Con la facultad al límite
El decano Guillermo Durán define la situación presupuestaria que está viviendo la Facultad, y las universidades nacionales en su conjunto, como algo inédito desde la vuelta a la democracia. Extrema preocupación y acciones para dar batalla en un contexto desfavorable.
Hace pocos días, el decano, Guillermo Durán, y la vicecana, Valeria Levi, ofrecieron una charla para toda la comunidad de Exactas UBA informando sobre la situación presupuestaria, que involucra un recorte a un tercio del presupuesto 2024 para gastos de funcionamiento, un retroceso de los salarios del 30% en tres meses y la desfinanciación y desarticulación del sistema científico tecnológico. La educación superior y la ciencia nacional no solo perdieron gravitancia en las políticas de Estado, sino que las señales que manifiesta el gobierno son de pleno desinterés, asociadas a la estrategia propagandística del “no hay plata”: ciencia, tecnología, educación superior, afuera.
“Nos gustaría estar discutiendo mejoras y crecimiento, pero acá estamos para ver cómo resistimos este feroz ajuste”. Así iniciaba Durán la charla en el Aula Magna, con una audiencia que superaba las mil personas, entre docentes, investigadores, estudiantes y nodocentes.
El factor común de todos los temas que tocaron en la charla del martes fue la preocupación, y el primero, más acuciante, es el de la posibilidad de no contar con presupuesto para sostener la diaria, no poder funcionar.
Es de extrema preocupación. El primer anuncio del gobierno de mantener los gastos de funcionamiento congelados del 2023 al 2024 implica menos de un tercio de valor real. Esto si somos generosos, porque si tomamos la inflación interanual, da cerca del 280%, estamos todavía peor.
– El día del paro nacional universitario, el gobierno anunció un incremento de un 70% para gastos de funcionamiento. ¿Qué peso tiene en la situación presupuestaria?
– Vamos a suponer que se va a efectivizar. Si así fuera, empezamos a mejorar un poco la situación, pero todavía estamos muy lejos de lo que haría falta para funcionar como el año pasado. Ya no estábamos del todo bien porque desde el 2022 al 2023 hubo un reajuste del presupuesto de un 70% con un 100% de inflación, entonces ya habíamos perdido en el 2023. Y en nuestro caso, el de una Facultad que gasta con mucho cuidado y que es muy austera, no nos sobra presupuesto. Nos dejaría un presupuesto para gastos de funcionamiento cercano al 50% en valor real, lo que implica que medio año podremos funcionar razonablemente bien y después, si no hay un nuevo reajuste, no vamos a poder funcionar. Lo que nosotros reclamamos es mantener un presupuesto acorde al que necesitamos, que de alguna forma es llevarlo a los niveles reales que teníamos en el 2023, por lo menos.
– ¿No poder funcionar implica cerrar la Facultad?
– Yo no digo que nosotros vamos a cerrar la Facultad. Yo digo que, si esto sigue así, nos la van a cerrar: va a llegar un momento donde no vamos a tener fondos para funcionar, donde la UBA no va a poder pagar la luz. La luz no la pagamos las facultades, la paga la Universidad de Buenos Aires, pero con estas tarifas y estos presupuestos de funcionamiento, en julio o agosto la UBA no va a poder pagar. Eso te cierra las facultades inmediatamente. En ese caso, ¿va a ser decisión nuestra de cerrar? No, va a ser decisión del gobierno nacional de no dar los fondos necesarios para el funcionamiento y van a cerrarnos de hecho.
– En concreto, sin ese reajuste del 70%, que fue un anuncio y todavía no es efectivo, ¿dónde está el límite para el funcionamiento?
– Con una cuenta a trazo grueso, tenemos un tercio de gastos de funcionamiento y podremos funcionar un tercio del año, hasta abril o mayo. Sumaríamos dos o tres meses más en términos de los valores que anunciaron. En vez de abril, mayo, será julio o agosto. Ese es el límite, si no hubieran más reajustes. Yo quiero creer que los va a haber. El gobierno, a través de sus estrategias de comunicación, busca imponer un discurso de necesidad de autoajustarse como solución a la falta de presupuesto, algo que resulta inaceptable.
– ¿Qué margen tiene la Facultad para ir por ese camino?
– Ninguno. Si lo hubiera, sería porque gastamos mal nuestro presupuesto. Yo estoy tranquilo por nuestra gestión, que empezó el 1 de agosto de 2022, pero también porque sé cómo se gestiona esta Facultad desde hace décadas: siempre se hizo de manera austera, transparente, cuidando los presupuestos. No es que si de un día para el otro te dicen “te saco la mitad o te saco dos terceras partes” voy a poder seguir funcionando. ¿Vamos a reducir la calidad de enseñanza? No estamos dispuestos. ¿Vamos a empeorar todas las condiciones de trabajo? No estamos dispuestos. No hay cómo autoajustar.
– A esto se le suma la problemática de los salarios, que también es una preocupación a nivel institucional.
– En nuestro caso, de todo el presupuesto con que cuenta la Facultad, los gastos de funcionamiento representan cerca de un 2%, el resto corresponde a salarios. Ahí venimos perdiendo por goleada. En los últimos tres meses, con un 71% de inflación acumulada en diciembre, enero y febrero, hubo un reajuste salarial del 16%. Un 10% estaba acordado del gobierno anterior por paritarias y un 6% fue lo que incorporó este gobierno por decisión unilateral, sin consensuarlo. Entonces, si cobrábamos 100 hace tres meses, hoy deberíamos cobrar 171 pero cobramos 116: es una pérdida de casi un tercio del valor real de nuestros salarios. Entonces, en tres meses, perder esa magnitud es una brutalidad. Yo lo comparaba con lo que pasó el año pasado, siempre haciendo la aclaración de que no es vivible un país con 200% de inflación anual. Dicho eso, tenemos que reconocer que nuestros salarios se movieron prácticamente al mismo ritmo que la inflación, tanto los de docentes como los de nodocentes. Con una cierta perspectiva de que esto siga pronunciándose más, porque por el momento no hay ningún acuerdo paritario y la inflación sigue alta, se podría pensar que en los meses de junio o julio tendremos la mitad del salario real de lo que teníamos en diciembre. Esto significa que mucha gente no pueda llegar a fin de mes, que mucha gente se vaya o que docentes que tengan oportunidad de trabajar en universidades privadas, en la industria o fuera del país, se vayan. Con el paso del tiempo, recuperar esas pérdidas puede ser muy complejo.
– ¿Cómo analizás los impactos a mediano plazo de esa situación a nivel académico?
– Va a tener un impacto fuerte en la calidad de la enseñanza y su correlato en la potencialidad de nuestro país. Muchos de los estudiantes que se forman en esta Facultad se quedan en la academia pero otros se insertan en la industria. Me pregunto, ¿cómo va a hacer Mercado Libre para conseguir sus recursos humanos si nosotros no formamos los científicos de datos, computadores, matemáticos o físicos? ¿Cómo va a hacer Vaca Muerta para funcionar si nosotros no formamos a los geólogos? Esto deberían tenerlo en cuenta desde algunos sectores de la producción y del trabajo. Y lo mismo ocurre con las investigadoras e investigadores ya formados, con el sistema científico. Del 2003 al 2015 volvieron 1.500 científicos al país, si ahora se empiezan a ir vamos a volver otra vez a la situación en la que estábamos en los 90, con poquísima potencialidad de desarrollo. Hasta ahora, prácticamente todas las medidas van en sentido contrario al que hace falta. Ojalá recapaciten y entiendan, si acaso se pretende construir un país viable.
– Vos traés como ejemplo la década del 90. ¿Te parece comparable a lo que estamos empezando a vivir ahora?
– Yo creo que esto es bastante peor. En ese momento yo era estudiante de doctorado, tenía otras responsabilidades y no lo viví desde un lugar de decisión como ahora, pero mi sensación es que esto es más salvaje, me parece que no era una situación tan grave como esta. Por otro lado, en el gobierno de Mauricio Macri tuvimos un ajuste en ciencia y tecnología, pero no tanto en universidades, ya que se mantuvieron los presupuestos medianamente acordes. Tomando desde 1983 para acá, los 40 años desde la recuperación de la democracia, es lo peor que le tocó vivir a la universidad y al sistema científico.
– ¿Qué acciones se están encarando al respecto?
– A nivel institucional, consideramos que hay que seguir por las líneas que venimos planteando en estas últimas semanas. Por un lado, me parece que es muy bueno que haya una posición unánime en toda la Universidad de Buenos Aires, de todos los decanos, del rector y del vicerrector sobre la necesidad de un cambio en estas políticas. Y hay que seguir manifestándose públicamente desde el Consejo Superior, desde las facultades. Por otro lado, fortalecer este espacio de la red que se generó de ciencia y tecnología con una fuerte impronta de nuestra vicedecana, Valeria Levi, que fue de las principales impulsoras de esa generación, junto a Jorge Geffner, Adalí Pecci y otros científicos y científicas de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología. Es importante confluir en un discurso común, consensuado y fortalecido de manera democrática, con participación federal de instituciones de todo el país. Seguir por todas las vías.
– En la charla informativa mencionaste que, ante esta situación de crisis, la gestión identifica a las y los estudiantes como una de las poblaciones más vulnerables. ¿Cómo se va a accionar al respecto?
– El otro día, en la actividad que tuvimos con los chicos y chicas que se anotaron en el CBC para carreras de Exactas, quería ser honesto en contar la situación pero que esto no significara asustarlos o invitarlos a buscar otras opciones. Y el mensaje fue que, desde la institución, los vamos a cuidar todo lo que podamos para que puedan cursar sus carreras de la mejor manera posible, aún en este contexto. Hay ciertos sectores que hay que priorizar. Los estudiantes son uno de ellos. Estamos fortaleciendo las becas Sadosky, manteniéndolas por encima de la inflación que ha habido. Desde que asumimos el decanato hasta hoy, las becas Sadosky multiplicaron su valor por diez y la inflación por siete, lo que significa un 40% de suba en términos reales. También tenemos que intentar mejorar las becas de transporte, las becas de comedor, lograr que los estudiantes puedan llegar a la Facultad y cursar razonablemente bien. Vamos a hacer todo lo posible por proteger a los estudiantes, y por proteger a los nodocentes, sobre todo los de categorías más bajas; por proteger a los becarios doctorales, a los becarios posdoctorales, a los auxiliares, a los sectores que de alguna forma están siendo más castigados. La institución tiene que aparecer ahí como escudo. Por supuesto que es difícil en un contexto de pocos recursos, pero los pocos recursos que haya tienen que estar orientados fundamentalmente a defender y fortalecer esos sectores.