
El reino de la abundancia
Mariano Bossi realizó sus estudios de grado y se doctoró en química en Exactas. Luego viajó a Alemania para realizar un posdoc en un instituto de la prestigiosa Sociedad Max Planck. De vuelta en nuestro país describe cómo es trabajar sin limitaciones presupuestarias y evalúa el panorama que encontró luego de cuatro años de ausencia.
– ¿Cuál fue tu formación académica?
– Yo soy licenciado en química. Ingresé a la carrera en el 93 y la hice, más o menos, en cinco años. Los últimos dos años ya empecé a trabajar en investigación en el grupo de fotoquímica dirigido por Pedro Aramendía. Me recibí en el 98 y empecé el doctorado con Aramendía como director. Lo terminé en el 2003, estuve un año más trabajando acá y después me fui a hacer un posdoc a Alemania.
– ¿Cómo surgió la posibilidad de ir a Alemania?
– Mi director de tesis me hizo el contacto. Se trataba de un laboratorio del Instituto Max Planck de Química Biofísica, en la ciudad de Göttingen, donde justo buscaban a alguien con experiencia en fotocromismo aplicado a microscopía, que es lo que yo había hecho en mi tesis.
– ¿Qué características tiene la institución a la que fuiste?
– El Max Planck, está formado por una serie de institutos cada uno de los cuales se concentra en un tema. El de Química Biofísica, que es uno de los más grandes, tiene una gran cantidad de directores y cada director forma un departamento. En el que yo estaba había entre 60 y 70 personas trabajando.
– ¿Bajo qué condiciones te incorporaste a ese instituto?
– Yo me fui con una beca que se derivaba de los recursos propios que tenía el director del grupo, con los cuales podía pagar doctorandos, posdocs, técnicos. En principio me la dio por seis meses, como si fuera un período de prueba, pero cuando llegué, inmediatamente me dijo que tenía que buscar recursos externos. Enseguida me presenté a una beca, llamada Marie Curie. Me salió, pero recién empecé a cobrarla un año y medio después. Todo ese tiempo me sostuvo el director. En definitiva me terminé quedando más de cuatro años.
– ¿Qué es lo que más te llamó la atención respecto del trabajo?
– Los recursos cambian muchísimo todo. Encima yo estaba en un departamento en explosión, con temas de punta que generan mucho interés. Para que te des una idea, mi director, Stefan Hell, en los últimos dos años ganó los dos premios más importantes de Alemania. Uno de ellos entregaba varios millones de euros y esos eran sólo los recursos externos. El mensaje que nos bajaba era que recursos había y que la única limitación eran nuestras ideas. Allá lo que hace falta se compra y comprar algo es simplemente llenar un papel, a lo sumo buscar en internet cuánto cuesta o pedir una cotización por mail. El jefe lo firma y va al Departamento de Compras que se encarga de todo el resto. Vos te ocupás, exclusivamente, de la investigación que estás haciendo, no perdés tiempo en otras cosas, porque tenés auxiliares que lo hacen. Entonces se produce más.
– En el aspecto humano, ¿cómo te adaptaste?
– Para mí fue un poquito difícil porque en el grupo había muy pocos extranjeros. Cuando llegué, éramos un sueco que hablaba alemán y yo. Para trabajar no hay problema porque se habla en inglés todo el tiempo. En lo personal es un poco más difícil. Traté de aprender algo de alemán pero aprendí poco. El clima es malo. En invierno a las cuatro de la tarde es de noche, eso es bastante deprimente. Por suerte yo viajé con mi novia y eso ayudó.
– ¿Vos habías viajado con la decisión de volver?
– En principio sí. Además la beca que obtuve incluía la posibilidad de cubrirte durante un año al volver a tu país de origen. De todos modos, al final, ya estaba dudando un poco. Me había ido adaptando, estaba trabajando muy bien y tenía la oferta de quedarme cuanto quisiera. Pero mi familia está acá y la parte humana pesa. También pesó que las condiciones acá mejoraron mucho. Además tengo la beca Marie Curie, que te da una buena cantidad de dinero para equiparte. Entonces presenté los papeles para ingresar a carrera del Conicet desde el exterior, en abril del año pasado. Después, cuando me di cuenta de que una vez terminada la beca en Europa me iba a querer quedar un tiempo más, demoré un poco el trámite. Finalmente volví en abril de este año, con la entrada a carrera aceptada.
– ¿Fue complicado encontrar lugar para reinsertarte laboralmente?
– En realidad yo cada año volvía y siempre mantuve contacto con mis directores de la Facultad. En ese sentido tenía las puertas abiertas. Cuando pedí un lugar de trabajo, la tradición en este departamento es que uno tiene que dar un seminario, lo evalúan y deciden. Por suerte me lo dieron.
– ¿Cómo encontraste la situación luego de cuatro años en el exterior?
– Me da la sensación de que está un poco mejor. Hay más subsidios para presentarse y además se han estabilizado, es decir, salieron el año pasado, este año y seguro el año que viene también. Eso es importante. También que se haya abierto la carrera. Yo todavía estoy un poco ansioso, porque todo se hace un poco lento. Yo llegué hace dos meses y medio y todavía no cobré.
– ¿Te enfrentaste con problemas de espacio en la Facultad?
– Yo vengo con la idea de formar un grupo, un laboratorio chiquito y arrancar de cero. Pedí espacio y me asignaron uno, no muy grande, pero para empezar es suficiente. Lo que sí, hay que arreglarlo. Hay que bajar el techo, aislarlo un poco, poner aire acondicionado porque no se puede exigir a los equipos. Y ahí aparece otro signo de mejora porque nos presentamos a un subsidio de la Agencia dirigido a refaccionar laboratorios, algo que yo no recuerdo que haya existido anteriormente. Va a tardar, pero creo que va a salir. Hay que bajar la ansiedad, lo que pasa es que uno viene con un ritmo de allá, donde se produce mucho y acá el ritmo es un poco más tranquilo.
Fuente: El Cable Nro. 692