Computación: una carrera con historia

El 19 de octubre de octubre de 1963 el Consejo Superior de la UBA aprobó la creación de la carrera de Computador Científico, la primera de Argentina y Latinoamérica. A sesenta años de su fundación, en esta nota se exploran diversos hitos y transformaciones de esta carrera pionera y se presentan valiosos testimonios de referentes sobre ese período fundacional.

19 de octubre de 2023

Sin lugar a dudas, la creación de la carrera de Computador Científico (CC), en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, significó un acontecimiento histórico que fundamentalmente consolidó el desarrollo de la informática académica en el país y tuvo una enorme influencia en el crecimiento de la disciplina a nivel universitario. Este hecho fue posible a partir de la creación y fortalecimiento del Instituto de Cálculo de la UBA y de la adquisición de la computadora Mercury de Ferranti (conocida comúnmente como “Clementina”, que en su momento fue una herramienta de cómputo sumamente poderosa), conformando los ejes en que se asentaron los avances de la computación en Exactas (ver nota anterior de Exactas por el 50 Aniversario de Computador Científico).  Para comprender este proceso histórico es necesario reseñar, el incansable trabajo de Manuel Sadosky (1914-2005), Rolando García (1919-2012), Rebeca Guber (1926-2020), así como de toda la generación pionera que participó en el desarrollo de la computación en el país y la región.

El Instituto de Cálculo y la creación de la carrera de Computador Científico

En primer lugar, la conformación del Instituto de Cálculo (IC) fue una de las acciones de mayor impacto entre las creaciones llevadas a cabo por Rolando García y Manuel Sadosky, por entonces decano y vicedecano de Exactas UBA. El IC comenzó sus actividades en 1958 bajo la dirección de Alberto González Domínguez y la subdirección de Sadosky. Guber se incorporó, con una invalorable colaboración como secretaria técnica, en el año 1960.

A lo largo de la denominada “época de oro” de la UBA (1955-1966), el IC comenzó a ofrecer un servicio de cómputo único en el país y en la región y se organizaron los primeros cursos de programación del país. De este modo, diversos centros de investigación de Latinoamérica, organismos estatales así como empresas públicas y privadas, hicieron uso intensivo de la computadora Mercury, conocida como “Clementina”, que fue adquirida para el país por el CONICET el 24 de noviembre de 1960 y se puso en funcionamiento el 15 de mayo de 1961 en el Pabellón 1 de Ciudad Universitaria, quedando abierta al público general (tanto para el dictado de cursos como para trabajos en particular).

A fines de 1961 Sadosky asumió la dirección del IC, que albergó a numerosos grupos de investigación que pronto alcanzaron prestigio internacional (mecánica celeste, estadística, economía matemática, investigación operativa  dinámica de fluidos, etc.) y ofrecieron un valioso servicio tanto a empresas como a la sociedad en general. En ese contexto, plenamente consciente del desarrollo que se avecinaba, Sadosky impulsó la creación de la carrera de Computador Científico, la primera de Argentina y de Latinoamérica.

Los intereses académicos de Sadosky y su grupo de colaboradores, estaban reflejados en el plan de estudios, fuertemente orientado en dirección del cálculo numérico y las aplicaciones científicas de la computación, entendiendo a la computadora como una herramienta auxiliar del trabajo de los científicos del momento. Entre los documentos que dan cuenta del nacimiento de la primera carrera, se encuentra una nota firmada por el entonces jefe adjunto del Departamento de Matemática, José Babini, con fecha 19 de septiembre de 1962, en la que se indica que el claustro “ha considerado un proyecto presentado por los profesores Manuel Sadosky y Pedro Zadunaisky acerca de la posibilidad de la creación de la carrera de Computador Científico fundándose en la creciente incidencia del uso de la computadora electrónica en las actividades científicas y técnicas, y en la consiguiente exigencia en formar a los expertos necesarios para satisfacer la demanda en esta materia”.

Esa nota de creación indicaba con precisión las materias que incluiría la nueva carrera, teniendo en cuenta aquellas comunes con las carreras de Matemática y Física, tales como Análisis Matemático, Álgebra, Geometría, Probabilidad y Estadísticas y las específicas de la especialidad como Programación, Cálculo Numérico, Investigación Operativa y Seminario de Computación, sumadas a algunas materias optativas. Luego de un semestre se generó un primer replanteo del currículum, a partir de una propuesta de Sadosky y Zadunaisky. La novedad fue la introducción de otras dos materias obligatorias: Seminario Elemental de Cálculo (concebida como un entrenamiento básico en el uso de computadoras, con aspectos a ser explotados en las materias de análisis numérico) y Sistemas de Procesamiento de Datos (destinada a conocer los principales métodos generales de utilización de computadoras en los medios comerciales e industriales). El nuevo plan -que a la vez implicaba la disminución de 12 a 8 puntos del total de optativas, con el objetivo de mantener una carrera de menor duración- fue elevado a la Universidad de Buenos Aires como modificación del anterior. En poco menos de un año, la iniciativa logró plasmarse tras los trámites de rigor que culminaron con la resolución 727 de 1963 del Consejo Superior de la UBA.

Cabe recalcar que desde el inicio la cuestión del perfil del egresado y los alcances del título se tornaban materia de debate entre estudiantes y egresados, ya que el propósito era otorgarle la misma jerarquía a los estudiantes de Computación que a los de las demás carreras de la Facultad (de hecho hubo un intento de crear una Licenciatura en Computación en 1965 que fue desestimado por las autoridades del Instituto de Cálculo).

La visión de referentes sobre la carrera

Si bien la carrera de Computador Científico era de tres años y medio de duración, en 1964 se pudieron recibir los primeros egresados; porque aquellos estudiantes que ya tenían materias de física o de matemática aprobadas, sólo tuvieron que hacer algunas materias faltantes, puramente de computación y programación, para obtener este título. Tal es así que los primeros graduados de la carrera, Juan Carlos Angio y Victoria Bajar, egresaron el 30 de julio de 1964.

En relación a la creación de la carrera, Juan Carlos Angio, con toda su experiencia acumulada en telecomunicaciones (trabajó en ENTEL durante veinte años y planificó y diseñó las redes telefónicas de larga distancia del país), remarca que más allá de la validez y aplicación de los conocimientos en computación científica, en ese entonces el título universitario no tuvo el real reconocimiento de lo que significaba una formación pionera, al entender la carrera meramente como auxiliar del trabajo científico. “En 1960 hice los primeros cursos de programación en el IC para lo que luego sería Clementina. La realidad es que primero estudiaba Física, y luego Matemática (cuando se estaba por crear la carrera Computador Científico), ya que primero las materias se dictaban como optativas de matemática hasta que formalmente se creó la carrera CC y al año siguiente, en 1964, terminé mis estudios. Aunque creo que en esos años no sentí el reconocimiento de lo que valía el título ni un plus para mi trabajo en la empresa”, subraya Angio. “Como anécdota, recuerdo que en una ocasión cuando tuve que ingresar los datos de llamadas de larga distancia, estuve como veinte horas continuadas como operador de Clementina, ya que la lectura en la cinta de papel era lenta cuando se trataba de datos masivos”.

En tanto que Victoria Bajar (1942-2016), quien ingresó al IC en 1961 para trabajar en lingüística computacional, afirmó hace una década que la creación de la carrera significó un punto de inflexión en el devenir académico de la universidad. “En ese entonces la computación estaba rodeada de un halo de confusiones: desde la idea de ‘cerebros electrónicos’ hasta la teoría del desplazamiento del hombre por la máquina. Aunque no estaba claro ni siquiera para nosotros qué era la disciplina, no cabía duda de que era un dominio de conocimiento autónomo y ameritaba la existencia de una carrera específica. La evidencia para algunos, era rechazo para muchos otros. Pero trabajando y elaborando ideas se logró avanzar en el marco de la disciplina. Haber logrado la aprobación de la carrera CC en 1963 fue algo de vanguardia y fue pionera en la región” (ver entrevista inédita de 2013 con el Departamento de Computación de Exactas).

Por su parte, Liana Lew, programadora pionera en el IC, resalta el valor de la carrera por sus posibilidades de aplicación en los grupos de investigación y en el desarrollo de proyectos informáticos de vanguardia para el país. Mientras Lew estudiaba, trabajó en el IC en el área de Economía Matemática, dirigida por Oscar Varsavsky, para programar los modelos de simulación. “Conocí a Norma Litjmaer, quien me inspiró a estudiar computación. Durante años esta fue la única formación en computación que había en el país, mucho antes de Ingeniería en Sistemas”, precisa. Y detalla el espíritu pionero de la época: “Cuando me sumé al IC programé los modelos de economía matemática con el lenguaje Autocode y era realmente muy engorroso para describir las ecuaciones de los modelos. Hasta que Wilfred Durán decidió que había que crear un lenguaje propio para Clementina, el Comic. Con lo cual fuimos pioneras en el desarrollo de este compilador, y en 1965 trabajamos en ese proyecto junto a Noemí García, Clarisa Cortés y Cristina Zoltán”, cuenta con nostalgia Lew, que ha tenido la particularidad de recibirse el 29 de julio de 1966, día en el que, lamentablemente, tuvo lugar la Noche de los Bastones Largos.

Ante la pregunta sobre cómo era trabajar con Sadosky, Guber y Varsavsky, concluye sin titubeos: “Fue algo irrepetible por la visión que tenían de la ciencia y el cálculo numérico para el desarrollo del país. Manuel Sadosky era un ser único, con una visión humanista. Rebeca Guber era más rigurosa, pero sin ella no se hubieran podido concretar los proyectos de excelencia por su capacidad de administrar presupuestos y liderar las gestiones. Mientras que Oscar Varsavsky fue un genio, una persona excepcional y uno de los primeros investigadores en el mundo dedicados a aplicar modelos matemáticos a problemas sociales”.

Por último, Ana María Andrada -graduada de la carrera el 8 de mayo de 1970 y especialista en educación y cultura digital- resalta la formación obtenida. “Estudiar en Exactas fue una de las etapas más felices de mi vida. Tuvimos profesores de excelencia que nos traían los principales modelos de cálculo numérico. Creo que la carrera me permitió hacer muchísimos trabajos de relevancia en investigación y desarrollo. Por ejemplo, participé en la remodelación del Aeropuerto de Ezeiza con modelos computacionales y matemáticos, diseñé redes telefónicas de ENTEL en áreas geográficas múltiples. Después tuve la suerte de ser cocoordinadora del Proyecto de Cartografía Automática del Instituto Geográfico Militar y, más adelante, fundar un centro de investigación y desarrollo nacional. Muchas de las cosas tan desafiantes que hice, hoy se las debo fundamentalmente a la formación que recibí en la UBA”, comenta Andrada emocionada.

Discontinuidades y conflictos estructurales

Con el impulso que fue tomando la introducción de las computadoras en las empresas y el surgimiento de un nuevo campo profesional, los primeros graduados de CC promovieron la discusión de cambios que apuntaban al reconocimiento de las “Ciencias de la Computación”. Pero esta dinámica se vio interrumpida por el golpe de 1966. Al ser derrocado el gobierno constitucional y con la trágica Noche de los Bastones Largos, el proyecto reformista en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (y en varias instituciones universitarias) fue completamente destruido. Lamentablemente ello se coronó con la “jubilación” de la computadora Clementina en 1971, después de diez años de servicio.

Paradójicamente, Exactas UBA que había sido cuna de la computación universitaria en Argentina, no tuvo computadora propia en los años 70 y sus estudiantes debían realizar sus prácticas en otras computadoras universitarias (de hecho la facultad no volvió a tener una computadora hasta 1983). Todo esto sucedía en momentos en que la computación estaba extendiéndose a las empresas y en la sociedad (concretamente de las seis computadoras que había en el país en 1960 se pasó a 500 en 1976).

Las renuncias masivas de casi todos los integrantes del IC, después de La Noche de los Bastones Largos (con la consiguiente emigración a otras universidades, principalmente de Venezuela y Uruguay), modificaron radicalmente la organización del plantel docente y el perfil de la carrera. Progresivamente, la incorporación de materias de sistemas ganó un fuerte espacio, en detrimento del perfil científico original. Y la carencia de docentes, especialmente de programación, fue subsanada con profesionales de IBM. Este proceso está completamente explicitado en el artículo IBM Go Home! Conflictos políticos y académicos y perfiles profesionales en los primeros años de la carrera de Computación Científica de la FCEyN UBA (1963-1971) de Carnota, Pérez y Factorovich (publicado en Historia de la Informática en América Latina y el Caribe: Investigaciones y Testimonios, 2009). Como se menciona en esta publicación, el cambio implícito de perfil y de expectativas sobre la carrera llevó a la expresión de que “no había computadora para los alumnos” y los programas se procesaban en el Data Center de IBM, una orientación más definida hacia el mercado de las empresas pero solo con la matriz conceptual de IBM.

Paulatinamente el mercado laboral se ampliaba con puestos que permitían realizar carreras rápidas y obtener prestigio y buenos sueldos, a lo que se sumaba la atracción del desafío intelectual. Al mismo tiempo se iban consolidando las denominadas “Ciencias de la Computación”, con trabajos pioneros de formalización y abstracción. Un indicador favorable del proceso, fue la publicación del primer programa de computación universitaria bachelor en 1968 por parte de la ACM (la sociedad de computación educativa y científica de Estados Unidos, que es la mayor del mundo).

Todos estos factores llevaron, por un lado, a un importante crecimiento de la matrícula de la carrera CC y, por el otro, hicieron más evidente el desfasaje académico que se había creado a raíz del tipo de enseñanza que impartían los docentes de IBM. Sin embargo, esta situación no había sido problematizada en la Facultad, por aquel entonces dependiente del régimen militar, y encabezada por el decano Raúl Zardini, un profesor de geología, confeso admirador del fascismo y devenido luego en delegado interventor por la misión Ivanissevich en la UBA.

Con la radicalización política ascendente de la época (caracterizada por grandes movilizaciones populares como el Cordobazo), la desaprobación masiva de un parcial de la materia Programación, en el primer cuatrimestre de 1971, fue la “gota que rebalsó el vaso”. Los estudiantes comenzaron una lucha contra la “colonización y desjerarquización” de la carrera, ocupando el aula con asambleas permanentes y decidieron que si fuera necesario perderían un cuatrimestre o un año con tal de lograr la expulsión de los profesores Forno y Terrizzano, de la empresa IBM. Ante la gravedad de la situación, los profesores titulares de matemática no tuvieron más remedio que involucrarse cuando el conflicto trascendió.

“Entré a la facultad en 1969 sin una militancia política previa, pero en un gran momento de efervescencia política. Las discusiones estudiantiles iban en ascenso, al preguntarnos como estudiantes qué era lo que realmente estamos estudiando en la carrera Computador Científico. Nosotros queríamos aprender lenguajes de programación en general, pero solo salíamos formados con el lenguaje de IBM, lo cual era inaceptable”, describe Mirta Pérez, graduada de la carrera en 1974 y delegada del movimiento estudiantil que finalmente logró cambios en el perfil de la carrera. Cuando Forno y Terrizzano, profesores de Programación, rechazaron las propuestas y se situaron en una actitud confrontativa, el conflicto creció hasta lograr la salida de estos ingenieros de la multinacional y su reemplazo, por decisión del Departamento de Matemática, con los profesores ingenieros Esteban Di Tada y Luis Trabb. Estos profesores provenían del Centro de Cómputos de la Facultad de Ingeniería y aportaron una visión más integral, pasando a dictar los fundamentos teóricos de la programación y a realizar las prácticas con un lenguaje abstracto respecto a cualquier máquina en particular.

Aunque este episodio no significó un cambio completo del perfil de la carrera, ya que se limitó a una materia obligatoria, alrededor de los nuevos docentes se consolidó rápidamente un grupo de estudiantes avanzados y recientes graduados que se convirtieron en los docentes auxiliares de Programación y de otras materias optativas. Este grupo creó un contramodelo respecto del estilo de la enseñanza anterior, que se convirtió en hegemónico por unos años e impulsó una renovación completa de la carrera. Como resultado se llegó a definir un programa para una Licenciatura en Ciencias de la Computación, que fue aprobado en la ‘primavera democrática’ de 1973/74, pero que nunca se pudo implementar ya que fue archivado por la intervención de las universidades de fines de 1974, preludio de la nueva dictadura.

En síntesis, de ser una herramienta para las demás disciplinas, la computación ya iba perfilando un campo disciplinar propio, con objetos de estudio y metodologías novedosas que incluso seguían en proceso de transformación. La imagen de “calculadora científica” fue virando hacia una “herramienta fundamental para gestionar empresas e instituciones”, al ritmo de los vertiginosos cambios sociotécnicos de este período. Y recién en los años 80 se pudo implementar el primer plan y carrera de Licenciatura en Ciencias de la Computación en Exactas UBA, con un título de grado a la altura de las otras ciencias, reemplazando a la antigua carrera de Computador Científico.

A modo de reflexión

Tal como señala Pablo Jacovkis -destacado investigador e historiador de la computación argentina- la generación académica que participó de la primera carrera de computación tuvo una importancia inconmensurable. “Fueron referentes que trabajaron como pioneros en docencia e investigación en actividades relacionadas con la computación, o bien fueron de los primeros que usaron profesionalmente las herramientas computacionales de que se dispuso a partir de la primera computadora científica, o apoyaron en sus empresas su uso, y luego transmitieron su entusiasmo a otros profesionales en la actividad pública o privada. A su vez, tuvieron una actividad relevante en la función pública, en la cual, su experiencia pionera en computación les fue extremadamente útil para su visión moderna de la gestión”, detalla en una nota reciente con el Departamento de Computación de Exactas.

Dado que resulta imposible analizar el desarrollo de la carrera sin considerar el contexto político de la época, Jacovkis explica cómo el golpe del 66 frenó rotundamente esa dinámica ascendente. “Uno puede resaltar y observar la importancia de esa generación pionera pero, a la vez, imaginar cuán significativa habría podido llegar a ser si el golpe militar de 1966 no hubiera interrumpido o frenado durante casi dos décadas el desarrollo en los centros académicos donde había comenzado. Si bien el avance en informática no se paralizó totalmente, la restauración democrática nos encontró muy atrasados en materia computacional respecto de lo que hubiera podido ser sin ese golpe, y es interesante observar que varios de los protagonistas de la época pionera fueron los que motorizaron el ‘renacimiento computacional’ a partir de dicha restauración democrática”.

A sesenta años de la creación de la primera carrera de computación en Argentina y la región, sus graduados y graduadas siguen siendo ampliamente requeridos y cumplen un rol central para el desarrollo del conocimiento científico tecnológico. Teniendo en cuenta los diversos planes de estudio, que incluyen la Licenciatura en Ciencias de la Computación con sus sucesivas renovaciones del plan de estudios, desde 1963 a la actualidad se graduaron en Exactas más de tres mil profesionales en computación. Y se evidencia un presente muy rico, con cada vez más personas estudiando, investigando y ejerciendo la profesión, debido al rol preponderante de la informática en todos los ámbitos de la sociedad.

Ignacio Uman