Especialismo y extinciones

En la conferencia inaugural, el doctor Jorge Crisci valorizó el rol de la sistemática en la conservación de la biodiversidad, alertó sobre los actuales criterios de medición del logro científico y sugirió que son los intereses del mercado los que llevan a las revistas de primer nivel a establecer qué es lo que se debe investigar.

20 de agosto de 2008

Nombrado presidente honorario del III Congreso Nacional de Conservación de la Biodiversidad, que se realizó en la Facultad de Exactas del 11 al 14 de agosto, el doctor Jorge Crisci, profesor de la Universidad Nacional de La Plata, fue el encargado de brindar la conferencia magistral de inauguración.

El título de la charla, inspirado en un capítulo del clásico de José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, fue “La barbarie del especialismo en un tiempo de extinciones”. Ya en 1930, Ortega advertía que la excesiva especialización iba a conducir a un retraso en la ciencia.

Si bien la charla apuntó a defender y revalorizar una disciplina biológica (la sistemática) frente a las disciplinas “moleculares”, es posible hacer una lectura más amplia, e interpretar las palabras del especialista como un planteo sobre la situación actual de la ciencia, y una reflexión sobre quién determina, y con qué derecho, los temas que se deben investigar. Y, por supuesto, sobre las consecuencias que ello puede tener para la vida en la Tierra.

“Nadie puede negar que estamos en una época de extinción masiva de especies”, afirmó el investigador, que ha publicado cuatro libros y más de cien trabajos científicos, y es académico de número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria.

Hoy se calcula que el número de especies conocidas es de 1.700.000, pero las que aún se desconocen suman unos 13 millones. Es decir, se conoce sólo entre un 15 y un 20% de la totalidad. “Para evitar la extinción de una especie, el primer paso es conocerla científicamente, incluyendo la ubicación sistemática, la distribución geográfica y ecológica, y es la sistemática biológica la que provee esta información”, aseguró.

En la sistemática biológica -disciplina que describe, nombra y clasifica la diversidad de la vida y sus relaciones- según afirmó Crisci, “en los últimos años hay un excesivo especialismo, centrado en los datos moleculares”. Y advirtió: “Ese especialismo conlleva ciertos peligros”.

“Vivimos en una época ‘molecular’, no sólo en la biología”, sostuvo, y agregó: “El valor de los datos moleculares es enorme, y han permitido un progreso extraordinario en la sistemática”. Esa información permite, por ejemplo, relacionar bacterias con mamíferos, lo que antes no era posible, porque no había caracteres morfológicos en común que permitieran compararlos para hacer un árbol filogenético.

Pensamiento unidimensional

Pero, para Crisci, cuando prevalece un pensamiento unidimensional sobre la disciplina, y se cree que todo puede ser solucionado con las moléculas, se llega a una visión reduccionista. Y enumeró algunos de los riesgos de esa perspectiva. Por un lado, un estado de conformidad y ausencia de crítica; por el otro, la restricción en los temas de investigación y en las oportunidades de trabajo. También, una desvalorización de las colecciones, por ejemplo, de los herbarios.

El resultado, para el investigador, es una disciplina desvalorizada y un programa de investigación reduccionista. “Darwin era un taxónomo, y ahora no sería bien visto”, comentó.

La consecuencia de la desvalorización de una disciplina es que cada vez menos jóvenes se dedican a ella, deslumbrados por otras luces. Esa carencia podría tener un fuerte impacto en la capacidad para conservar y utilizar la biodiversidad. “Sin la taxonomía no podemos conservar la biodiversidad, está admitido por las grandes organizaciones internacionales”, recalcó.

¿Por qué existe un clima de opinión favorable a las disciplinas moleculares, y desfavorable para la sistemática? Crisci citó al filósofo Michel Foucault, y a su idea de que las corrientes de opinión dominantes generan un efecto de atracción. Para este pensador francés, la adhesión a la opinión mayoritaria se relaciona con el sentimiento protector que la mayoría confiere, y con el temor al aislamiento y la exclusión.

El rol de las revistas científicas

“Vayamos a cualquier revista de sistemática del primer mundo y veremos que el 99 % de los trabajos son de índole molecular”, indicó. “La sistemática molecular es extraordinaria”, admitió, y enseguida objetó: “Pero no es autosuficiente”.

¿Cuáles son los criterios que permiten determinar qué es verdadero y qué no lo es? El conferencista recurrió nuevamente a Foucault: cada sociedad tiene su régimen de verdad, y ésta depende del poder.

En un editorial de Nature, de 2004, se afirmaba que “la taxonomía es puramente descriptiva”. Crisci refutó esa afirmación: “La taxonomía es una hipótesis acerca del orden en la naturaleza, que tiene un carácter predictivo y explicativo, y sirve de referencia para quienes trabajan en el tema. No es algo puramente descriptivo, que cualquier lego pudiera hacer”.

La pregunta, entonces, es quién, en este momento, establece los lineamientos en la ciencia. Y el orador respondió: “Los editores de las revistas”.

“Vamos a ser maliciosos”, invitó el disertante, y se refirió a la gran cantidad de publicidad que incluye Nature, lo que representa muchos miles de dólares semanales, y preguntó: ¿a quiénes representa esa publicidad? Precisamente a laboratorios que proveen materiales para las moléculas.

El científico como sujeto calculable

En la actualidad, se mide la capacidad de un científico por la cantidad de citas que tiene o por la revista donde publica. “En Nature, una de las revistas de mayor impacto, los sistemáticos no pueden publicar”, dijo, y fundamentó con numerosos ejemplos.

“Estamos en una economía de mercado, en la que el número de consumidores, determina el valor de un producto”, afirmó, y se preguntó: ¿es posible medir el logro científico?

El hecho es que, cuando se calcula el número de citas de un investigador, se ignora la calidad de la cita. Es decir, un trabajo puede se citado por constituir un aporte original, o porque es necesario refutar sus errores. Así, el científico más citado puede llegar a ser el que más errores cometió.

En un trabajo reciente de la Unión Internacional de Matemáticos, -según señaló Crisci-se afirma que la precisión de la métrica para evaluar a los investigadores “es ilusoria”, y, con fundamentos matemáticos, los autores del trabajo aseguran que “los números no sirven como medida del logro científico”.

En Gran Bretaña, por ejemplo, un investigador debe tener tres artículos en una revista con alto factor de impacto, y países como España están en esa tesitura. “Lo más grave -advirtió- es que las revistas de mayor impacto están decidiendo cuáles deben ser los temas prioritarios de la ciencia moderna”.

“Vivimos en una época en que se considera necesaria la visibilidad, se trivializa lo importante, y se le da importancia a lo trivial”, destacó.

Luego de asociar el factor de impacto en la ciencia con la valoración del número de minutos de presencia de las personas en los medios, Crisci advirtió: “La conducta humana que valora el zumbido, el impacto mediático, también produce la extinción de especies”, y reflexionó: “No es casualidad”.

Y prosiguió: “La conducta humana que lleva a la extinción de especies no se da por azar en una época que adora la fama, el dinero, el poder y los ídolos, y en que poderes mediocres y soberbios son capaces de destruirlo todo”.

Finalmente, aludió a una planta tropical de América del Sur, que se conoce como “atrapa monos”. Tiene un fruto duro y hueco, del tamaño de un ananá, y sus numerosas semillas son como almendras. Los monos introducen la mano para tomar las semillas pero, al cerrar el puño, la mano queda atrapada en el fruto. Recorren la selva con esa carga, sin darse cuenta de que, para liberarse, lo único que tienen que hacer es abrir la mano y soltar las semillas. “Es una metáfora de la codicia que rige nuestro tiempo, codicia no sólo de dinero, sino también de poder y visibilidad”.

Para cerrar, se dirigió a la nutrida concurrencia de investigadores jóvenes: “Cada generación se siente predestinada a cambiar el mundo, la mía no lo logró y es posible que la de ustedes tampoco lo logre. Sin embargo, la generación de ustedes tiene una misión mucho más trascendente, evitar que el mundo se destruya”.

El aplauso fue largo y sostenido.

Un congreso multitudinario
Organizado por el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad junto con la Dirección Nacional de Ordenamiento Ambiental y Conservación de la Diversidad de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, el III Congreso Nacional de Conservación de la Biodiversidad ofreció, durante la semana pasada, decenas de actividades académicas para los más de 700 inscriptos. El objetivo central del evento fue el de “contribuir al conocimiento, manejo y conservación de la biodiversidad de la Argentina”, según refirieron los organizadores.

La bióloga Fabiana Lonostro fue parte de la comisión de organización general, junto con otras dos integrantes del Departamento: Cecilia Carmarán y Alejandra Volpedo. “Empezamos a organizar el congreso en diciembre del año pasado -explicó Lonostro-, y en ese tiempo armamos los contenidos web, buscamos fondos, reclutamos colaboradores y, finalmente, logramos editar un libro de 400 páginas”.

La dimensión que cobró esta tercera edición del Congreso fue muy particular: además de la destacada presencia científica y de los cientos de inscriptos, se destacó la asistencia regional, ya que no sólo llegaron argentinos desde los lugares más distantes sino que también hubo gente de Chile, Brasil, Uruguay, Venezuela, Ecuador, Cuba, Perú, Bolivia, Paraguay, Colombia, Estados Unidos y Australia. La masiva y variada concurrencia generó, según da la primicia Lonostro, que “el IV Congreso pase de categoría nacional a Latinoamericana”. Ya tiene lugar y año; será en Tucumán en 2010.

Sin poder ocultar su emoción, la bióloga declaró que el evento “fue impactante en todo sentido. La combinación entre la calidad de los expositores y la cantidad de estudiantes hizo explosión; la voracidad con que los chicos preguntaban, escuchaban… No todos los días se tiene la oportunidad de hablar con referentes mundiales en biodiversidad”. Y retrató el clima que se vivía con un ejemplo: “durante los cuatro días que duró el congreso, se hacían las ocho de la noche y nadie se levantaba del lugar”.

El congreso cobró cuerpo a través del trabajo de una comisión científica, una editorial, una de logística y difusión y otra de actividades culturales y sociales. La presidencia estuvo a cargo de la bióloga Visitación Conforti. “Tanto profesores como auxiliares y estudiantes del Departamento estuvieron involucrados con una energía inagotable”, resaltó Lonostro. Y también destacó la colaboración de las autoridades de la Facultad, de las distintas secretarías de la casa y de los no docentes. “El apoyo masivo fue el secreto de los buenos resultados y demuestra que nuestra facultad es muy amable para hacer este tipo de eventos. Esperemos sentar precedente para aquellos que aún no se animan a realizarlos”, concluye la bióloga.

Fuente: El Cable Nro. 695

Susana Gallardo