Servicio de biología forense

Las diatomeas, minúsculas algas, hablan por sí mismas y pueden ayudar a esclarecer una muerte por inmersión. En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA se hacen los estudios para todo el país.

19 de noviembre de 2007

Un adolescente sale con amigos de festejo. Es de noche, beben y deciden ir hasta un arroyo cercano a darse un baño. De pronto, desaparece, y días después hallan el cuerpo enganchado en unas raíces. Los padres de la víctima piden un peritaje. Los resultados indicaron que había muerto ahogado. La clave la daban unas minúsculas algas, llamadas diatomeas. “Este caso me impactó porque sentí al elaborar el informe que daba a la familia elementos para que pudieran cerrar la historia y confirmar que había sido así y no de otro modo”, indica la doctora Nora Maidana, desde el Departamento de Biodiversidad de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

Precisamente allí funciona un servicio de biología forense que brinda diagnóstico en casos de muertes por sumersión. “En este momento es el único en el país que ofrece este servicio y trabaja con los cuerpos médicos forenses de todas las provincias”, indica esta especialista en identificar diatomeas, unos seres de cuatro micrones de diámetros que habitan desde aguas termales hasta hielos continentales, contabilizándose alrededor de cien mil especies en todo el mundo.

En la Ciudad Universitaria, ella estudia muestras de médula ósea o sangre que le acercan los especialistas forenses, en busca de diatomeas. “Si las hallo, luego de identificarlas, analizo las diatomeas en el agua donde el cadáver fue encontrado para comparar si son de la misma especie”, relata. Salvo las personas que mueren ahogadas, muy pocos llevan en su cuerpo diatomeas. ¿Las excepciones? “Si alguien -indica- desde muy chico ha sido nadador y tragó mucha agua pudo haberle ingresado diatomeas y éstas acumularse en órganos muy irrigados, como lo es la médula ósea. Lo mismo puede ocurrir con nuestros pescadores que suelen tomar el mate con agua de río sin filtrar”.

Pero si la víctima no fue nadador, ni pescador, ni consumía agua sin procesar y se encuentran diatomeas en su organismo “es alta la probabilidad de que la muerte se debió a sumersión y si las diatomeas recuperadas del cuerpo coinciden con las encontradas en el curso de agua donde fue hallado el cadáver, entonces es casi seguro que ese fue el sitio donde se produjo el deceso”, precisa.

Estos tests de diatomeas ayudaron a revelar casos famosos como el ocurrido en Suiza, donde en un campo cultivado de maíz apareció muerto un chico, pero no había sido asesinado ahí sino en un lago. “A partir de las diatomeas que se le hallaron en el tejido del cadáver se pudo ubicar la fuente de agua donde había en verdad fallecido el niño y condujo también hacia el asesino porque comprobaron que el barro hallado en su camioneta contenía la misma especie de diatomeas presentes en el cadáver”, relata.

En esta tarea detectivesca, la doctora Maidana tiene un objetivo pendiente: el de hacer un relevamiento de diatomeas de los sitios porteños donde suelen ocurrir con mayor frecuencia muertes por ahogamiento. “De este modo, podría entrenarse a personal técnico que tendría inmediatas herramientas para estudiar los casos”, evaluó.

Fuente: Publicado en La Nación el 19/11/2007

Cecilia Draghi