
Herramientas para el desarrollo
Cuatro nuevos equipos de última generación llegaron a la Facultad para ser incorporados por el INQUIMAE y el Departamento de Química Inorgánica. Los fondos para su adquisición surgieron de subsidios otorgados por la Agencia. En diálogo con el Cable, el director de ese Instituto, Ernesto Calvo, describe las características de estas tecnologías, algunas de las cuales no existían en el país.
– ¿Qué tipo de necesidades vienen a cubrir estos equipos?
– Para hacer ciencia y tecnología en una escala competitiva se necesita un equipamiento relativamente sofisticado. Como decía hace un tiempo el ministro Lino Barañao, la Argentina ha invertido sistemáticamente unos 200 millones de dólares cada diez años en equipamiento. Sin embargo, en los últimos veinte años, debido a las reiteradas crisis económicas, esas inversiones no se concretaron. Con el agravante que ahora 200 millones es muy poco porque el costo de los equipos es mucho mayor. Y además, hay que tener en cuenta que uno puede comprar un equipo de última generación y dentro de 10 años es obsoleto. Es lo mismo que pasa con una computadora casera. Vos comprás una PC y después de un tiempo ya no te corren los programas, necesitas más memoria, más velocidad. Somos químicos y para hacer nuestro trabajo necesitamos equipamiento y ese equipamiento es costoso.
– ¿A través de qué instrumentos llegaron los fondos para la compra de estos equipos?
– En 2006 la Agencia realizó una convocatoria para el programa PME (Proyectos de Modernización de Equipamiento). En estos PME, el INQUIMAE, como instituto Conicet-UBA realizó dos pedidos de subsidios. Ambos fueron exitosos pero tuvieron características distintas. Para participar en este tipo de subsidios para equipamiento se requiere la conformación de un consorcio con instituciones de distintas partes del país para garantizar que puedan ser usados por mucha gente. Además deben ser presentados por un investigador que trabaje dentro de una de estas instituciones. Las presentaciones a dos de estos subsidios las hicieron los doctores Pedro Aramendía y Fabio Doctorovich. A su vez participaron del consorcio la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de Río Cuarto. A partir de estos recursos llegaron dos equipos: uno es un difractómetro de rayos X para estudiar monocristales. Un químico sintetiza una molécula nueva, la cristaliza y luego pone un cristalito microscópico en este equipo y obtiene, a partir de la intensidad de rayos X que son difractados por ese cristal, información en tres dimensiones acerca de su estructura. El otro es un equipo de espectroscopías de femtosegundo, es decir, 10(a la-15) segundos. Procesos como la fotosíntesis tienen etapas sumamente rápidas por debajo del picosegundo, o sea la billonésima parte de un segundo. Si quiero observar esos procesos necesito tener una espectroscopía que sea más rápida. Esa tecnología la está armando Aramendía junto con José Hodak, que acaba de regresar al país luego de varios años en el exterior.
– ¿Y los otros equipos?
– Simultáneamente INQUIMAE participa de un consorcio de nanotecnología, con el Instituto Balseiro, la CNEA, y el INIFTA (Instituto de Investigaciones Físicoquímicas Teóricas y Aplicadas – UNLP), en el cual yo soy el investigador responsable y Carlos Balseiro el responsable administrativo. Hicimos una propuesta de equipamiento para complementar lo que ya existía en Bariloche, La Plata y Buenos Aires. Estamos hablando, en conjunto, de 85 investigadores reconocidos internacionalmente. Y si sumamos a todos los estudiantes estaríamos llegando a unas 500 ó 600 personas. Con esos recursos pudimos adquirir un equipo de espectroscopía fotoelectrónica que está a cargo de Federico Williams y una cámara especial para microscopio con resolución por debajo del límite de Abbe que va a utilizar Mariano Bossi.
– ¿Este tipo de tecnologías ya era utilizado en Argentina?
– La espectroscopía ultra rápida no existía en Argentina. En el caso de la difractometría de rayos X de monocristales, existían equipos muy antiguos que no podían medir cristales pequeños y que, además, tardaban días en hacer una medida que en el nuevo equipo se hacen en minutos o en pocas horas. Si un investigador necesitaba usar estas técnicas tenía que enviar las muestras al exterior. En cuanto a la espectrometría fotoelectrónica (XPS y UPS), si bien hay varios equipos en el país, el que acabamos de incorporar tiene características únicas. En XPS lo que se hace es bombardear rayos X sobre una superficie para arrancar electrones, pero sólo muy superficiales, de las primeras capas atómicas. Eso permite un análisis químico en los dos primeros nanómetros. Si uno mide la energía de esos electrones sabe, no sólo de qué elemento químico de la superficie vinieron, sino también cuál es el estado de oxidación de ese elemento químico y cuál es su entorno químico.
– ¿Fue necesario acondicionar los lugares en los que se instalaron los equipos?
– Sí, claro, y para eso contamos también con un subsidio PRAMIN (Proyectos de Adecuación y/o Mejora de Infraestructura) que nos permitió pintar, cambiar las luces, poner aires acondicionados porque los equipos tienen que funcionar con una temperatura controlada. También tuvimos que colocar una UPS porque si se corta la luz y se apagan de golpe, estos equipos se pueden llegar a arruinar. Esta UPS los puede mantener funcionando durante varias horas y de no volver la energía eléctrica en ese lapso permite llevar a cabo un apagado programado. Hay que tener en cuenta que una UPS de estas características cuesta unos doce mil dólares.
– ¿Estos equipos se utilizarán para hacer exclusivamente investigación básica?
– Estos equipos sirven para hacer investigación pero también para hacer trabajos con la industria. De hecho, en todo lo que son recubrimientos y superficies, tenemos en el INQUIMAE una posición muy fuerte porque contamos con varios investigadores y diferentes técnicas sofisticadas para estudiar química en superficies. Puede ser un proceso de corrosión, puede ser una superficie súper hidrofóbica para que no se empañe el espejo cuando te bañás, o el parabrisas de un auto o un avión. Puede ser, también, un recubrimiento en un dispositivo biomédico como un implante o un stent. Nosotros podemos interrogar a esas superficies con distintas espectroscopías, saber qué moléculas hay, la orientación de esas moléculas, cómo están interactuando, en qué estado está cada uno de los átomos que están presentes. Esto es muy importante. Te doy un ejemplo de un trabajo que tenemos entre manos. Hay una empresa, FV, que fabrica artículos sanitarios. Entre otros, canillas que exporta a Estados Unidos. Para darle determinadas propiedades químicas la aleación tiene un uno por ciento de plomo. Pero en Estados Unidos ha surgido una legislación por la cual ya no admiten plomo. Entonces estamos trabajando con ellos para hacer un recubrimiento interno que evite que el plomo se disuelva bajo cualquier condición de trabajo y puedan seguir exportando ¿Cómo sabemos si se disuelve plomo? Mirando la composición superficial. Estas técnicas sirven para ese tipo de cosas.
– ¿Podría contar algún otro ejemplo?
– Otra aplicación surge en relación con las lentes de contacto. Para eso estamos en conversaciones con la empresa Pförtner. El tema es así, las lentes de contacto se hacen con un material que les da su propiedad mecánica, o sea el ángulo que tiene la curvatura. Si vos querés, además, tener un determinado color de ojos, basta con poner una sola capa de moléculas de un colorante y listo. Es decir, una cosa es el material que le da sus propiedades físicas, la curvatura y otra cosa el que le da el color. Si querés que también permee oxígeno para que la córnea respire entonces se hacen de poliuretano pero el poliuretano es muy hidrofóbico, lo que provoca que la lente se pegue a la córnea. Lo que se ha desarrollado, y de hecho son tecnologías que nosotros hacemos, es depositar unas pocas capas de moléculas que le cambian su propiedad de hidrofóbico a hidrofílico, por lo tanto la lente ya no se pega.
– Estos ejemplos indican una relación muy estrecha entre investigación básica y aplicación.
– Desde mi punto de vista el juego entre la investigación y la tecnología se da de la siguiente manera: hacer investigación es como saber leer para ser un escritor. Si el escritor no sabe leer no puede escribir un cuento. Bueno, hacer investigación y formar a la gente en investigación, implica estar leyendo la última bibliografía que se está produciendo en el mundo, estar en contacto con esos investigadores, ver las técnicas de última generación, ver cómo se van modificando las cosas. Eso es aprender a leer. Una vez hecho eso, uno puede comenzar a resolver problemas para el tipo que exporta cañerías o el que vende lentes de contacto o para purificar el agua de una población. Las dos cosas no están disociadas. Fijate que, por lo menos en el INQUIMAE, varios de nosotros hacemos las dos cosas. Algunos de nuestros laboratorios tienen contratos con la industria, lo que les permite solucionar algunos problemas de caja. Pero eso no es lo más importante. Lo más importante es abrir posibilidades laborales para nuestros graduados, porque no todos pueden ser profesores. Cuando nosotros llegamos, con el arribo de la democracia, el departamento estaba vacío, por eso, durante algunos años todos teníamos lugar. Pero ahora es mucho más difícil, entonces la gente se va a otras facultades, a la industria o pone su propia empresa. Por eso, para nosotros, esta interacción con la industria es fundamental. Porque el hecho de convertirnos en un punto de referencia en química hace que, en algunas ocasiones, cuando alguna de estas empresas necesita un químico se comunica con nosotros y nos pide que le recomendemos a alguien.
– ¿Cómo fue la respuesta del Ministerio a lo largo de todo el proceso?
– Todo esto funciona porque Lino Barañao, primero en la Agencia y ahora en el Ministerio, estableció estos subsidios. Después hay que ganarlos. Ganar los subsidios significa tener antecedentes como para obtenerlos. Para eso uno tiene que tener un grupo de investigadores, papers publicados, premios ganados, trabajos con la industria y convencerlos de que la mejor opción para Argentina es invertir la plata acá para instalar estos equipos. La competencia es muy grande, mucha gente quedó afuera.
– Se lo ve muy satisfecho con esta nueva tecnología.
– Sí, porque es el fruto de mucho trabajo. En Argentina uno tiene que trabajar en contra de la termodinámica. Si estuviéramos en Estados Unidos, en Europa, en China, tendría todo el sistema trabajando para nosotros. Acá las cosas no funcionan como deberían funcionar. Estuvimos tres años peleando por estos 2,4 millones de dólares que no es una cantidad muy grande de dinero para 85 investigadores de tres instituciones pero que a nosotros nos fue muy útil porque compramos exactamente lo que nos hacía falta para complementar lo que tenemos.
Fuente: El Cable Nro. 737