
Modelos de universidad
En el marco del festejo por el décimo aniversario del Laboratorio de Fisiología y Biología Molecular de la Facultad, Francisco Naishtat brindó una conferencia sobre las transformaciones sufridas por la universidad moderna. Doctor en filosofía de la UBA, Naishtat ha publicado numerosos libros acerca del funcionamiento de la universidad.
“La universidad está sometida a una crisis muy importante, y esta crisis no es simplemente presupuestaria, sino que se trata también, y de manera fundamental, de una crisis existencial, en el sentido de que la universidad ha perdido la perspectiva histórica que supo tener en el momento en que aparece unida a la ciencia y a la moderna ilustración, como transformadora de la sociedad y de la cultura en su conjunto, con cierta perspectiva humanista”, señaló el doctor Francisco Naishtat, investigador del Conicet y profesor titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y prosiguió: “La universidad moderna, si bien crece y aporta enormes contribuciones a la ciencia, de alguna manera juega el papel de furgón de cola en un tren de modernización para el que ya no presenta ni construye mundos de sentido”. Aclaró que no iba a considerar los aspectos epistemológicos, sino el aspecto humanista de la ciencia y de su propia evolución, contestando a lo que él denomina “crisis de identidad de la universidad moderna”.
En una exposición erudita, plena de referencias bibliográficas, el filósofo expuso los tres modelos sucesivos de universidad que tuvieron lugar en los últimos doscientos años y que se desarrollaron, desde su perspectiva, en un gradual abandono de los altos ideales de la Ilustración.
El primer referente fue el sociólogo sueco Björn Wittrock, quien sostiene que la historia de la universidad moderna no tiene un desarrollo lineal con un ideal de progreso, como se sostenía tradicionalmente, sino que presenta discontinuidades. Esta percepción de la discontinuidad histórica pone al desnudo, según Naishtat, los campos de fuerzas que operan en la interpretación de esta institución.
Inspirado en el trabajo de Wittrock, Naishtat recogió las tres transformaciones de la universidad moderna postuladas por el sueco, y las presentó como “imágenes a contraluz” con el fin de revelar esos momentos e indagar lo que esas imágenes significan.
La universidad de la Ilustración
El punto de partida para la universidad moderna fue, para este autor, la fundación en 1810 de la Universidad de Berlín (hoy, Universidad Humboldt), llevada a cabo por Guillermo von Humboldt, y que representó los ideales de la Ilustración.
Esa institución constituyó lo que se denomina “la universidad de la Bildung”, palabra que en alemán significa formación. Recordemos que el propósito de Humboldt era el de la Universitas litterarum (reunión de todo el saber) que intentaba alcanzar una unidad de enseñanza e investigación y brindar a los estudiantes una formación humanista integral. Este concepto se diseminó por el mundo y dio lugar al surgimiento de numerosas universidades durante los siguientes 150 años.
Desde la perspectiva de Naishtat, ese modelo de universidad constituye hoy un ideal que podría ser alcanzado, a pesar de los dos modelos que siguieron.
El filósofo se detuvo en una disquisición sobre el significado del término Bildung, del que destacó la idea de formación entendida como educación activa, con participación del estudiante. El término se vincula con los conceptos de ilustración y cultura, dos cualidades características de la antigua Grecia. Para Naishtat, se trataría de atributos “indispensables para el florecimiento del hombre en sociedad y para el fortalecimiento del ciudadano y del estado”. En tal sentido, la Bildung, o, más bien, el ideal de la universidad humboldtiana, está representada por un programa educativo que “hace de la articulación entre cultura e ilustración una condición de la capacidad de ciudadanía política”.
Naishtat se centró luego en el filósofo alemán Emanuel Kant y a una de sus obras en la que plantea el “conflicto de las facultades”. En ella Kant postula una división de la universidad en dos tipos de facultades. Por un lado, las que hoy llamaríamos profesionales, y que Kant designa como “superiores”, que incluyen Teología, Derecho y Medicina). Por otro lado, la que hoy llamaríamos científica, y que Kant considera “inferior” o facultad de Filosofía, que comprende la física, la matemática, la filosofía teórica y la práctica, así como disciplinas históricas, como la filología, la geografía, la antropología y la historia. En términos de la UBA, esta facultad “inferior” reuniría a las actuales facultades de Ciencias Exactas y Naturales y la de Filosofía y Letras.
El hecho de que Kant considere “inferior” a la facultad de Filosofía no significa que se ubique por debajo de las profesionales, sino que, al poseer una libertad incondicionada, esta facultad “carece de la autoridad que poseen las otras facultades en materia de regulaciones que atañen a la vida social extra-académica”, aclaró Naishtat.
A continuación, destacó: “La originalidad de Kant es haber pensado el conflicto entre la facultad de filosofía y las facultades profesionales como estructural y constitutivo de la universidad moderna”. Y subrayó: “La facultad de filosofía, regida por el sapere aude (atreverse a saber) como leitmotiv de la Ilustración, propende a tener una mirada en cuestiones de orden teórico y reflexivo que las otras facultades no pueden resolver por sí solas”. Se trataría de un conflicto y una crisis estructural entre misiones y perspectivas contradictorias.
Si bien Kant no menciona la palabra Bildung, su obra tendrá una repercusión central en el debate en torno a la universidad que culminará con la fundación de la universidad de Berlín en 1810, donde la idea de autonomía preconizada por la facultad inferior se generaliza para el conjunto del sistema universitario.
El modelo de la especialización
El primer gran desgarramiento de este modelo sobreviene cuando la universidad moderna abandona el ideal de una unidad formativa de la educación superior en provecho de la especialización científica. Esta nueva concepción de universidad había sido anticipada por el sociólogo Max Weber, quien había afirmado, no sin mordacidad: “Más vale que se mantengan apartados de la ciencia los que se sientan incapaces de ponerse anteojeras”.
Surge así un nuevo ethos (conjunto de normas y valores), “la universidad científica que hundirá raíces en la Norteamérica de la segunda posguerra”, define Naishtat. Esta universidad abandona toda pretensión unificada del conocimiento en favor de una especialización descarnada. Pero significa también un abandono de unidad entre la universidad científica y la política. Sin embargo, el ethos científico todavía está regido por el afán de alcanzar la verdad.
Por último, la tercera de las transformaciones, que fue presentada por Naishtat como un camino de descenso, es lo que denominó la universidad de la hibridación, o de la contrailuminación. Es la que germinó en la Inglaterra de Margaret Thatcher y en el Chile del dictador Augusto Pinochet, “diez años antes de echar raíces en la Argentina y en México”, afirmó.
La universidad centrada en los problemas
Naishtat destacó que se trata de un nuevo modelo de producción del conocimiento. Para describirlo, se apoyó en Michael Gibbons, sociólogo de la ciencia, que define este nuevo modelo como un acercamiento entre investigación pura y aplicada, lo caracteriza como apoyado en la dupla investigación-acción, en detrimento de conocimiento-verdad.
¿Cuál es el impacto que esta modalidad traería a las universidades? Se preguntó Naishtat, y respondió: “La universidad pierde el monopolio de la producción de conocimiento y debe asociarse con otros actores institucionales”. A la homogeneidad de la especialización y las disciplinas se opone una amplia heterogeneidad. El imperativo de “publicar o perecer” es reemplazado, según el filósofo, por un nuevo imperativo de supervivencia individual e institucional: “asociarse o perecer”.
El prototipo de esta nueva cultura de la investigación es el trabajador del conocimiento, descripto con pautas de liviandad y flexibilidad, es decir, con capacidad para adaptarse con celeridad a los cambios. La agenda de investigación ya no estaría definida desde las disciplinas sino desde los problemas.
Pero ¿qué ejemplos pueden darse de estos modelos? La Facultad de Exactas se encontraría, según el especialista, en la segunda transformación, la etapa de la especialización. La Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y la Universidad de Tres de Febrero corresponderían al último modelo, el de la hibridación.
Los rasgos negativos que el filósofo atribuyó al último modelo no implican que la Universidad no deba ocuparse de los problemas de la sociedad. Para Naishtat, lo importante es mantener la especificidad del interés universitario, es decir, resolver los problemas concretos pero desde un interés universal por el conocimiento. “Si ese interés se pierde de vista, se desdibuja lo universitario”, señaló, y agregó: “Cuando la universidad internaliza valores de empresa, se genera la hibridación”.
En resumen, Naishtat presentó la evolución de la universidad moderna como el gradual abandono del ethos de la Ilustración. El primer modelo fue el de la universidad europea en los siglos XVIII y XIX; el segundo, el de la universidad norteamericana del siglo XX; el tercero es el que pugna por imponerse desde hace poco más de una década en los países en desarrollo, y en particular en Latinoamérica. “El ethos de esta última universidad es el de la adaptación y la resignación a que el mundo global sea el que marque su destino”, dijo.
Pero ¿dónde se percibe esta “resignación”? El especialista ejemplificó con la adaptación al modelo de evaluación científica vigente. Y se preguntó: “¿Ha discutido la UBA alguna vez la validez de dichos criterios? ¿Se ha involucrado la comunidad científica argentina en el trazado de políticas de evaluación que no sean meramente reproductivas?”
No obstante, y de cara al futuro, para el filósofo los modelos vuelven espectralmente y de manera cíclica sobre la cabeza de los actores universitarios. La Reforma del 18 en la Argentina, y las luchas estudiantiles del 68 en Francia por una universidad más involucrada en su época y menos especializada serían ejemplos de que los ideales de la Ilustración y de la Bildung pueden seguir vigentes.
Los diez años del LFBMC |
El Laboratorio de Fisiología y Biología Molecular y Celular (LFBMC), que comenzó sus actividades en marzo de 1997, fue creado por los doctores Eduardo Artz, Norberto Iusem, Alberto Kornblihtt y Osvaldo Uchitel con la convicción de que la universidad pública es el lugar natural para la investigación científica. Con estas premisas respondieron a la iniciativa de las autoridades de la facultad y mudaron a la ciudad universitaria los grupos de investigación que se encontraban en diferentes instituciones. Hoy en día el LFBMC cuenta con 14 investigadores del Conicet, 33 becarios doctorales y posdoctorales de distintas instituciones, 15 estudiantes de licenciatura y 6 personas de apoyo técnico y administrativo. En los últimos cuatro años el laboratorio produjo más de cien publicaciones originales, en revistas internacionales con referato, revisiones y capítulos en libros; se completaron 15 tesis doctorales, y 8 tesis de licenciatura en transducción de señales, regulación de expresión génica en humanos, animales y plantas y de neurobiología. |
Fuente: El Cable Nro. 659