Menos noches frías

Los datos meteorológicos de los últimos 40 años revelan un descenso de las noches frías durante el año, y una caída de la amplitud térmica, según investigadores del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la a Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

7 de mayo de 2008

Desde el año 1959 hasta la fecha, disminuyeron las noches frías a lo largo del año, según un estudio realizado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Esa caída es más marcada en los meses de marzo y octubre.

“Estos resultados indican una mayor extensión de la época cálida”, afirma la doctora Matilde Rusticucci, profesora del departamento de Ciencias de la Atmósfera de la FCEyN e investigadora del CONICET.

Pero ¿qué se considera como noche fría? “Para cada localidad, hay un valor umbral a partir del cual se considera que la noche es fría o cálida”, explica la doctora Mariana Barrucand, quien, en su tesis doctoral, analizó en forma detallada el registro de temperaturas desde 1959 al 2003. Ese umbral depende de la localidad y el mes del año considerado y se define en términos estadísticos.

Por ejemplo, en la localidad de Ezeiza, la media para octubre es de casi 16º centígrados (21.7 ºC de máxima y 10.1 ºC de mínima). Las investigadoras califican como “noche fría” aquella que tenga una temperatura mínima inferior a 4ºC, y “noche cálida”, una temperatura mínima superior a 15ºC. Pero si el mes estudiado es enero, mínimas menores a 12ºC ya son consideradas como “frías”.

“Lo que se ve es que hace cuarenta años se tenía un 35 por ciento de noches frías, mientras que ahora el número es inferior al 5 por ciento”, subraya Barrucand. En otras palabras: antes, el 35 por ciento de las noches de octubre eran frías, y ahora menos del 5 por ciento. También se observó un mayor número de noches cálidas. En efecto, antes se registraba un 10 por ciento de noches cálidas, mientras que ahora se observa un 30 por ciento, sobre todo en octubre y marzo, lo que confirma que el verano se está extendiendo.

Las rarezas de julio

Si bien a lo largo del año se observa una disminución de las noches frías y un aumento de las noches cálidas, en julio sucede lo contrario: aumentaron las noches frías y disminuyeron las cálidas. Estas rarezas no tienen todavía una explicación, pero, para los investigadores, no contradice el cambio climático.

El hecho de que disminuyan las noches frías es una evidencia más del cambio climático. Si la temperatura dependiera sólo de la radiación, durante la noche no se vería tanto cambio. “El efecto es que no llega a bajar la temperatura durante la noche”, confirma Rusticucci, directora de la tesis de Barrucand. Durante el día, la Tierra «gana calor» por efecto de la radiación solar, y de noche lo pierde. Pero el aumento de los gases de invernadero en la atmósfera dificulta esa pérdida de calor nocturna.

Lo cierto es que hay menos diferencias entre el día y la noche, y ello se observa en casi todo el país. Es decir, está disminuyendo la amplitud térmica. Pero estos cambios se dan también en otras regiones del planeta.

El estudio realizado por Barrucand se basó los registros diarios de temperatura de cuarenta estaciones meteorológicas de todo el país, pertenecientes al Servicio Meteorológico Nacional. El análisis no fue sencillo pues fue necesario aguzar el ingenio para detectar posibles errores o imprecisiones en esos registros.

Además, la investigadora no sólo estudió las variaciones en la temperatura sino que también analizó los cambios en la nubosidad. Las nubes siempre ayudan a disminuir la amplitud térmica, porque actúan como una barrera que, durante la noche, evita que la temperatura baje demasiado por pérdida de la radiación de onda larga que emite la tierra, y durante el día, disminuye la radiación solar (de onda corta) que llega a la superficie de la tierra.

“Si bien no encontré un aumento muy marcado de nubosidad a partir de datos observados en algunas estaciones de referencia, los casos significativos estaban claramente relacionados con un incremento de la humedad”, relata.

Por su parte, Rusticucci sintetiza: “Estos cambios registrados en la Argentina se relacionan con modificaciones en la circulación global de los vientos, lo cual se vincula al cambio climático”. Está claro que el calentamiento global no implica sólo un aumento de temperatura, sino también el cambio de otras variables, como la circulación de la atmósfera, el aumento de la humedad en determinadas zonas, y mayores sequías en otras.

Según Rusticucci, esta disminución de las noches frías tiene consecuencias para salud y el confort. Lo cierto es que el cuerpo no llega a descansar lo suficiente. Por otra parte, hay consecuencias en lo que respecta al gasto de energía, pues se hace un uso más intensivo de los equipos de aire acondicionado.

Pero, por otra parte, también hay efectos beneficiosos para las plantas: se producen menos heladas.

Fuente: Publicado en La Nación el 07/05/2008

Susana Gallardo