
Alfonsín y la Reforma
En 1993 el ex presidente fue el principal orador en una mesa de debate llevada a cabo en la Facultad para evocar la Reforma Universitaria. A pocos días de su fallecimiento, resulta interesante recordar el encuentro y destacar la tradición de la FCEyN, siempre abierta a campos del pensamiento complementarios de la formación estrictamente científica de un universitario.
Las aulas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales han recibido a un sinnúmero de personalidades destacadas. Desde Albert Einstein hasta Mario Molina, pasando por Ilya Prigogine, James Watson y Laurent Schwartz. Muchos de los más notables científicos del siglo XX dieron conferencias o cursos en Exactas, pero las aulas también estuvieron abiertas a personalidades del área de la cultura popular.
Luis Alberto Spinetta grabó su trabajo “Exactas” en el Aula Magna del Pabellón II, en el mismo escenario donde tocaron Fito Páez y Alberto Lisy junto a los jóvenes violinistas de la escuela de Yehudi Menuhin. También los cineastas Pino Solanas, Lautaro Murúa y Carlos Orgambide presentaron sus películas y discutieron con el púbico su obra.
Emblemáticos luchadores por los derechos humanos también trajeron su palabra. Aulas colmadas de estudiantes recibieron a Hebe de Bonafini, Nora Cortiñas, Emilio Mignone, Carlos Zamorano y al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel entre otros tantos inclaudicables luchadores, quienes denunciaron los crímenes de la dictadura y los posteriores ensayos legales a favor del olvido.
Como no puede ser de otra forma, políticos de todos los signos expresaron sus ideas en las aulas de Exactas, aunque un capítulo especial debemos dedicarlo a los presidentes. Para Nicolás Avellaneda, la UBA fue su casa ya que a finales del siglo XIX, luego de alcanzar la máxima embestidura, Avellaneda compartió el rectorado de la Universidad de Buenos Aires con su banca en el Senado de la Nación.
Juan Domingo Perón también estuvo presente. Fue en 1952, cuando su firma quedó estampada debajo del acta de creación de la Facultad de Ingeniería y la de Ciencias Exactas y Naturales, que hasta mediados de siglo XX compartieron con la actual Facultad de Arquitectura la sede de la entonces Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Y en este recorrido por figuras que podemos imaginar lejanas a la Facultad, llegamos al año 1993, cuando Raúl Alfonsín, quien había ejercido la presidencia hasta 1989, aceptó la invitación para participar de una mesa redonda destinada a recordar los sucesos de la Reforma Universitaria de 1918.
Por entonces el decano era Eduardo Recondo, que auspició el encuentro reclamando para la universidad una misión importante en la etapa de maduración de la democracia que se vivía en 1993, a punto de cumplir los primeros diez años de continuidad: “la Universidad debe centrar su prédica en lo ético, para lo cual y lo primero de todo deben partir de su seno los mejores ejemplos de conducta cívica, de racionalidad administrativa y de autocrítica profunda de los actos que realiza para que la sociedad reafirme su fe en ella y la acompañe en sus esfuerzos”, puntualizaba Recondo.
Ante un aula repleta, con curiosos que espiaban desde el pasillo, acompañaban a Raúl Alfonsín: Roberto Fernández Prini, profesor de la FCEyN y entonces director del INQUIMAE; Mario Albornoz, que había sido Secretario de Ciencia y Técnica de la UBA; y el diputado socialista y ex presidente de la FUA en 1958, Guillermo Estévez Boero.
Como local, Fernández Prini abrió las exposiciones, y luego de realizar una rápida recorrida por la historia de la Reforma propuso “analizar dos puntos esenciales para la función directa de la Universidad vinculada ciertamente a la Reforma”.
Prini se refirió en primer término a la periodicidad de la cátedra. “Este fue un elemento nuevo y sumamente genuino de la Reforma Universitaria de nuestro país. Un método sumamente exigente para nosotros los docentes que periódicamente tenemos que convalidar, revalidar nuestros antecedentes, nuestras capacidades para que se nos conceda la responsabilidad de la docencia universitaria.” Para Fernández Prini “muchas veces en la etapa presente, aún dentro de la universidad, se relativiza el concepto y la importancia de la periodicidad de la cátedra. Aparece esto, evidentemente, en un contexto en que la función docente ha sido progresivamente desvalorizada por la sociedad argentina,(…), entonces surge la tentación de juzgar con menor rigor la calidad y excelencia del docente y debilitar los recaudos que establecen los sistemas de periodicidad y de concursos abiertos”.
En la misma línea que Recondo, Fernéndez Prini no dejó de ahorrar críticas hacia el interior de la universidad, “el otro punto muy importante es la dedicación exclusiva. Al docente se le pide que no solo haga docencia, sino que además aporte creativamente al desarrollo de una disciplina a través de la investigación científica, a través de la especulación creativa. Ello hace imprescindible la dedicación exclusiva. Esta visión es hoy, a veces relativizada, cuando muchas veces los universitarios vemos en la dedicación exclusiva un medio para obtener una mejora muy deseable en el deprimido nivel salarial sin exigir el complemento que tiene que darse a la docencia de la investigación por parte de los docentes.”
A su turno, Albornoz planteó la pregunta: “¿Qué es ser reformista hoy?”. Y se respondió que “significa afrontar el desafío de transformar la universidad y adaptarla a los tiempos que la sociedad demanda”.
Experto en estudios sociales de la ciencia, Albornoz recordó que, “cuando el Estado prusiano entró en crisis, algunos instrumentos de los que echó mano fueron la educación y la ciencia. Surgió la Universidad Libre de Berlín caracterizada por su autonomía, su vinculación con el conocimiento científico y la convicción de la necesidad de vincular a la ciencia con la sociedad”.
En su intervención, Estévez Boero señaló a “la incorporación del estudiante al gobierno universitario” como “algo revolucionario para el mundo. La semilla que dinamiza, que ha generado las tensiones necesarias para la creatividad de ideas”.
“Existen unas páginas de Kart Jaspers -comentaba Estévez Boero- donde analiza la universidad alemana del 45, después del nazismo. Su contenido es fundamental. En ellas reclama la idea, reclama el estudio, reclama el esfuerzo y nuestra responsabilidad para poner a la universidad al servicio de los cambios sociales”.
Finalmente, llegó el turno de Raúl Alfonsín quien optó por describir el contexto internacional y nacional en el que se desarrolló la Reforma. “¿Qué pasaba en el mundo en el 18? Terminaba la guerra, estaba haciendo su primera experiencia el comunismo en lo que sería la Unión Soviética. El genio de Wilson creaba una Sociedad de Naciones que garantizaría los tiempos de paz en el mundo. Podemos dar también un marco nacional: Yrigoyen presidía la Nación, la democracia se había asentado en el país, eran realidades concretas el respeto a la Constitución y la búsqueda de la igualdad a través de una concepción krausista, conceptos que prácticamente llevaba implícita la idea de la Reforma Universitaria”.
Y como todos los oradores que lo precedieron, Alfonsín aprovechó la historia para saltar en el tiempo. “¿Cuál es el marco internacional hoy? Yo diría que estamos asistiendo hoy a un mundo que, por una parte, da la razón a los estudiantes que en el 18 plantaron las bases de la Reforma Universitaria. Porque hoy ya no hay economista que dude de que mucho más importante que los recursos naturales para el desarrollo de un país son, los recursos humanos. En un mundo que también está demostrando muy claramente que para el desarrollo es más importante la mente que el músculo”.
Coincidiendo con sus predecesores, Alfonsín miraba el escenario de los noventa con perplejidad, “no sabemos si son los cambios anticipatorios de que hablara Fromm para evitar que la historia de la humanidad siga siendo una crónica de cementerios de civilizaciones o si, en realidad, estamos ya inmersos en un proceso catastrófico”.
Alfonsín denuncia la “concepción neoconservadora de la noción del Estado” que por los años noventa se difundía por el planeta propiciando “un Estado desertor que sólo se puede ocupar legítimamente de los problemas de la seguridad pública. Un Estado que, desde luego, fomenta y provoca la creación y la aparición de insolidaridades en la sociedad (…) y que conspira contra la movilidad social. Esa movilidad vertical que es la que apuntala la democracia”.
Alfonsín consideró inevitable el enfrentamiento del pensamiento neoconservador con la Universidad de la Reforma. “Y tenemos que prepararnos para defender con la mayor inteligencia posible esta Universidad de la Reforma porque defender la Reforma es defender la Democracia.”
“Nuestro estilo de democracia es buscar sociedades solidarias, es trabajar por la igualdad, es trabajar también por nuestro futuro, (…) por una Argentina solidaria y fraterna”, definía Alfonsín poniendo un freno a la duda metódica: “con la llegada de la democracia se generan una cantidad de opciones. Y aquí llega la duda y está bien la duda, pero hay ideas que no pueden ser sometidas a esta duda; entre ellas están los basamentos de esta Reforma Universitaria”.
“En consecuencia yo pienso que cada estudiante, cada muchacha y cada muchacho, no tiene que tener dudas acerca del cumplimiento de su deber en esta realización. Y nos va a tocar a nosotros, a los políticos, los profesores e investigadores de esta casa, a los panelista que estamos acá y a muchos como nosotros, no fallarles y acompañarlos, no para que vayan a una lucha sin sentido, sino para que, simplemente, a través del esfuerzo común, vayamos garantizando lo que ellos garantizaron para nosotros. Setenta y cinco años de la Reforma Universitaria significan generaciones que lucharon por la Universidad de la Reforma”, sentenciaba Alfonsín.
Terminadas las exposiciones comenzaron las preguntas en las cuales los temas universitarios se fueron mezclando con la política nacional, el liberalismo económico, los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional, la reforma constitucional y el menemismo.
El público se fue retirando, los embelesados admiradores de Alfonsín, los críticos que repartían volantes recordando las leyes de Punto Final o la hiperinflación, pero en su conjunto privó un clima de respeto por quien, al igual que sus sucesores en la Presidencia de la Nación, tuvieron el mérito de expresar los anhelos sociales mediante el voto popular, sin proscripciones, ni cárceles, ni censuras. Una práctica retomada en 1983 que llegó para quedarse.
Fuente: El Cable Nro. 713