La marca de Rolando

Una multitud se reunió la semana pasada en el Pabellón I para homenajear a Rolando García, figura destacada de la historia de la ciencia argentina. En una jornada muy emotiva, se descubrió una placa que señala la denominación del pabellón con el nombre del ex decano, se presentó un libro que da cuenta de una charla suya en 2006 y colegas y compañeros de militancia dieron testimonio de su legado.

25 de marzo de 2009

A las seis justas de la tarde del miércoles pasado, 18 de marzo, más de 150 personas estaban reunidas en el frente del Pabellón I de Ciudad Universitaria. Esperaban a alguien. A esa misma hora, Rolando García atravesaba en auto -en el asiento del acompañante- una congestión de tráfico en la avenida Figueroa Alcorta. Por él esperaba la gente y, si bien Rolando no estaba completamente al tanto de la situación, sabía que lo habían convocado a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales para un homenaje y lo incomodaba llegar tarde. Cuando el auto estuvo cerca de la entrada del pabellón, a las seis y diez, Rolando preguntó qué hacía toda esa gente ahí, y la respuesta llegó sola, sin palabras, cuando el decano Jorge Aliaga se acercó a abrirle la puerta y bajó, junto a su esposa, Emilia Ferreiro, a encontrase con los primeros abrazos de la tarde. Dejándose llevar, fue encaminado frente a un lienzo color hueso que colgaba de una de las paredes del pabellón y, en el medio de palmadas y felicitaciones anticipadas, el mismo Rolando descubrió una placa que indicaba que el edificio recibía como denominación “Profesor Rolando García”.

Ex decano de Exactas por dos períodos consecutivos, impulsor de la creación de la Ciudad Universitaria, gestor de una época de esplendor científico que terminó con la “Noche de los bastones largos”, investigador en temas atmosféricos, exiliado político, discípulo de Jean Piaget en París y destacado epistemólogo, Rolando García vive y trabaja como académico en la Ciudad de México. Vino de visita a Buenos Aires como cada año, y en esta oportunidad las autoridades de Exactas decidieron aprovechar su breve estadía para homenajearlo por sus 90 años recién cumplidos y los 50 de su primer decanato. Pocos días atrás, el Consejo Directivo había aprobado por unanimidad la propuesta del decano Jorge Aliaga y la vicedecana Carolina Vera para darle su nombre al Pabellón I, cuestión de la que estaba al tanto la esposa de Rolando y que, de acuerdo a su testimonio, le fue comunicando al homenajeado en los días previos. De todas formas, le emoción que expresó Rolando después de ver la placa y el cartel de la entrada del edificio dejó evidenciar una importante cuota de sorpresa: leyó la placa y se llevó su mano izquierda a la frente; así permaneció unos segundos hasta que estalló el aplauso.

En tercera persona

Caminando entre los demandantes asistentes, y siempre flanqueado por su esposa, Rolando se dirigió al Aula Magna, donde continuaría el homenaje. Allí lo esperaban más de trescientas cincuenta personas, entre las que se destacaba una gran cantidad de hombres y mujeres de su generación, muchos de ellos activos participantes de la actividad política universitaria que desembocó en los años dorados.

En una atmósfera distendida y poco solemne, con un Rolando sonriente sentado en la primera fila de butacas, Jorge Aliaga y Carolina Vera dieron inicio a la actividad leyendo las adhesiones, entre las que figuró el mensaje del diputado Héctor Recalde anunciando la presentación en la Cámara Baja de un proyecto de resolución para rendir homenaje al ex decano de Exactas. A continuación, Aliaga presentó un libro que acaba de editar la Facultad a partir de una charla que dictara Rolando en 2006 y que lleva por título: ¿Hacia dónde van las universidades? “El primer ejemplar es para Rolando”, anunció el actual decano mientras bajaba del escenario para entregárselo. Más aplausos.

Continuó Aliaga: “Ahora pasamos a lo que pensamos como el regalo más afectuoso que podíamos ofrecerle, y era invitar a colegas y compañeros que transitaron parte de sus vidas junto a Rolando García y que podían aportarnos historias y anécdotas para compartir en este festejo”. Los invitados eran Jorge Albertoni, Fortunato Danón y Pedro Saludjian, tres personas muy allegadas a Rolando durante sus gestiones y todos militantes de la instalación del modelo reformista a mediados de los 50.

“Antes de las historias, quiero agradecer la alegría y el privilegio que nos da la Facultad de Exactas de admitir, por empezar, a los ingenieros, que somos unos cuantos -empezó entre risas Albertoni- y de poder ver la cantidad de gente que sigue lúcida y alegre como Rolando”. Parafraseando el dicho “siembra vientos y cosecha tempestades”, Albertoni indicó que “acá fue al revés: recogimos una tempestad que generó una cantidad de vientos que arrastraron las ideas y nos fueron metiendo en formas de pensamiento que ninguno de nosotros teníamos habitualmente”. El ingeniero destacó en dos oportunidades la influencia de Rolando en la formación y la idiosincrasia de varios de su generación. En primer lugar, indicó que “por nuestras edades, estábamos más metidos en los quilombos estudiantiles que en pensar en serio, cosa que nos enseñó él”. Más adelante recordó que cuando Rolando armó el Consejo Tecnológico, durante la última presidencia de Juan Domingo Perón, “muchos estuvieron o estuvimos en contra, pero la actividad de ese Consejo hizo que superáramos determinado gorilismo cerril que poseíamos una cantidad de todos nosotros y nos obligó a pensar de otra forma, cosa que hoy también tengo la posibilidad de agradecérselo”.

Siguió en la lista Pedro Saludjian, secretario durante la gestión de Rolando y al que se lo conoce con el apodo de “Mahoma”. Saludjian, que también se mostró emocionado por el homenaje, recordó el contexto en que se desarrolló la militancia universitaria a comienzos de los años 50, destacando el secuestro y tortura del estudiante comunista Ernesto Mario Bravo por parte de la policía o la obligación para los universitarios de portar certificado de buena conducta, “que era una manera de seleccionar y discriminar”, indicó Saludjian agregando que “en esa época comenzó la ‘liquidación’ de los mejores profesores de la Facultad”. Y reconoció que la expulsión de los académicos fue el motivo que lo volcó decididamente a la militancia: “Fui a la primera asamblea que se hizo, pedí la palabra y dije que había que ocuparse de la físicoquímica pero había que darse cuenta de que para cambiar la físicoquímica había que hacer algo para cambiar el régimen”. En una asamblea fue donde conoció por Rolando García, que era uno de los oradores y quien, años más tarde, lo sumaría a su gestión en Exactas a cargo de una secretaría. Sin olvidarse de nombrar a dos personajes centrales en la vida universitaria de aquellos años, como el ya fallecido Alberto Gellón y Amanda Toubes, presente en el Aula Magna, Saludjian destacó que tras la frase “Nosotros somos la universidad”, los militantes universitarios de esa generación “participamos e hicimos la presión necesaria para que se designara a José Luis Romero rector interventor de la UBA y el ingeniero José Babini decano interventor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales”.

Para finalizar, Saludjian compartió su recuerdo del momento en que, junto con Rolando, firmaron juntos la adjudicación del pliego para la construcción del Pabellón I, y que dio pie al proyecto de Ciudad Universitaria.

La última participación estuvo a cargo de Fortunato Danón, quien se reconoció como un “privilegiado por pertenecer a una generación que participó de la creación de la Facultad de Ciencias Exactas en esa época de los 10 años dorados”. Para dar pie al remate de la primera anécdota, Danón hizo referencia a que el lenguaje que se usaba en los pasillos de la universidad por los años 60 era formal y muy ajeno a las llamadas “malas palabras”. A continuación, recordó que en 1965 Rolando García había sido candidato a rector de la UBA tras el fin del mandato de Rizieri Frondizi, compitiendo con quién lo vencería sólo por un voto: Hilario Fernández Long. “Poco después de la elección -relató Danón- Rolando se encuentra con un prestigioso profesor del Departamento de Matemática, el ingeniero (Roque) Scarfiello, que estaba en la línea política opuesta, que le dice: ‘Doctor García, permítame expresarle mi alegría y mi felicitación por la gran elección que hizo usted el otro día’, a lo cual Rolando, con toda solemnidad le dice: ‘Pero por qué no se va al carajo’, se da media vuelta y se va”.

Continuando con la caracterización del talante de Rolando García, Danón afirmó que “los enemigos de Rolando comentaban que él era un tipo sectario, que elegía con todo cuidado a sus colaboradores, que tenían que ser amigos y totalmente identificados con su posición política universitaria”. Para contrastar la afirmación, contó una anécdota. “Rolando necesitaba un hombre que le condujera la construcción este edificio. Alguien le hizo llegar la información de que en el grupo que era ideológicamente más encontrado con quienes estábamos gestando el nuevo proyecto en Facultad podía aportar a algún profesional. El más emblemático de es grupo era el doctor (Jorge) Brieux, a quien convoca y le dice que necesita su ayuda, que necesita un ingeniero que sea capaz, honesto y eficiente. Brieux cae a los dos días y le dice: ‘El hombre que usted busca es mi cuñado, el ingeniero Mandirola’, y Rolando nombra al ingeniero Mandirola como director de la obra de este edificio”.

Cerrando con las exposiciones, Danón relató un episodio que describe la aptitud de Rolando para buscar y encontrar fondos. “Recuerdo que fue al Ministerio de Economía a ver a (Carlos) García Tudero y le dijo que necesitaba plata para construir este edificio, a lo que, el funcionario, le respondió que no había recursos, que ya estaba todo asignado. Entonces, Rolando le dice: ‘Cuando ustedes preparan el presupuesto obviamente no es con absoluta precisión, ¿no? ¿Cuál es la cota de error que tiene usted en la estimación del presupuesto?’. El ministro dice que sería del uno por ciento, y Rolando le dice que ese uno por ciento le alcanzaba”. Danón recuerda que Rolando volvió muy feliz del Ministerio con 400 millones bajo el brazo. “Así se hizo el edificio”, concluyó con orgullo.

Al finalizar las participaciones de los panelistas, el decano Aliaga entregó a Rolando García, como recuerdo, una reproducción a escala de la placa que designa al Pabellón I con su nombre. Después llegó la hora del ágape, el brindis en el hall del Aula Magna y las decenas de abrazos, agradecimientos, palabras y gestos que se extendieron hasta que se cerró nuevamente la puerta del auto que lo devolvió a su casa.

Fuente: El Cable Nro. 711

 

Armando Doria