La pata informática

A fines de octubre del año pasado doce jóvenes investigadores de diferentes instituciones formaron la Asociación Argentina de Bioinformática y Biología Computacional. Su objetivo es promover el desarrollo de trabajos basados en esta disciplina que fue declarada área de vacancia por el MINCyT. Del último congreso llevado a cabo durante el mes de mayo participaron alrededor de 150 científicos.

9 de junio de 2010

El acento lo delata al instante. Ignacio Sánchez nació en Zaragoza. Estudió ciencias químicas en España y se doctoró en Suiza. Fue durante su posdoc en Alemania cuando tomó contacto con la bioinformática. Llegó a la Argentina en 2006 e ingresó en el Instituto Leloir. La posibilidad de abrir nuevos caminos científicos en el país lo entusiasman y por eso, a fines del año pasado, fue uno de los fundadores da la Asociación Argentina de Bioinformática y Biología Computacional.

Recientemente instalado en Exactas, donde junto con Diego Ferreiro ganaron un concurso en el Departamento de Química Biológica, describe los objetivos de la asociación y explica de qué se trata la bioinformática.

– ¿Qué es la bioinformática? ¿Es lo mismo que la biología computacional?

– Podemos decir que más o menos son dos formas de llamar a la misma cosa, y podemos decir que la bioinformática es una pata necesaria de la biología actual ¿Por qué? Porque la biología actual, cada vez más, tiene mejores medios técnicos y produce una cantidad de datos que es no mil veces, sino un millón de veces mayor que hace unos años y esto va a seguir aumentando. Ya no es posible que un investigador se siente a procesar esos datos en su escritorio tomándolos uno por uno. Se necesitan medios computacionales. Ahí surge la bioinformática que crea recursos para almacenar esos datos y analizarlos.

– ¿Esta necesidad surge a partir de la decodificación del genoma humano?

– Efectivamente, los grandes proyectos genómicos produjeron la primera gran marea de datos que nos ha hecho ser conscientes de la necesidad de la bioinformática. Pero no es el único tipo de datos que vienen como un tsunami. Otro ejemplo surge del análisis de cómo actúan las drogas en un organismo, eso tampoco puede estudiarse compuesto por compuesto, hay que utilizar la vía informática. Los grandes análisis de expresión de genes también provocan una cantidad enorme de datos. El cambio cuantitativo es tan grande que por fuerza provoca un cambio cualitativo. No es lo mismo cazar cien mariposas y examinarlas que analizar la expresión de 50 mil genes.

– ¿La bioinformática es una línea de trabajo multidisciplinaria?

– Por supuesto. El bioinformático como tal en muchos lugares no existe ¿Qué ha sido un bioinformático hasta ahora? Alguien que desarrollaba software y algoritmos, es decir, computadores, matemáticos; gente que hace modelados como físicos o químicos, y obviamente, todo esto aplicado a problemas biológicos, junto con médicos, biólogos, bioquímicos.

– ¿Existe en Argentina la carrera de bioinformática?

– La Universidad Nacional de Entre Ríos, es la única que tiene una carrera de bioinformática. En la UBA hay grupos que forman bioinformáticos a través de tesis de licenciaturas o de doctorado. Hay una materia aquí en Exactas y probablemente en el futuro veremos la creación de programas de posgrado u orientaciones.

– ¿Cómo surge la idea de crear la asociación?

– A partir de un puñado de personas, que se habían formado en el exterior y regresaron al país, que se dieron cuenta de que existía una masa crítica de gente que hacía cosas parecidas y que este nuevo campo estaba comenzando en Argentina. Entonces surgió la idea de que una asociación podía ser un buen instrumento para tener presencia pública, impulsar el campo y conectarse entre todos.

– ¿Investigadores de qué instituciones participan de la asociación?

– Hay gente de Farmacia y Bioquímica, y de Exactas de la UBA; del Instituto Leloir; de las universidades de San Martín, Quilmes, Entre Ríos, Bahía Blanca, Córdoba, San Luis. Podemos decir que ya es una organización nacional. Además, el Ministerio de Ciencias lo ha declarado área de vacancia, es decir, un área prioritaria a desarrollar en el país.

– En Exactas específicamente, ¿qué recepción tuvieron?

– Yo en lo personal noto expectación: “llegaron los chicos nuevos, hacen cosas distintas, vamos a ver qué hacen”. Está bien, uno tiene que demostrar que lo que hace merece la pena. También tiene que explicarlo y divulgarlo. Por otro lado, mi socio, Diego Ferreiro y yo entramos recientemente a través de un concurso de espacio en el Departamento de Química Biológica con un programa de investigación que es en parte computacional. Esa, para mí, esa es una respuesta institucional. Lo computacional se acepta en los concursos y, si es válido, entra.

– ¿Podrías señalar a otros investigadores de Exactas que participan de la asociación?

– Entre otros están Marcelo Martí y Adrián Turjanski, de Química Inorgánica; Alejandro Nadra, en Química Biológica; Verónica Becher, de Computación; Ariel Chernomoretz, de Física; Diego Ferreiro y yo. También hay una relación fuerte con Alejandro Colman Lerner.

– ¿Cómo te imaginas el futuro de la biología computacional?

– En el país la bioinformática no forma parte integral de ningún campo de la biología y creo que en todos ellos puede hacer un gran aporte. Hay que tener en cuenta que en Europa y Estados Unidos ya no se considera a la biología tradicional por un lado y la bioinformática por otro. Lo computacional está integrado en cualquier proyecto biológico. Es un camino que no tiene retorno.

Fuente: El Cable Nro. 747

Gabriel Rocca