Los libros de la buena memoria

Hasta el lunes 11 de octubre se podrá visitar, en el hall de ingreso de la Sala Parlante de la Biblioteca Central de la Facultad, la muestra “Desenterrando libros prohibidos”. La exposición propone una recorrido por los numerosos textos censurados durante la última dictadura cívico militar y expone los mecanismos ideológicos y materiales por medio de los cuales se ejercía la estrategia represiva.

18 de septiembre de 2019

Organizada por el Centro Cultural Haroldo Conti y la Biblioteca Central “Dr. Luis Federico Leloir” de la Facultad, entre el 13 de septiembre y el 11 de octubre se podrá visitar, en el hall de ingreso de la Sala Parlante, la muestra Desenterrando libros prohibidos. La instalación se propone, utilizando múltiples materiales como libros, fotografías, videos, reportajes y resoluciones gubernamentales, dar cuenta del alcance y los efectos de la represión cultural, de las lógicas de la censura y, al mismo tiempo, rescatar los gestos y actos de resistencia que permitieron que muchos libros lograran escapar de la destrucción y el olvido.

“Decidimos inaugurar la muestra un 13 de septiembre porque es el día del bibliotecario, establecido en 1954, porque se recuerda que en esa fecha del año 1810 se publicó en el diario La Gazeta de Buenos Ayres, un artículo de Mariano Moreno en el que se informaba la creación de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que fue la base de la que después sería la Biblioteca Nacional”, rememora Ana Sanllorenti, directora de la Biblioteca Central de la Facultad durante el acto de inauguración de la muestra.

Para Sanllorenti, la presencia de esta exposición en Exactas presenta un significado especial. “Tiene que ver con el rol que seguimos teniendo los bibliotecarios de preservar y garantizar la libre circulación del conocimiento sin trabas de ningún tipo. Estas situaciones tan trágicas no deben volver a repetirse. Pero, en la actualidad, también aparecen trabas que apuntan a la privatización del conocimiento que surgen como tendencias internacionales y es algo sobre los que tenemos que estar alertas”, afirma y agrega: “Es como que los bibliotecarios estamos en el centro de la tormenta de esta especie de batalla por el conocimiento, donde se debate si el conocimiento circula como bien público o es una mercancía que puede ser privatizada y, por lo tanto, restringida. Durante la dictadura esa restricción estaba relacionada con lo ideológico y hoy sería por lo económico. Hay una continuidad dada por la permanente tensión en cómo circula y quién se apropia del conocimiento: si los particulares o la sociedad en su conjunto”, asegura.

También participó de la reunión Edgardo Vanucci, coordinador de Educación del Centro de la Memoria Haroldo Conti, quien se refirió a los objetivos centrales que se propone la muestra. “Queremos mostrar que el proyecto de la dictadura en términos del terrorismo de Estado significó no solamente el secuestro, la tortura y la desaparición de personas sino que, al mismo tiempo, también se reprimió la cultura. Es decir que, en paralelo a la represión de los cuerpos, se reprimieron las canciones, los libros, los discos, las pinturas”, explica. Y añade: “La clave de lectura de la dictadura era, en el marco de la “doctrina de la seguridad nacional”, la lógica del enemigo interno. Es decir, la dictadura considera a la cultura como un campo de batalla, como un escenario para la posible infiltración marxista. Así, todo se vuelve sospechoso o potencialmente subversivo, una canción, una poesía, una pintura, una revista, un artículo de diario, un calendario y, por supuesto, una serie de libros”.

En ese contexto, ciertos libros se volvieron «sospechosos» y «peligrosos» por su «ilimitada fantasía», por sus finales abiertos, por su «simbología confusa», o porque «afectaban la seguridad nacional». Asimismo, numeroso escritores, artistas, poetas, pedagogos, periodistas e intelectuales, pasaron a ser potenciales «subversivos».

Quienes visiten la muestra, podrán ir recorriendo, a lo largo de diferentes vitrinas, numerosos ejemplos de libros impugnados, censurados y prohibidos que abarcan desde libros de texto, manuales y materiales de lectura del ámbito educativo desde el nivel preescolar hasta el terciario y la universidad. También ensayos, novelas y volúmenes de ideologías demonizadas. Y una vitrina dedicada a las editoriales marcadas, cuyo caso paradigmático es el Centro Editor para América Latina, y EUDEBA, que fue intervenida.

Además, se pueden observar videos con reportajes a escritores, editores, libreros y autores que relatan su experiencia frente a las diversas formas en que sufrieron la censura; y fotos que retratan, por ejemplo, la monumental quema de un millón y medio de libros perpetrada el 26 junio de 1980.

Para el curador de la muestra, otro punto central de la exposición pasa por señalar el nivel de sistematicidad y de planificación que tuvo este proyecto de represión cultural. “Todo esto se instrumenta, fundamentalmente, desde dos áreas: el Ministerio de Educación y Cultura, y el Ministerio del Interior. Nos interesa dar cuenta de esa estructura burocrática de control que tiene su cabeza en la Dirección General de Publicaciones”, describe Vanucci. Y, en seguida, detalla: “Acá no hay nada espontáneo, más allá de las anécdotas que suelen circular como que prohibieron el libro “La Cuba Electrolítica”, o “El Cubismo”, o “Caperucita Roja” porque era roja, y entonces decimos: ‘qué brutos eran’. Pero esas, son simplemente anécdotas que pueden ser efectistas pero son poco eficaces para entender la complejidad de ese proceso. Tenían muy claro el nivel de planificación y de control respecto de qué libro aparecía como sospechoso y, a partir de ahí, iniciar una lógica inquisitorial”.

Pero la muestra también se propone rescatar pequeños gestos o actos de resistencia que evitaron la destrucción de innumerables libros y otros materiales de lectura. En esa línea, Sanllorenti recordó un episodio que ocurrió en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, tomado de un trabajo que publicó la investigadora Florencia Bossié. “Al poco tiempo de iniciada la dictadura, a los trabajadores de la biblioteca de esa Facultad les avisaron que iban a ir a revisar los libros que tenían. Entonces, varios integrantes del personal de la biblioteca se pusieron a revisar y a sacar de los estantes a los libros que les parecían de ‘izquierda’ -así lo cita el que lo relata-, para salvarlos, y también sacaron las fichas para no dejar huellas. Todo eso fue guardado en un depósito oculto, donde quedó hasta que volvió la democracia y, luego, los libros y las fichas volvieron a su lugar”.

Para finalizar, Vanucci hizo una exhortación a todos los presentes, que se puede extender a todas las personas que visiten la muestra: pidió que esos libros no queden cristalizados como títulos en listados de textos prohibidos, sino que lo importante es leerlos. “De ahí el nombre de la muestra ‘desenterrando’, porque esos libros fueron enterrados para que sobrevivan, para resguardar la memoria. Por eso está bueno volver a ponerlos en circulación hoy, analizando el contexto en que fueron escritos y prohibidos y qué significado puede tener esos materiales en la actualidad. Entonces, los invitamos a leerlos y a seguir ejercitando la memoria”.

 

 

 

Gabriel Rocca