El corazón mirando al Sur
Hija de la Época de Oro de la UBA, Eugenia Kalnay desarrolló una destacada carrera en los Estados Unidos, pero sin perder nunca el contacto con la Argentina. En esta entrevista con el Cable, habla de su inserción en una sociedad machista, del Honoris Causa que acaba de recibir y de su compromiso con la enseñanza, que la llevó a realizar una donación destinada a becas para estudiantes.
El Cable habló con Eugenia Kalnay durante un recreo del curso de especialización que organizó en Exactas y del que participaron más de 100 estudiantes de meteorología de toda Latinoamérica. Actualmente docente e investigadora de la Universidad de Maryland, Kalnay no sólo viaja cada año a la Argentina con la agenda cargada de actividades académicas -de hecho, la semana que viene estará a cargo de un importante congreso con presencias de primer nivel internacional- sino que se mantiene atenta a la realidad del país que la vio partir después de la Noche los Bastones Largos. Y esa cercanía puede percibirse en el interés que demuestra por la formación de estudiantes y por su reconocido compromiso con el desarrollo de la meteorología en nuestro país.
Desde su llegada a los Estados Unidos, la tierra donde se radicó, la meteoróloga logró ocupar lugares destacados en la NASA y en el Servicio Meteorológico de ese país. Además, su pergamino cuenta con un ítem que la llena de orgullo: fue la primera mujer que se doctoró en el reducto machista que solía ser el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
– ¿Usted dejó la Argentina a causa de la Noche de los Bastones Largos?
– Así es. Me fui en enero de 1967. Meditándolo ahora, a veces pienso que renunciar en forma masiva quizás no haya sido la mejor opción, pero en ese momento fuimos muchos los que decidimos seguir a Rolando García, que tomó, con mucho coraje, la iniciativa de dejar el país. Yo, en particular, me fui al MIT gracias a la recomendación que le hizo García a quien luego fuera mi profesor.
– ¿Cómo vivió la experiencia de integrarse a una sociedad nueva?
– Pensaba que iba a llegar a un país mucho más adelantado que el nuestro, donde, por ejemplo, las mujeres ocuparan un 50 por ciento de los cargos de investigación, ya que en Argentina ocupaban un tercio. Pero me encontré con que era la única mujer y eso fue una gran sorpresa para mí.
– Pero fue más que la única estudiante: fue la primera mujer en obtener un doctorado en meteorología en el MIT.
– Y también fui la primera estudiante que se embarazó.
– ¿Teniendo en cuenta esa realidad, era difícil la vida académica?
– Al principio, algunos compañeros me dijeron que me tenían lástima porque yo no sólo era mujer sino también de Latinoamérica, después no me tuvieron más lástima porque me convertí en la mejor alumna. Poco después, comenzó un movimiento de liberación de la mujer, que era muy necesario en los Estados Unidos porque las mujeres eran consideradas una clase inferior: las mujeres y los negros. Yo no lo podía creer. Por ejemplo, cuando estudiaba vivía en un edificio de departamentos para estudiantes casados y me cruzaba con mujeres únicamente cuando iba a lavar la ropa en los lavaderos. Las mujeres estaban realmente oprimidas en esa época. Había unas chicas que me decían que toda la vida habían querido estudiar química pero que los profesores no les prestaban atención porque consideraban que era una pérdida de tiempo.
– Entonces pudo ser ventajoso estudiar en la Argentina.
– Yo siempre pienso que si hubiera tenido la mala suerte de nacer en Estados Unidos nunca hubiera tenido la oportunidad de hacer lo que estoy haciendo ahora. Y no solamente por la situación de la mujer, que estaba mucho mejor que en los Estados Unidos, si no porque estudiar en la facultad de Rolando García y Manuel Sadosky fue una gran ventaja. Cuando llegué al MIT me parecía que era todo era fácil comparado con lo que había tenido que estudiar acá.
– ¿Intentó regresar a instalarse en el país?
– Junto con mi primer marido pensábamos volver pero justo llegó la dictadura, entonces decidimos ir al Uruguay donde tanto García como Sadosky estaban haciendo una obra maravillosa. Uruguay fue muy generoso aceptando exiliados, pero al poco tiempo empezó la dictadura en Uruguay así que volví a Estados Unidos. Igualmente, siempre tuve ganas de volver.
– Pero sí mantuvo contacto académico.
– Cuando terminó la dictadura restablecí contactos, en especial a través de la doctora Carolina Vera, quien fue alumna mía cuando yo era directora de la División de Investigación del Servicio Meteorológico de los Estados Unidos, y ahora es la vicedecana de la Facultad. Con el tiempo, el contacto académico se fue intensificando y vengo todos los años a la Argentina, aunque este año vine en dos oportunidades.
– ¿Puede comparar la Facultad en la que se formó con la actual?
– Aquella fue una época realmente de oro porque teníamos profesores increíbles, pero veo que los profesores que hay ahora son prácticamente tan buenos como ellos y que están poniendo el alma en hacer todo lo mejor posible, así que las cosas están mejorando mucho.
– ¿Como hija de la universidad del 66, continúa conjugando la docencia con la investigación?
– Tuve dos cargos bastante importantes en mi carrera, el de la NASA y el del Servicio Meteorológico, donde fui directora de la división, pero en ninguno podía tener alumnos. Pese a esto, nunca dejé de trabajar con gente joven. Y ahora que estoy en la Universidad de Maryland, y le dedico mucho a la docencia, estoy haciendo más investigación de lo que hice antes, y es porque tengo la suerte de que vienen jóvenes de todo el mundo para ser alumnos míos. Mi segundo esposo falleció hace un año y eso fue muy duro para mí, pero por suerte tengo esta especie de familia extendida de hijos en todo el mundo y eso me da mucha felicidad.
– Hay una consideración especial por la meteorología a partir de la explosión del tema del calentamiento.
– El cambio de clima es algo muy serio que se viene y que hay que confrontar y estudiar, por eso la meteorología es una disciplina central.
– ¿Considera que se obtendrá mayor compromiso político a nivel global en la reducción de gases?
– Estados Unidos tendría que haber sido el líder en ese compromiso y no lo fue. Lamentablemente, la administración de Bush fue el ancla que retrasó las políticas de reducción de gases. No nos podemos quejar de la cantidad de dinero que se puso en la investigación, pero en vez de hacer cosas para disminuir el cambio del clima nos decían que “tenemos que investigar más si va a ocurrir o no”. Hubo mucha investigación liderada por los Estados Unidos, pero no se tomaron las decisiones necesarias. Al contrario, hicieron todo lo posible para no participar en el acuerdo de Kioto. Hay que hacer algo y ya perdimos diez años, porque hace diez años ya sabíamos que esto iba a pasar y no se hizo nada. Europa y Japón están mucho más adelantados.
– ¿Usted ve la situación como dramática?
– La situación de los océanos probablemente retrase el calentamiento mundial, pero hay cuestiones complicadas, como el nivel del mar, que seguro va a subir. Si se derrite Groenlandia, subirá dos o tres metros; si se derrite parte de la Antártida va a subir 10 metros y eso es mucho. Tenemos que hacer algo importante, conservar energía, usar energía eólica, energía solar. Argentina, por ejemplo, tiene muchas posibilidades de poder usar energía eólica y solar en la Patagonia.
– Hay algunos científicos que no adhieren a la hipótesis de que el calentamiento es debido a la actividad humana.
– Son más o menos el uno por mil de los científicos, y salvo algunos casos, prácticamente todos están pagados por las compañías petroleras. Lo que hacen estos científicos, llamados “escépticos” es taparse los ojos para recibir dinero. Considero que no hay dudas, se mire como se mire, acerca de cuál es la situación que está viviendo el Planeta y de sus causas.
– ¿Como vivió el doctorado Honoris Causa que recibió el jueves pasado en la Facultad?
– Es una alegría muy grande. Estoy muy agradecida y honrada, fue muy lindo que haya sido el mismo día en que el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos cumpliera su 50 aniversario. Y también me alegra mucho que todo esto esté acompañado del hecho que el Servicio Meteorológico Nacional de la Argentina haya sido recuperado: era el último resabio de la dictadura. La Fuerza Aérea lo usaba como la gallina de los huevos de oro para tener las entradas de los impuestos de viaje de los pronósticos en los aeropuertos. Por esa razón se cerraron y destruyeron muchísimas estaciones meteorológicas que no estaban en aeropuertos. Era horrible ir al Servicio Meteorológico. Las pocas veces que fui, me daba vuelta el estómago ver a los militares dándoles órdenes a los pocos científicos civiles que quedaban. Ahora es una alegría muy grande entrar ahí y no ver armas ni militares.
Un aporte para nuevas becas |
El llamado a becas para 2009 contará con una nueva línea. A partir de la donación de 100 mil dólares que hace pocos días realizó Eugenia Kalnay, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales ofrecerá becas específicas para los estudiantes de la carera de Ciencias de la Atmósfera. “Por casualidad, leí un artículo sobre las becas Sadosky y pensé que yo tenía que hacer una colaboración para que haya más oportunidades. No tengo problemas económicos y estoy en condiciones de ayudar, de devolver un poco de todo lo que me dio la Universidad”, explicó la meteoróloga, que se definió como una “persona austera que no necesita más de lo que tiene”.
Kalnay comparó la situación con los Estados Unidos, indicando que “allá es muy común que los graduados donen a las universidades, y esto es muy necesario porque las universidades cuestan muchísimo. Entonces, en el caso de la universidad pública en la Argentina es mucho más necesario, porque yo hice mi carrera sin pagar un centavo”. Y agregó que espera que las nuevas becas puedan servir para “ayudar a que los chicos con talento puedan explotar su potencialidad”. También destacó la importancia de Ciencias de Atmósfera, que considera como “una carrera hermosa que permite hacer cosas útiles que se pueden aplicar y que tiene la posibilidad de generar beneficios para la humanidad”. |
Fuente: El Cable Nro. 706