Los frutos de la convocatoria +4i

Hace un año, la Facultad financió por primera vez líneas propias de investigación a través de la convocatoria +4i. Los equipos seleccionados pudieron equiparse y profundizar investigaciones con alto impacto social. Uno de ellos se dedica a la reutilización de residuos de la cosecha de cerezas, ciruelas y almendras para extraer fibra y antioxidantes naturales que podrían aportar insumos y aditivos saludables y de calidad para la industria alimenticia.

22 de julio de 2024

La convocatoria a Proyectos de Investigación Interdisciplinarios Innovadores con Impacto Social y Tecnológico, +4i, marcó un hecho histórico en la Facultad al abrir una línea de financiamiento propia destinada a docentes que investigan en Exactas. Su atractivo no era únicamente la importante suma de dinero que estaba en juego, sino que proponía fortalecer proyectos con alto impacto social y tecnológico. Entre sus requisitos, incluía la colaboración entre distintas áreas, favoreciendo la interdisciplina y habilitando la incorporación de personal externo.

Todas esas características ya formaban parte del equipo titulado: “Valorización de residuos de la cosecha de prunoideas del Alto Valle de Río Negro: almendra, ciruela y cereza”, uno de los trece seleccionados de un total de veintiséis. Para sus integrantes significó un impulso clave y la posibilidad de adquirir equipamiento e insumos al que no hubieran accedido de otra manera.

“Lo ejecutamos rapidísimo, fue fundamental disponer del dinero inmediatamente”, celebra Florencia Basanta, investigadora del Departamento de Industrias y una de las integrantes del equipo. Y explica: “No sólo por la apremiante realidad económica sino porque ya sabíamos muy bien qué necesitábamos, estábamos con la orden de compra lista”.

Por su parte, Eliana Fissore, también parte del equipo e investigadora del Departamento de Industrias junto a Basanta, subraya: “Pudimos comprar hasta una laptop para el laboratorio, que es algo básico hoy en día y que no teníamos porque con ningún subsidio podíamos hacerlo”.

Las investigadoras destacan la flexibilidad para poder usar el dinero, ya que otras líneas de subsidios son más rígidas en cuanto al destino de las partidas que se deben aplicar en diferentes rubros obligatoriamente. “Eso impide usar los fondos, si hace falta, para una sola cosa, como puede ser reparar un equipo esencial para el trabajo que se hace”, acota Fissore.

Gracias a esta convocatoria pudieron adquirir un equipo de ultrafiltración con componentes muy costosos. “Es una bomba especial con unas membranas carísimas”, comenta Basanta entusiasmada por el futuro del proyecto gracias a esa adquisición que les permite extraer fibra dietaria de los residuos.

El equipo de trabajo se completa con las investigadoras Alejandra Erlejman, del Departamento de Química Biológica; Andrea Ponce, del Departamento de Química Orgánica, y Dolores Raffo, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) del Alto Valle de Río Negro. A su vez, también participa Agostina Aramburu, becaria doctoral del Departamento de Industrias.

En base a trabajos previos bajo la dirección de Ana María Rojas, y originalmente, con Lía Gerschenson como mentora, la investigación se centra en la reutilización de los residuos de las cosechas como posibles aditivos y materiales naturales para la industria alimenticia. Por una parte, buscan darle una solución a los productores sobre el destino de estos residuos que, en el mejor de los casos, suelen usarse para combustión o compostaje. Por otra, aprovechando que son una fuente valiosa de biocompuestos, buscan valorizarlos mediante el aislamiento de la fibra dietaria y de antioxidantes naturales, muy presentes en los cultivos de prunoideas como las cerezas, las ciruelas y las almendras.

“Son frutas que no se utilizan y son descartadas aunque estén en buen estado fitosanitario. Simplemente no cumplen con los estándares de calidad comercial, como tamaño o aspecto. No tienen otro destino, no se comercializan y no hay otra industria que las tome para jugo o mermeladas, por ejemplo”, comenta Basanta.

“Pudimos comprar un montón de reactivos para hacer la parte de biología celular, porque el cultivo celular es muy caro”, agrega Erlejman. Y continúa: “Yo trabajé con antioxidantes que también tienen actividad antiinflamatoria durante mi tesis y empezamos a hacer ensayos para ver si tenían actividad biológica en cultivos de células intestinales. Todo lo que ellas extraen yo lo pruebo después, es una colaboración que viene siendo muy fructífera”.

Según Andrea Ponce, es muy importante una caracterización adecuada de los productos que se van a aplicar después, por eso desde su laboratorio en Química Orgánica, se ocupa de esos estudios. “Además de la caracterización química hacemos un estudio estructural de los polisacáridos”, explica.

Para Basanta, resulta muy positivo el trabajo interdisciplinario y que ahora cuenten con la trazabilidad completa de los residuos. “Desde que Dolores contacta a los productores y nos manda los residuos, ya sabemos de dónde vienen y podemos caracterizarlos desde la parte agronómica”, comenta.

De esta manera, el trabajo comienza en el campo, junto a los productores, pasa por los laboratorios de Industrias, de Química Orgánica y Química Biológica y, finalmente, puede transferirse a la industria alimenticia. Colaboran con empresas pequeñas y medianas catalogadas como B, que son las que plantean su compromiso con un impacto social y ambiental positivo.

“Estamos trabajando con una empresa de aderezos que se preocupa por producir productos ciento por ciento naturales, sin utilizar conservantes sintéticos. Por eso nuestro trabajo les resulta sumamente interesante, porque les brinda una opción totalmente natural”, explica Basanta.

Las investigadoras señalan que el enlace vino a través de la Universidad y que al principio les costó que desde la empresa entendieran que el insumo que podrían ofrecer no era sintético. “La parte de transferencia no es fácil, y tampoco nos dan los tiempos, es un trabajo extra. Por eso está bueno contar con ayuda institucional que permita realizar esos contactos”, agrega Basanta.

Para la convocatoria se destinaron 42 millones de pesos, en el marco del programa Exactas ATP. Fueron seleccionadas trece de las veintiséis iniciativas presentadas en cinco categorías diferentes. Cada equipo seleccionado contó con algo más de tres millones de pesos para invertir en lo que necesitaban.

Según Erlejman, fue clave “el empuje” que les brindó la convocatoria +4i. “Ojalá pueda continuar. Para nosotras, en medio de una situación tan adversa para la ciencia y las universidades, fue buenísimo contar esta ayuda y que le podamos decir a la gente con la que trabajamos que podíamos seguir avanzando porque habíamos conseguido los insumos que nos faltaban”, expresa.

Adrián Negro