Diseñan un sensor para detectar componentes de bacterias

Este método desarrollado por investigadores del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física de la Facultad es más rápido, barato y no involucra el uso de una rara especie animal, como el sistema actualmente empleado en el mundo. Se halla en la fase experimental donde viene obteniendo muy buenos resultados.

16 de junio de 2010

El dispositivo necesita sólo un par de gotas. En apenas quince minutos, el aparato puede detectar si la muestra contiene componentes de bacterias que si ingresaran al organismo por el torrente sanguíneo causarían peligrosas reacciones inflamatorias. Se trata de un sensor más rápido, barato y sencillo que los métodos actualmente empleados en el mundo y fue diseñado tras ocho años de estudio por investigadores argentinos. En este momento, el mecanismo sorteó con éxito las pruebas de la fase experimental y requerirá superar más exámenes antes de un uso masivo.

El equipo científico centró su mirada en detectar de modo más simple y veloz las endotoxinas o pirógenos, que “representan uno de los más peligrosos contaminantes de origen microbiológico en soluciones acuosas que entran en contacto con la sangre, como las infusiones parenterales o las soluciones de hemodiálisis”, describen los doctores Fernando Battaglini, Jorge Yánez Heras y Diego Pallarola del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física (INQUIMAE) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, recientemente en la revista “Biosensors and Bioelectronics”.

Las endotoxinas o pirógenos son parte de las bacterias Gram-negativas, y por sí solas inquietan. “Cuando ingresan al torrente sanguíneo producen una severa reacción inflamatoria que genera alta fiebre y posibles daños al organismo. Es por ello que resulta muy importante detectar la presencia de estas endotoxinas en los productos que tienen contacto con la sangre como las drogas inyectables o el agua usada en hemodiálisis”, explica Battaglini. De hecho, en el mundo a diario se llevan adelante estos controles con métodos complejos.

Uno de los sistemas consiste en inyectar a un conejo una muestra del producto a evaluar y luego medir si aumenta la temperatura corporal del animal. Otro, el más habitual, requiere extraer un componente –la linfa- de un particular cangrejo que habita únicamente en las costas de Japón y del este de Estados Unidos. “Estos métodos son de dedicada aplicación y bastante caros”, compara Battaglini, a quien siempre lo obsesionó reemplazar los tests que involucran el uso de animales por análisis químicos.

“La prueba actual demora una hora, en cambio este ensayo requiere sólo quince minutos. Al sensor se le aplica una señal eléctrica y su respuesta se analiza por métodos estadísticos. No sólo es capaz de detectar pirógenos sino también otros contaminantes provenientes de las bacterias Gram-negativas como su DNA, que hoy en día la comunidad médica sospecha que cuando se introduce en el organismo también podrían producir fiebre”, relata Battaglini desde su laboratorio en la Ciudad Universitaria.

Rapidez al requerir sólo un cuarto del tiempo que hoy insume el método convencional, simpleza pues no necesita agregar reactivos ni usar animales y mayor diversidad a la hora de detectar contaminantes son algunas de las ventajas que este sensor que se halla en fase experimental. “El dispositivo funciona para la bacteria Salmonella minnesota y se debe probar con otras bacterias”, apunta el científico.

Por último, el especialista marca otra posibilidad futura: “El dispositivo se puede miniaturizar y automatizar completamente. Esto es importante para que pueda ser incorporado en equipos de aplicación médica o en la línea de producción de medicamentos y de este modo medir directamente si la concentración de endotoxinas se halla dentro de los límites permitidos por las autoridades sanitarias”, concluye.

Demanda mundial
Una aplicación posible de este sensor será asegurar, de modo más veloz y simple que el actual, la ausencia de peligrosos contaminantes en el agua usada para diálisis en enfermos de riñón. “Pacientes con insuficiencia renal crónica en planes de diálisis en el mundo ascienden a 1.890.000 individuos: 89% en hemodiálisis y 11% en diálisis peritoneal. En la Argentina hay 25.600 pacientes en hemodiálisis, y unos 1000 en diálisis peritoneal, conforme a los registros de la base de datos del Sistema Nacional de Información de Procuración y Trasplante de la República Argentina (SINTRA)”, precisa el doctor Fernando Battaglini.

Fuente: Publicado en La Nación el 16/06/2010

Cecilia Draghi