
Suelos sensibles al glifosato
Estudios realizados en la Facultad indican que el herbicida más empleado en la Argentina permanece más tiempo en los suelos ricos en óxidos de hierro, como los de la provincia de Misiones. Por otra parte, el uso intensivo de este producto está generando la aparición de malezas resistentes.
El herbicida más empleado en la Argentina, el glifosato, permanece más tiempo sin degradarse en los suelos ricos en óxidos de hierro, según indica un estudio de investigadores de la Facultad, publicado en Environmental Pollution.
“Vimos que los suelos de la provincia de Misiones, que son ricos en óxidos de hierro, pueden retener el glifosato durante un tiempo prolongado”, afirma la doctora María dos Santos Afonso, profesora de Exactas. Y subraya: “Eso no quiere decir que los otros suelos no lo retengan”.
Lo cierto es que el glifosato, empleado sobre todo en los cultivos de soja transgénica, no es tan biodegradable como reza en las etiquetas del producto comercial. Para poder descomponerse, sus moléculas no deben estar unidas a otros compuestos. Pero la realidad indica que este producto tiene una gran afinidad química por ciertos metales, como el aluminio y el hierro. En consecuencia, los suelos ricos en estos metales son más susceptibles de retener al herbicida durante mucho tiempo, lo cual trae consecuencias negativas para el ambiente.
La doctora dos Santos Afonso, en su laboratorio del Departamento de Química Inorgánica, estudió el tipo de uniones químicas que forma el glifosato con otros compuestos y observó que esos enlaces son muy fuertes, lo que dificulta la degradación del herbicida. El hecho es que, cuando se aplica el glifosato, generalmente desde aviones, gran parte cae en el suelo, incluso en el agua.
“Hicimos pruebas con distintos tipos de suelo, y óxidos de hierro y de aluminio para ver cómo se unía a ellos el glifosato”, explica la investigadora. Si se quiere saber cuál es el comportamiento de un herbicida en el suelo y durante cuánto tiempo va a permanecer en el ambiente, “es fundamental conocer la composición mineralógica, estudiando las proporciones en que los minerales están mezclados en el suelo”, destaca.
Se probó con suelos de las provincias de Misiones, Corrientes, Santiago del Estero y Chubut, para determinar cuáles son los más susceptibles de retener el herbicida durante más tiempo. “Las moléculas del glifosato se pegan a los óxidos de hierro de los suelos, y también a los aluminios de las arcillas”, afirma la investigadora.
Siempre presente
Cuando este herbicida se une al suelo, lejos de degradarse, opera como una bomba de liberación lenta del producto. Una parte se mantiene libre y se degrada, pero otra puede volver a unirse al suelo, o se dispersa con el agua. La consecuencia es que, cuando se pensaba que ya se había degradado todo, la sustancia sigue presente. Al aumentar la permanencia, también aumenta la posibilidad de dispersión en los cuerpos de agua, e incluso puede ser transportado a las napas.
También hay que tener en cuenta que el glifosato en sus formulados se acompaña de otros compuestos, como surfactantes (detergentes) que facilitan su absorción por las plantas. Si bien algunos agregados pueden ser inocuos, otros pueden ser más tóxicos que el mismo glifosato, o potenciar su acción.
El tamaño de las partículas del suelo también influye en el comportamiento del glifosato. Cuánto más chiquitas sean las partículas, mayor es el área donde se quedan pegadas las moléculas.
Por otra parte, si se quiere limpiar el suelo para extraer el herbicida, hay que colocar un producto que forme uniones químicas más fuertes que las que genera el glifosato con el suelo. Por eso es necesario saber a qué está pegado, y cómo lo está. Otra forma de eliminarlo es degradarlo sobre la superficie, oxidándolo.
Para realizar el estudio, los investigadores trabajan con un gran número de recipientes (reactores) donde colocan la muestra de suelo en suspensión, en un medio líquido, con condiciones de temperatura y pH constantes. Por último, se agrega el glifosato, en diferentes concentraciones.
Conocer la proporción de glifosato que queda retenida en el suelo es fundamental si se desea realizar rotación de cultivos, pues, si los que se plantan no son resistentes al herbicida, pueden verse afectados por los residuos que permanecen adheridos al suelo.
Por su parte, el doctor Walter Pengue, ingeniero agrónomo e investigador del Gepama (Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente) de la UBA, señala que el uso del glifosato está en aumento, a medida que avanzan las plantaciones de soja, que ya “han entrado en Misiones, en la zona sur, lindante con Corrientes y también en el norte de esta provincia”, señala.
El investigador agrega que otro de los efectos del uso intensivo de este herbicida es la aparición de malezas resistentes, como el sorgo de Alepo, en el noroeste del país. Y subraya: “La primera respuesta al uso de glifosato fue la aparición de malezas tolerantes, que implicaron un uso más intensivo del herbicida. Pero la situación ahora se complicó mucho más con la aparición de variedades resistentes”.
Fuente: El Cable Nro. 690