
El infinito que comienza
Largaron las obras del edificio “Cero + Infinito”, el anexo del Pabellón I que alojará oficinas y aulas del Departamento de Computación, de Atmósfera, el Instituto de Cálculo y el programa de intercambio académico latinoamericano del Ministerio de Ciencia. Se espera que las obras estén concluidas en 600 días. Serán más de 17 mil metros cubiertos que permitirán dar respuesta a las demandas de espacio de todos los pabellones.
Cuando en febrero de 2011 el ministro Lino Barañao presentó el proyecto del edificio “Cero + Infinito” a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en una reunión que tuvo lugar en Balcarce 50, acompañado por el decano de ese entonces, Jorge Aliaga, el graduado Sebastián Ceria y el arquitecto Rafael Viñoly, las esperanzas de concretar la obra en poco tiempo renacían. La idea se había originado con el Plan de Obras presentado en 2006 por Aliaga y la búsqueda de fondos se remitía a esas épocas. Las noticias llegaron unos meses después de aquella reunión: En abril de 2011 se obtuvo el financiamiento completo para la obra y todo parecía más cercano; de hecho, se esperaba que las excavadoras lleguen a Ciudad Universitaria a fines de 2012. Pero la promesa se volvió esquiva, demorada por avatares de algunos recorridos burocráticos.
Más allá de las esperanzas y las especulaciones, hoy se puede asegurar que, con fecha de desembarque de 14 de septiembre, “Cero + Infinito” recibió su puntapié inicial. A primera hora del jueves empezaron a llegar los camiones de la empresa Constructora Sudamericana cargados con los paneles que permitirán delimitar el sector. La empresa tiene un plazo de 600 días para concluir el edificio.
“La primera parte de la obra, la más inmediata, consiste en establecer el obrador y el cerco perimetral”, explica Ana Svarc, secretaria de Hábitat de la Facultad. “El obrador está formado por contenedores metálicos, destinados a oficinas, duchas y espacios de guardado, lo mismo que sectores de acopio de materiales, equipos pesados y playa de descarga de materiales por parte de camiones. El cerco perimetral se colocará algunos metros más allá de los límites previstos para el edificio y ocupará también espacios aledaños”, agrega. La zona cercada tendrá como límites, a grades rasgos, el contrafrente del Pabellón I, el cerco perimetral del sector de mantenimiento de Deportes UBA, la calle principal de acceso del transporte público y el lateral del IAFE.
Una vez establecido el cerco y comenzados los movimientos de la obra, la rutina en Ciudad Universitaria se verá alterada. La puerta trasera de ingreso del Pabellón I (la que da al Pabellón II) se encontrará anulada para el tránsito habitual y será de uso exclusivo para evacuación del edificio. El sendero peatonal que se utiliza para cruzar de un pabellón a otro también quedará anulado y está previsto que se construya un nuevo sendero. También quedará dentro del cerco un sector menor del estacionamiento lateral del Pabellón I. “Si bien la obra está a cargo del Ministerio de Ciencia, nosotros como Facultad vamos a hacer un seguimiento para detectar los problemas que puedan surgir en el uso del predio y tratar de minimizar el impacto de la obra sobre la vida cotidiana de la comunidad de Exactas. De hecho, ya advertimos la necesidad de establecer cuanto antes nuevos senderos y reinstalar las luminarias que se retiren”, indica Svarc.
Causas y consecuencias
El nuevo edificio será una prolongación de la parte trasera del Pabellón I y estará anexa al actual ingreso que da al Pabellón II, ocupando parte de lo que localmente se conoce como “el bosquecito”.
La distribución general que posibilita el nuevo edificio permitirá que crezca el Departamento de Computación, que cuente con un lugar acorde el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos y que el Instituto de Cálculo acceda a su lugar natural. Pero, la ventaja adicional, es el efecto colateral de liberación de grandes espacios en los pabellones I y II, que beneficiará a la totalidad de los departamentos docentes.
Cero + Infinito será un edificio de 17 mil metros cuadrados y dos plantas, eso puede dar una idea de la obra que requiere y de las posibles consecuencias del proceso de construcción. Cuando se encauzó el proyecto, se le solicitó a la vecina Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo un informe del impacto ambiental de la construcción. “Esta actividad genera impactos directos sobre el predio donde se construirá el proyecto, atento a las dimensiones del mismo, afectará en forma indirecta a su entorno mediato e inmediato”, arranca el informe. Respecto de lo esperable en los cambios del nivel sonoro, se indica que el mismo “constituye un impacto bajo e inferior al tránsito normal de una avenida”. También advierte que se registrará “degradación temporaria y moderada de la calidad urbana próxima”, unos 200 metros a la redonda. Lo explican la generación de residuos y efluentes, como restos de materiales, envases, bolsas, humo de las maquinarias o polvo producido por el acopio de materiales y, principalmente, por la excavación y movimiento de tierras. El informe de la FADU también indica que es esperable que el impacto sobre el tránsito vehicular pueda extenderse geográficamente “por el desplazamiento de camiones, pudiendo aparecer impacto sobre la higiene urbana por pérdida de material en tránsito, además de deterioro de pavimentos por uso reiterado de las mismas rutas”.
Una vez establecida la base, obrador y cerco, comenzarán las primeras operaciones sobre el terreno, que consistirán en la remoción y traslado de árboles y, posteriormente, en la colocación de los pilotes de lo que será el edificio. Para el caso del tratamiento de las especies de árboles, el pliego licitatorio de la obra incluye indicaciones acerca de qué ejemplares se trasladarían y a qué lugares del campus, a partir del trabajo de un equipo de paisajistas contratados a tal efecto. La Facultad, por su parte, decidió proponerle a un especialista de la casa que realice su propia evaluación del valor ambiental de las especies y ejemplares en juego para, posteriormente, elevar su evaluación y sugerencias a los responsables de la obra. El consultado fue el docente e investigador del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental Pablo Picca, quien presentó un informe detallado con la actualización del estado y cantidad de los ejemplares y la corrección de los errores de identificación de especies que presentaba el plan inicial, con la sugerencia, caso por caso, de su traslado o remoción definitiva. En general, Picca destaca la necesidad de reubicar cipreses, cedros, paraísos, lapacho y tilos, entre otros, y considera que es prioritaria la conservación de los palos borrachos.
El edificio
La expansión edilicia que nació como proyecto al inicio la gestión de Jorge Aliaga y Carolina Vera, a fines de 2006, basada en la necesidad de espacio para investigación y docencia, fue pasando por diversas etapas hasta cuajar en el Cero + Infinito. El Plan de Obras 2006-2010 incluyó, entre muchas mejoras y adecuaciones de toda las Facultad, la ampliación del Pabellón I, teniendo en cuenta que, por sus características, era el único pabellón que podía “crecer”. Se trabajó, entonces, en la idea de una ampliación del comedor, agregando un sector de estudio y lectura, otro que pudiera albergar actividades de divulgación o de extensión y la ampliación del sector de aulas. Esa propuesta inicial se enriqueció en 2010 cuando apareció en escena una iniciativa aportada a través del Departamento de Computación que permitió pensar una ampliación mucho más importante.
Sebastián Ceria, graduado de Exactas radicado en Nueva York y CEO de la consultora Axioma, propuso financiar el desarrollo técnico de un nuevo edificio que se anexe al Pabellón I y convocar al destacado arquitecto Rafael Viñoly para que, junto con su estudio, diseñe y proyecte la obra. El fin era construir un nuevo pabellón pensado para el Departamento de Computación. La propuesta de Ceria fue confluyendo con el plan definido por el decano Aliaga y, finalmente, cuajó en el proyecto de expandir el Pabellón I con un área multidisciplinaria y que abra espacio para otros departamentos e institutos. Incluso a propuestas como el Centro Latinoamericano de Formación Interdisciplinaria, CELFI, el organismo del MINCyT que ocupará un ala del nuevo edificio. Con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la iniciativa y aporte de Ceria y Viñoly, Exactas había quedado a pocos pasos concretar un anhelo y, más que nada, resolver el serio dilema de disponibilidad de espacio. Lo que en 2011 parecía a la vuelta de la esquina se hizo esperar, pero ya llegó; la etapa de construcción está en marcha y ahora quedan menos de 600 días para cortar la cinta.