Hallan bacterias en estromatolitos fósiles en Neuquén

Son las formas de vida más antiguas del planeta. Se registran en nuestro planeta desde hace unos 3.500 millones de años. Un grupo de científicos encabezados por la investigadora de Exactas Beatriz Aguirre Urreta hallaron, cerca de Chos Malal, estromatolitos fósiles de 65 millones de años de antigüedad que contienen nanobacterias entrampadas en su interior.

13 de diciembre de 2010

Son las formas de vida más antiguas del planeta. Se llaman estromatolitos y se registran en nuestro planeta desde hace unos 3.500 millones de años. Se trata de estructuras laminadas en que la materia orgánica se une a minerales, generalmente carbonato de calcio; están adheridas al sustrato, y son producto de la actividad metabólica de microorganismos, principalmente cianobacterias. Éstas fueron responsables de aportar oxígeno a la atmósfera terrestre a través del proceso de fotosíntesis, y así posibilitaron el desarrollo de otras formas de vida.

En la actualidad, los estromatolitos vivientes se limitan a unos pocos lugares del planeta, y es más fácil hallarlos en forma fósil. Sin embargo, en la mayoría de los registros fósiles es difícil encontrar los rastros de los organismos que les dieron origen. Pero recientemente, en el oeste de la provincia de Neuquén, se hallaron estromatolitos con filamentos de algas fosilizadas que pudieron ser vistos al microscopio electrónico. Entrampadas en estos estromatolitos también hay nanobacterias. Es más, se pudo determinar su antigüedad con precisión: 65 millones de años.

“Los encontramos cerca de Pichaihue, a unos 60 kilómetros al sudoeste de Chos Malal, en la provincia de Neuquén”, explica la doctora Beatriz Aguirre-Urreta, profesora en el Departamento de Ciencias Geológicas de la FCEyN, e investigadora del Conicet. “Son estructuras orgánico-sedimentarias producto de la acción de microorganismos o algas filamentosas que ayudan a la precipitación de carbonato de calcio y constituyen las primeras evidencias de vida sobre la Tierra”, detalla la investigadora, que publicó algunos resultados en Gondwana Research, junto con Maísa Tunik, Maximiliano Naipauer, Pablo Pazos, Eduardo Ottone, Mark Fanning y Victor A. Ramos. Tunik, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad Nacional de Río Negro, realiza ahora estudios de detalle.

Los estromatolitos eran muy abundantes en tiempos remotos, pero, cuando surgieron formas de vida más complejas, su presencia disminuyó. “Se reducen mucho en el registro geológico a fines del Precámbrico e inicios del Cámbrico, hace unos 540 millones de años, momento en que se produjo una gran explosión de la vida”, señala la investigadora. En la actualidad se los encuentra en ambientes extremos, como en Shark Bay en Australia, en el parque Yellowstone de Estados Unidos, o en la Puna Argentina. Recientemente la investigadora María Eugenia Farías, de la Universidad del Tucumán, halló estromatolitos actuales en las lagunas de Socompa (Salta).

De extinción en extinción

Esas estructuras, para formarse, necesitan ambientes acuáticos. Hace 65 millones de años, precisamente, a la latitud de la actual provincia de Neuquén, las aguas del océano Atlántico llegaban hasta los pies de los Andes.

La abundancia de estromatolitos en aquel período coincidió, curiosamente, con la extinción de los dinosaurios. “Hay una hipótesis que vincula la presencia de estromatolitos y la preservación de las nanobacterias que les dieron origen con las grandes extinciones, porque su abundancia aumenta cuando disminuyen sus competidores”, afirma Aguirre-Urreta.

La mayor desaparición de especies de la historia del planeta se produjo hace 250 millones de años, cuando se eclipsó el 92 por ciento de la vida. Justo en ese período fue hallada una gran abundancia de estromatolitos, y se postuló que las extinciones masivas podrían ser aprovechadas por los estromatolitos para proliferar y colonizar ambientes. Pasado un tiempo, al restablecerse la biota normal, los estromatolitos volverían a desaparecer por la acción de los predadores.

No obstante, hasta ahora no se había analizado esta hipótesis con estromatolitos posteriores a la última gran extinción, en la que desaparecieron los dinosaurios.

Retrato en blanco y negro

¿Cómo se sabe que en las rocas halladas hubo organismos vivos? “Con microscopio electrónico pueden verse los filamentos de las algas. También observamos nanobacterias muy bien preservadas”, señala Aguirre-Urreta. Dado que no es posible obtener material genético, estos microorganismos se reconocen por la forma, que es similar a la de organismos actuales emparentados con ellos.

En estromatolitos antiguos hallados en otros lugares, por ejemplo en el Valle de la Luna, no se han encontrado en su interior aún a los organismos que los produjeron.

Los hallados en Neuquén se registran muy cerca de rocas volcánicas, que tienen un gran contenido de sílice, lo que pudo haber facilitado la preservación de nanobacterias y filamentos. “Ahora queremos muestrear en otras regiones de la cuenca Neuquina para averiguar si los estromatolitos que no estuvieron tan cerca de zonas con volcanes también conservaron los microorganismos en forma fósil en su interior”, adelanta Aguirre-Urreta.

La clave para datar los estromatolitos de Neuquén residió en unas tobas halladas en el mismo estrato. Estas rocas se forman en el momento de una erupción volcánica y se pueden datar por métodos muy precisos, como el de uranio-plomo en circones, que permite obtener una edad absoluta de las rocas. “La técnica, que se realiza en Australia, es muy precisa, dio 64,3 millones, con un error de 1,2 millón de años”, dice la investigadora.

Tal vez, en aquel remoto momento, una erupción volcánica sepultó los estromatolitos y de este modo permitió obtener una fecha precisa. Una serie de hechos fortuitos contribuyeron a que hoy podamos tener una imagen de lo acontecido.

Fuente: Publicado en La Nación el 13/12/2010

Susana Gallardo