mural sobre el escenario del Aula Magna del Pabellón 1 que había sido previsto antes del golpe de Onganía y nunca se había podido concretar. La trilogía del grupo muralista "Espartaco" se completa con los otros dos murales históricos del Pabellón.

11 de abril de 2019

Si a una trilogía le falta una de las tres obras que la componen es porque hay una historia inconclusa. Y vaya si quedaron historias sin cerrar aquella larga noche en la que los bastones del dictador Juan Carlos Onganía cayeron sobre el país y, por ende, sobre la Universidad.

Cuando en los próximos días se inaugure el mural que coronará el Aula Magna del Pabellón 1 una de estas historias por fin completará su círculo y los tres murales planeados a principios de los años 60 tendrán finalmente su merecida culminación.

Tres miembros del Grupo Espartaco, un movimiento de artistas argentinos que promovieron el arte social y rechazaron el colonialismo cultural, fueron los encargados de planificar los murales en cuestión. Los dos primeros lograron concretarse en 1965. Uno de ellos, La espera fue realizado por Mario Mollari en la planta baja del Pabellón I. El otro, La ciencia y el mito, se encuentra en el primer piso del mismo pabellón y fue creado por Juan Manuel Sánchez. Pero, para cuando Carlos Sessano iba a comenzar con el suyo, ya había llegado el fatídico 29 de junio de 1966 y, con Onganía, el proyecto quedó en el olvido. Nadie hubiera imaginado entonces que la historia tendría un segundo capítulo 50 años más tarde.

La rueda comenzó a girar de nuevo en septiembre de 2015, cuando las documentalistas Ana Caride y Malena Sessano (hija de Carlos) pidieron autorización a la Facultad para filmar en el Pabellón I un documental sobre el grupo Espartaco. La filmación disparó una nota que fue publicada en los medios de la Facultad donde se reveló el destino que estaba previsto desde hacía décadas para la pared curva ubicada sobre el escenario del Aula Magna. Y esa revelación desencadenó la catarata de eventos que culminan en la actualidad con el mural terminado.

Pero, aunque haya algo de fortuito, mucho más hay de tesón y perseverancia en quienes impulsaron el sueño de completar la historia truncada. Uno de ellos fue Alejandro Nadra, licenciado en Biología, doctor en Química y entusiasta de las artes (por gusto y por tradición familiar). Otra, Laura Olalde, artista plástica, fascinada con la biología.

“En el año 2013, junto con Ignacio Sánchez, también profesor de la facultad, hicimos un curso de biología sintética con particular interés en que hubiera interdisciplina. Por eso invitamos a gente que no fuera de la Facultad. Así vino Laura Olalde, que sin haber tenido formación en biología, fue muy activa en la interacción y en el aprendizaje”, rememora Nadra.

Tanto fue así que, al año siguiente, Olalde fue invitada a participar del curso como docente, en temas de bioarte. Al mismo tiempo, comenzaron a buscar la forma de complementar la visión desde el arte y la ciencia para hacer creaciones en conjunto. “Lo que buscábamos eran formas de presentar la estética de lo microscópico, cómo son esas estructuras y de qué otras maneras se pueden presentar que no sean las usuales”, explica Laura Olalde, egresada de la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y magister en artes electrónicas en la Universidad de Tres de Febrero. De esta manera quedó conformado un colectivo al que llamaron Proteus, con el que concretaron varios proyectos.

Fue entonces cuando apareció la nota y una nueva chispa se encendió. “Nos dimos cuenta de que había una deuda histórica para saldar en relación con esta superficie blanca que estaba sobre el escenario del Aula Magna del Pabellón 1 y que mucha gente pensaba que era una pantalla de cine panorámica”, sonríe Olalde. “Cuando vi que un panel que nunca había entendido por qué estaba acá tenía un destino pensado en los años 60 y que ese destino era una intervención de artistas en las propias paredes de la Facultad, surgió la idea loca de decir: ‘hagamos que se termine’”, agrega, con entusiasmo, Nadra.

Nadra contactó entonces a Malena Sessano y ella lo puso en contacto con su padre, Carlos Sessano, que está viviendo en Valencia, España. La idea de terminar la trilogía, durante tanto tiempo inconclusa, le generó al artista el mismo entusiasmo que a sus impulsores. “El paño me estaba esperando. Estaba en blanco, todavía en el lugar, en el Aula Magna. Me emocionó mucho la posibilidad de hacerlo”, cuenta Sessano.

Pero todavía había que salvar algunos escollos no menores: la distancia, la disponibilidad del aula para realizar el trabajo, la edad de Sessano -que por entonces ya tenía 80 años- y, fundamentalmente, el financiamiento. “Buscamos financiamiento privado, en fundaciones, en curadores de arte y, por distintos motivos, no conseguimos los recursos necesarios para que viajara Sessano, ni para los materiales”, explica Nadra.

Sin embargo, sin desmoralizarse, comenzaron un intercambio de ideas y bocetos por mail y por whatsapp. Sessano dijo: “Si en aquel entonces tenía algún boceto, ya no me lo acuerdo, pero ayúdenme a pensar cómo sería el mural que falta allí”.

“Sessano nos pidió que le sugiriéramos temas contemporáneos para sumar a las ideas que él ya tenía y, de alguna manera, buscó empezar a darle una impronta que dialogara con los otros dos murales para que se armara la tríada”, recuerda Olalde.

El colectivo Proteus se reunió entonces a pensar cuáles serían los conceptos que querrían que estuvieran presentes. De este modo, aparecieron temas como la biodiversidad, la transmisión de conocimientos entre generaciones, la impronta de América Latina, la interacción entre arte y ciencia.

“Sessano nos fue enviando los primeros dibujos, nos invitó a que nosotros proyectáramos, diseñáramos y así, un poco a través de mi mano, se empezaron a incorporar en forma de dibujos lo que nosotros le íbamos respondiendo. Fuimos puliendo el boceto original pero la dirección siempre fue de Sessano, porque es su mural”, cuenta Olalde.

Así, en 2016, el grupo presentó la idea en Exactas, aunque todavía no contaban con ningún tipo de financiamiento. “Pensamos que si la Facultad mostraba interés en hacerlo iba a ser más fácil conseguir fondos. Si bien nunca se aprobó una resolución formal, hubo cierto interés. Pero aún así, los fondos seguían sin aparecer”, se lamenta Nadra.

Sin embargo, la solución llegaría con la remodelación del Aula Magna. La realización del mural podía entrar como parte de la puesta en valor y el decano, Juan Carlos Reboreda, les dijo que podía apoyar con los recursos que hicieran falta para los materiales y para los artistas.

“Retomamos entonces el impulso con Sessano. Él siempre había tenido en mente para la realización del mural a Matías Mollari, el hijo del otro integrante de Espartaco. También participó un grupo de mujeres muralistas que forman el colectivo Matrias Mural, muy comprometido con el trabajo comunitario y con una militancia feminista. Tres de ellas son Inti Paula Escobar, Laura Julieta Pérez Guillén y Luciana Iasil. Luego Patricia Salatino, y yo conformamos el equipo”, cuenta Olalde.

La remodelación del Aula Magna comenzó en enero de este año pero, por incompatibilidades en el uso de andamios, la confección del mural se fue retrasando y recién se inició el 13 de marzo. “Hemos realizado en tres semanas un trabajo que fue muy exigente pero tenemos la gratificación de verlo terminado de acuerdo al boceto”, dice la muralista.

Desde España, Carlos Sessano describe qué fue lo que quiso reflejar en su obra: “Traté de plasmar temas como la liberación, el trabajo en equipo, la historia del conocimiento, América como esfuerzo, como identidad y, por último, la relación del ADN con la recuperación de la identidad de los nietos de las Abuelas de Plaza de Mayo. Para elegir el lenguaje que pudiera contemporizar con el trabajo de Mario (Mollari) y de Juan (Sánchez), traté de buscar un lenguaje intermedio entre lo que yo hacía cuando estaba en Espartaco y lo que hago ahora, que es un lenguaje diferente porque, claro, pasaron 50 años”.

Laura Olalde, que fue el motor que terminó plasmando en el paño ese boceto ideado a la distancia, agrega: “El mural tiene un estilo bastante cubista, aunque también aparecen otros elementos que le dan una impronta de collage. Todo eso va armando una gran sinfonía. Es como una partitura de elementos que se encuentran, con alusiones a Latinoamérica, a construcciones y arquitecturas mayas, al jinete de la liberación, la transmisión intergeneracional, la construcción de pensamiento. Pero no es del todo cubista porque también hay varias alusiones a Leonardo Da Vinci, por ejemplo, en la descripción de la pata de caballo, un dibujo analítico de la estructura de una pata, con todas sus medidas. Leonardo es la última figura en la que no se distingue esa división de dominios entre el arte y la ciencia. Él conjuga, dentro de la figura del genio individual típica del Renacimiento, la unión de las distintas áreas del conocimiento. Por eso está muy presente en el dibujo del viejo sentado, en la descripción de un ala, en los sólidos platónicos. Yo creo que estamos muy cerca los artistas de los científicos, en la curiosidad y en la creatividad y en la imaginación”.

El mural en sí mismo da cuenta, tal vez, de esos 50 años de postergación en los que la trilogía quedó latente, sin concluir. Y su propia historia le dio el nombre que llevará de aquí en más: El Mural Pendiente.

Alejandro Nadra, que fue el otro motor que le dio impulso al proyecto, pero desde abajo del andamio, sintetiza su filosofía: “Hay un libro de Alexandre Grin que se llama Las velas rojas. Allí hay una aseveración que me parece inspiradora y que dice: ‘si alguna vez encontrás a alguien con sed de un milagro y ese milagro está a tu alcance, hacélo con tus propias manos porque eso le va a dar un alma nueva y también te va a dar una alma nueva a vos’. Esa es la idea. Si podemos hacer algo, tenemos que hacerlo. Por muy complicado que esté todo, hay cosas que uno cree que tiene a su alcance y tiene que poner la energía y la perseverancia para hacerlo. Hay algunas historias que merecen la pena cerrar y está bueno seguirlas. En un contexto muy desfavorable para el país, tanto para los ánimos como para la ciencia y la tecnología, poder ganarle una pequeña batallita a lo que quiso truncar Onganía hace 50 y pico de años es muy reconfortante”.

El mensaje del artista

El artista plástico Carlos Sessano, radicado en Valencia, envió un mensaje al decano Juan Carlos Reboreda una vez finalizada la obra del Aula Magna del Pabellón 1. En el mensaje expresa su «más profundo agradecimiento por el esfuerzo que supone el apoyo prestado para la realización del proyecto del Mural del Aula Magna, sobre todo teniendo en cuenta por las circunstancias aciagas por las que está pasando la Facultad debido a las políticas del gobierno». Y resalta la «constancia y la paciencia» de Alejandro Nadra, Laura Olalde y Malena Sessano (su hija) «sin los cuales esto no habría sido posible».

Antes de agradecer por última vez, Sessano indica en su mensaje que «el resultado es para mí muy satisfactorio, sobre todo por lo que significa como (y no encuentro bien las palabras…) ejercicio, metáfora o testimonio de la memoria de este Mural pendiente y su pequeña historia. Espero no haber defraudado sus expectativas».

Quiero resaltar el empeño , la constancia y la paciencia que tuvieron tres personas sin las cuales esto no habría sido posible, Alejandro Nadra, Laura Olalde y mi hija Malena Sessano que siempre confiaron en que se haría.
Al fin se dieron las coincidencias que permitieron formar un grupo desinteresado de artistas muy capacitado y talentoso y humanamente entrañable que decidió afrontar el trabajo y con el cual pese a la distancia llegamos a tener el grado de entendimiento y compenetración necesario para poder trabajar conjuntamente.
El resultado es para mi muy satisfactorio, sobre todo por lo que significa como (y no encuentro bien las palabras…) ejercicio, metáfora o testimonio de la memoria de este Mural pendiente y su pequeña historia. Espero no haber defraudado sus expectativas.
Gracias de nuevo.
Un abrazo a todos

Patricia Olivella