Sebastián Kozuch y Gabriel Lemcoff.
Sebastián Kozuch y Gabriel Lemcoff.

Un puente entre Israel y Exactas

Gabriel Lemcoff y Sebastián Kozuch, investigadores de la Universidad Ben-Gurión del Néguev, estudiaron en Exactas, emigraron a Israel y volvieron para organizar con sus colegas de la Facultad un simposio internacional. Su objetivo: explorar en colaboración las fronteras de una disciplina en permanente evolución.

20 de septiembre de 2019

«¡Oh, no, procesos catabólicos!», bromean Gabriel Lemcoff y Sebastián Kozuch al entrar a un aula, frente al hall del Pabellón 2, y observar lo que un profesor de química dejó escrito en el pizarrón, en el mismo lugar donde comenzaron sus carreras hace más de veinte años. Los dos nacieron en Caballito, estudiaron en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, emigraron, y ahora, como investigadores de la Universidad Ben-Gurión del Néguev (BGU), volvieron al país como coorganizadores del simposio internacional “Explorando las fronteras de la Química: Desafíos para el Siglo XXI”.

«Teníamos muchas ganas de impulsar proyectos de colaboración entre Argentina e Israel. Y lo primero que se nos ocurrió fue volver adonde empezamos nuestra formación en química, y promover un primer intercambio entre las dos instituciones, la UBA y la BGU –cuenta Lemcoff, al cabo de su conferencia sobre activación fotoquímica de catalizadores en la metátesis olefínica–. La primera expectativa era que sucediera, y todo salió muy bien. Nuestro objetivo es que esto tenga una continuidad, que se traduzca en instancias de cooperación científica, proyectos que podamos encarar y publicar juntos, financiamiento para ambas instituciones e investigadores que puedan ir y venir, todo lo que se necesita para que la ciencia avance».

"Teníamos muchas ganas de impulsar proyectos de colaboración entre Argentina e Israel.

«Teníamos muchas ganas de impulsar proyectos de colaboración entre Argentina e Israel», cuenta Lemcoff.

Lemcoff cursó apenas el primer año de Química en Exactas y a los 22 años se fue a vivir a Israel. Prosiguió sus estudios en la Universidad de Tel Aviv, donde se doctoró, y tras obtener un posdoctorado en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, en 2004 se estableció en la BGU, en la antigua ciudad de Beerseba, en el desierto del Néguev. Kozuch sí completó su licenciatura en Química en la UBA y partió en una fecha que recuerda con precisión: 14 de enero de 2002, «una época complicada». Doctor por la Universidad Hebrea de Jerusalén, prosiguió sus investigaciones en el Weizmann Institute of Science y en la Universidad de North Texas, y desde 2014 es profesor de la Ben-Gurión.

Satisfechos de regresar a la facultad donde tuvieron su primer contacto con la química, Lemcoff y Kozuch integraron la nómina de conferencistas del simposio, que incluyó a otros cinco investigadores de la BGU y más de una decena de expositores locales, entre otros, Miryam Cassanello, del Instituto de Tecnología de Alimentos y Procesos Químicos, y Ernesto Calvo, del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía. Durante dos fecundas jornadas se abordaron cuatro grandes líneas de reflexión respecto del futuro de la química: energía y ambiente; nuevos materiales; reactividad y catálisis; y la perspectiva biológica de la química.

«Mi área de investigación es catálisis y química organometálica –explica Lemcoff–. Lo que hacemos es buscar nuevas formas de reactividad, nuevas reacciones químicas, específicamente en metátesis de olefinas. Con eso hacemos desde moléculas pequeñas hasta polímeros entrecruzados. Activamos los catalizadores con estímulos externos, y nos hemos especializado en el uso de la luz, ultravioleta y también visible, lo que nos permite generar aplicaciones, como impresión tridimensional de nuevos tipos de compuestos. En nuestro laboratorio fabricamos desde los catalizadores hasta los monómeros que son la materia prima de esos nuevos materiales, y también analizamos los productos finales. Y para todo eso hace falta una base muy fuerte en química orgánica y también en química organometálica, que es lo que mis alumnos aprenden para poder sintetizar los distintos compuestos».

Kozuch disertó sobre el llamado "efecto túnel" en química cuántica.

Kozuch disertó sobre el llamado «efecto túnel» en química cuántica.

Kozuch también se especializa en catálisis y disertó sobre el llamado «efecto túnel» en química cuántica. «Mi área es la química computacional, lo que significa que todo lo que hago ocurre en la computadora, con programas que operan modelos matemáticos muy complejos. Ponemos todas las moléculas en la computadora y las vemos reaccionar. Lo que sucede en química cuántica es que las partículas no son sólo partículas, sino también ondas. Solemos creer que los átomos son puntitos en el espacio, como pelotitas, que es lo que se muestra en cualquier manual básico de química. Y no es tan así: son ondas, aunque mucho más localizadas en un espacio más chico, y por eso parecen ser sólo partículas. Ahora bien, como son ondas, tienen propiedades que no tiene cualquier pelotita, por ejemplo, pueden atravesar lo que llamamos una barrera de potencial, una pared. La pelotita, si no tiene suficiente energía, rebota y vuelve. Pero una onda tal vez logre atravesar la pared y todo el átomo irá con ella. Eso ya es una reacción química: el efecto túnel».

Sus exposiciones son cautivantes en su espesor científico, pero también muy amenas. Kozuch ilustra la inestabilidad del «quantum tunneling» y la tensión que puede producir en moléculas al parecer estables con una simpática señal de tránsito: un hombrecito pisando una cáscara de banana a la entrada de un túnel ferroviario. Y Lemcoff finaliza su disertación sobre los usos del rutenio y la luz en catálisis superponiendo un mapa de Israel y la tabla periódica. Las ubicaciones de Beerseba, donde hay mucho sol, y el símbolo Ru coinciden, «prueba de que es el mejor lugar para trabajar con rutenio».Durante la sesión de posters en el hall del Pabellón 2, ambos investigadores reflexionan sobre «la creciente interacción entre las diferentes áreas de la química, lo que la vuelve una ciencia cada vez más interdisciplinaria, no sólo hacia dentro de la propia química sino también con otras disciplinas, como la biología, la física, la ingeniería de materiales», sostiene Lemcoff, que aún luce su corbata con muchos escuditos de River Plate. Cuando termina su conferencia, muestra una foto con sus estudiantes, en el kibbutz donde vive, todos con camisetas de River, y dice que éste es un sueño cumplido. «No disertar a metros del Monumental», aclara con una sonrisa, «sino haber vuelto a Exactas».

Pablo Taranto