Recursos para igualar oportunidades

El surgimiento de la COVID-19, que obligó a adoptar la modalidad virtual de cursada, convirtió a ciertos dispositivos tecnológicos y a la conectividad en elementos clave para que los alumnos pudieran avanzar en sus carreras. Frente a este escenario extraordinario, la Facultad se vio en la necesidad de reformular sus becas, la mayoría de las cuales estaban ligadas a la presencialidad. Las nuevas herramientas incluyeron hasta el préstamo de computadoras.

19 de diciembre de 2020

Desde hace años, la Facultad cuenta con un menú tradicional de becas que ofrecen ayuda de diferentes características para facilitar la cursada de estudiantes que atraviesan dificultades económicas. La más importante de ellas es la beca Sadosky que ofrece una asignación económica mensual para alumnos y alumnas de grado que así lo necesitan; pero también están las becas Exactas que apuntan a cubrir los gastos de transporte, comedor, fotocopias y material de estudio. Si a este conjunto de beneficios se le suman las becas otorgadas por la UBA y el Ministerio de Educación, se llega a la conclusión de que alrededor del 10 por ciento de las y los estudiantes de la Facultad cuenta con algún tipo de asistencia material para sus cursadas.

En marzo de este año se estaban desarrollando normalmente los procesos usuales de inscripción y asignación de becas cuando la pandemia llegó a nuestro país y la habitualidad estalló en mil pedazos. El gobierno decretó el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio y la Facultad encontró que la única manera de poder seguir adelante con las clases era por medio de la virtualidad.

“De un momento a otro buena parte de las becas que entregaba la Facultad dejaron de tener sentido: transporte, comedores, fotocopias, material de estudio, carecían de utilidad porque estaban muy ligadas a la presencialidad de las clases”, reflexiona Francisco Romero, secretario de Extensión, Cultura Científica y Bienestar.

¿Cuáles eran las necesidades más inmediatas que surgían en esta nueva realidad? Con el objetivo de averiguarlo, Romero, junto al encargado del Área de Becas de la SECCB, Diego Picco, se pusieron en contacto con los beneficiarios de las becas Sadosky para conocer los problemas que enfrentaban y, al mismo tiempo, lanzaron una encuesta online destinada a todos los estudiantes activos de la Facultad, que fue contestada por más de la mitad de los inscriptos.

“Muchos pueden suponer que todos los estudiantes de Exactas tienen computadoras o notebooks en sus casas, que tienen buena conexión a Internet y wifi pero eso no es así. Lo que sí tienen todos es un celular con algún tipo de plan, más abierto o más restringido, de acceso a la web. Pero seguir una teórica de tres horas por el celular es algo muy complicado”, relata Romero.

El relevamiento permitió detectar que existía un núcleo de estudiantes que contaban con una tecnología inadecuada para poder sostener la cursada virtual, ya sea por falta de dispositivos,  cierta precariedad de sus equipos y también por limitaciones en la conectividad.

A partir de un panorama más claro acerca de las necesidades más inmediatas que tenían los alumnos y las alumnas para poder seguir una cursada virtual y teniendo en cuenta que la crisis económica derivada de la pandemia siempre golpea más fuerte en los sectores de menores recursos, la Secretaría comenzó rápidamente a tomar una serie de decisiones para enfrentar la situación.

Por un lado, a todos los beneficiarios de las becas Sadosky se les entregaron dos refuerzos de 5 mil pesos cada uno, en mayo y en julio, para que puedan hacer frente a los gastos extra surgidos de la nueva situación. Asimismo, a mitad de año, el monto de dinero que entrega la beca se aumentó un 20 por ciento, llevándola de 12 mil a 14.200 pesos mensuales.

Por otro, Romero y su equipo decidieron reformular el resto de las becas ligadas con la presencialidad y reabrir la inscripción para las ahora rebautizadas Becas Exactas (modalidad virtual). A través de este mecanismo se seleccionaron durante el primer cuatrimestre a 100 estudiantes que recibieron 3.000 pesos en el primer cuatrimestre y 3.500 en el segundo para mejorar sus equipos, comprar algún pequeño dispositivo que les hiciera falta y pasarse a un mejor plan de Internet.

Finalmente, la Secretaría ideó una nueva herramienta, quizá la más audaz, tanto por su excepcionalidad como por el compromiso patrimonial que implica para la Facultad, que consiste en el préstamo de una computadora para aquellos alumnos y alumnas que les resulta indispensable para poder llevar adelante de manera satisfactoria la cursada virtual.

Computadoras a domicilio

“El hecho de que hubiera personas que no podían cursar porque no tenían computadora mientras muchas PC se estaban llenando de polvo en oficinas vacías, no tenía sentido. No hay lógica que pueda justificar eso. Todos deberían tener un piso mínimo de condiciones para poder cursar en condiciones más o menos similares, compatibles con la idea de igualdad de oportunidades. Por eso todo lo que pudiéramos hacer desde la Facultad para achicar la brecha digital, lo íbamos a hacer”, recuerda Romero.

Con la decisión tomada se organizó un operativo en colaboración con la Unidad de Tecnologías de la Información (UTI) de la Facultad y se comenzaron a acondicionar y armar combos de CPU, monitor, teclado, mouse y conectores para ser distribuidos como préstamo a quienes los necesitaran. Trabajaron sobre equipos existentes, varios de ellos aportados por los departamentos de Computación, Matemática y Física, entre otros.

Resolver la logística de la iniciativa no resultó para nada sencillo ya que tuvieron que sortear múltiples desafíos. En principio, había que realizar los trámites necesarios para conseguir un permiso de circulación, cuando sólo se otorgaban para personal esencial. Además, si bien la Facultad cuenta con una camioneta propia con la que se podía hacer el reparto, los choferes eran mayores de 60 años, por lo tanto, formaban parte de los grupos de riesgo y, más allá de la disposición que tuvieran, la Facultad no podía permitirles realizar el trabajo.

“Dada la situación yo me ofrecí para hacer la distribución. Podía manejar la camioneta pero no tenía la cédula azul y tramitarla podía demorar mucho en el marco de la pandemia. Así que empecé a llevar las computadores en mi propio auto”, relata Romero con una sonrisa.

En ese primer cuatrimestre, con la colaboración de los departamentos docentes y del Centro de Estudiantes se logró detectar a 30 estudiantes que necesitaban una PC. “En esa primera etapa nos fuimos manejando a partir de la demanda. Entonces, un día nos escribía un alumno de Moreno y se la llevábamos; al otro día, nos llegaba un pedido de Claypole y se la llevábamos. Era un poco caótico pero lo cierto es que logramos hacer frente a la emergencia”, asegura Romero.

Para el segundo cuatrimestre, las operaciones ya estuvieron mucho mejor organizadas. Se abrió una instancia de inscripción para que canalizaran sus pedidos los estudiantes que necesitaran computadoras. “Recibimos unas 45 solicitudes y, en esta ocasión, ya pudimos realizar un listado de prioridades en función de la situación socioeconómica para entregar los equipos primero a aquellos que más los necesitaban. Además, a partir de sus domicilios realizamos un circuito para optimizar la distribución”, señala.

Memoria y balance

De acuerdo con los números que manejan en la Secretaría, se calcula que, a lo largo del año, la Facultad entregó alrededor de 250 beneficios, entre becas y préstamos de computadoras, que pudieron ser aprovechados por más de 200 estudiantes. La diferencia entre el primer número y el segundo surge por el hecho de que, según sus necesidades, un alumno o alumna puede haber tenido más de una ayuda.

“Estamos conformes porque pudimos hacer mucho y en ese sentido, creo que fue clave encuestar rápidamente a los estudiantes para conocer cuáles eran sus principales problemas ante la nueva situación. De todas maneras, uno siempre siente que pudo haber hecho más pero, si lo analizamos desde el punto de vista comparativo, no conozco que otras facultades hayan hecho nada parecido. Me parece que estuvimos bastante a la altura de las circunstancias”, analiza Romero.

Ahora bien, ¿cómo será el primer cuatrimestre de 2021? Nadie lo sabe todavía con certeza y poco se puede pronosticar luego de un año donde todos los vaticinios fracasaron estrepitosamente. Sin embargo, todos los integrantes de la Secretaría se encuentran siguiendo atentamente la evolución de la situación sanitaria que será la que, en definitiva, determinará las condiciones de la cursada.

“Para el año que viene es probable que algún tipo de presencialidad vaya a haber, pero nadie se quiere apresurar ante la posibilidad de que un error haga volver todo para  atrás. Por eso la vuelta a la presencialidad va a ser lenta y progresiva”, anticipa Romero. Y agrega: “Tal vez si se establece una cursada ‘híbrida’, con clases presenciales y virtuales, haya que retomar la beca de transporte, hoy no lo podemos saber. Tenemos que estar atentos a la situación y preparados para ver qué beneficios son los más útiles en cada contexto para poder asistir de la mejor manera a los estudiantes de la Facultad”.

Gabriel Rocca