El Día de Ada Lovelace
Unas treinta niñas de entre 10 y 12 años participaron en el Cero + Infinito de un taller de resolución de problemas destinado a promover entre ellas las carreras vinculadas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática, y alentarlas en la comprensión de la importancia del rol de la mujer en la ciencia.
“La imaginación es la habilidad de descubrir, es aquello que penetra en los mundos invisibles que nos rodean, los mundos de la ciencia”. La frase pertenece a la matemática británica Ada Lovelace, pionera de la informática, e ilustra el propósito inspirador que tuvieron los talleres de los que participaron el sábado 15 unas treinta niñas de entre 10 y 12 años.
En el marco de la celebración del Día de Ada Lovelace, un evento global que se realiza desde 2009 y del que por primera vez participó la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, se llevó a cabo en el edificio Cero + Infinito la 1ª Jornada de Talleres STEM (acrónimo de science, technology, engineering & mathematics, o sea, ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) destinada a niñas, con el objetivo de promover entre ellas las carreras vinculadas a ese tipo de disciplinas y alentarlas en la comprensión de la importancia del rol de la mujer en la ciencia.
“El Ada Lovelace Day se realiza en todo el mundo la segunda semana de octubre, con diferentes actividades que buscan fomentar que haya más nenas interesadas en carreras STEM –señala Daniela Rodríguez, directora del Instituto de Cálculo (CONICET – UBA)–. Se nos ocurrió, como en general tenemos bastantes actividades de popularización de la ciencia enfocadas en el colegio secundario, organizar una especie de taller, muy lúdico, que apuntara a nenas más chiquitas, para que empiecen a conocer cuáles son las carreras que ofrece la facultad”.
Las nenas, alumnas de quinto y sexto grado de escuelas porteñas y bonaerenses, estuvieron acompañadas por sus familias –que pudieron recorrer el Cero + Infinito– y asistieron a tres sesiones de resolución de problemas.
“Fueron actividades completamente lúdicas. La idea era jugar. Sin computadoras, sólo lápiz y papel –puntualiza Rodríguez–. La primera consistía en ayudar a Arturito a encontrar su nave pasando por una serie de tubos, darle las instrucciones precisas. El primer desafío era saber seguir las instrucciones dadas, y después, que ellas redactaran sus propias instrucciones. Detrás de todo eso está el concepto de algoritmo: siguiendo esta serie de pasos yo debería llegar a este resultado. Si lo hago mal, no llego.”
Más tarde, hubo una propuesta que combinó física y música. Las niñas vieron cómo inciden sobre el período de un péndulo la longitud del hilo y el peso de la masa del péndulo. Cuando llegaba el péndulo al punto máximo, aplaudían, esos aplausos eran grabados y luego se verificaban los períodos decrecientes en un gráfico de sonido. Después, las notas de un contrabajo, que tocó otra estudiante, les permitió observar que la música también tiene periodos.
La tercera actividad mostraba una serie de avioncitos de cartón: algunos volvían de la batalla con agujeros de bala en el fuselaje y las alas, y otros directamente no volvían. “La pregunta era en qué parte reforzar el avión para que pudiera volver –explica Daniela Rodríguez–. El equívoco inicial es que tendían a reforzar las partes agujereadas pero, precisamente, puesto que lograron volver, esos aviones no necesitaban reforzarse donde habían recibido las balas. Fue un modo de abordar lo que se llama el ‘sesgo del superviviente’, que es un concepto de la ciencia de datos”.
Por fin, se reveló cuántos caramelos había dentro de un frasco. Cada una de las jóvenes talleristas había conjeturado un número estimado y, al final, pudieron ver cómo, en un acercamiento al concepto estadístico de inteligencia colectiva, la mejor respuesta surgió del promedio de todas las respuestas individuales.
Antes del taller, las niñas vieron una breve presentación en video sobre Ada Lovelace, una “científica poetisa”, como ella misma se consideraba. Hija de la matemática y astrónoma Anne Isabella Milbanke y del célebre poeta Lord Byron, Ada nació en Londres en 1815. Postrada desde los 14 años, estudió matemática, una disciplina vedada a la mayoría de las mujeres de la época. En 1833, a partir de una conferencia sobre la Máquina Analítica, la calculadora mecánica inventada por Charles Babbage, Ada comenzó a colaborar con él, añadiendo a su trabajo sus propias ideas.Antes que nadie, Lovelace postuló que las computadoras podían hacer más que simplemente procesar números, abriendo la puerta a funciones complejas y marcando los inicios de la ciencia informática. Sólo en 1953, un siglo después de su muerte, las notas de Ada fueron publicadas con su nombre real. En vida, y por el temor a que los escritos científicos de una mujer fueran rechazados, sólo firmaba sus artículos con iniciales. En ellos, está el primer algoritmo destinado a ser procesado.
El video sobre Ada consignaba una cifra clave: todavía hoy, apenas el 35% de las personas que cursan estudios de enseñanza superior en STEM son mujeres. El propósito de este tipo de iniciativas es desterrar definitivamente los prejuicios, normas y expectativas sociales que muchas veces limitan el acceso a la ciencia a niñas y mujeres jóvenes.
El evento se realizó simultáneamente también en cuatro ciudades santafesinas: Santa Fe, Rosario, Rafaela y San Cristóbal, con el auspicio de la Fundación Sadosky y el gobierno de la provincia de Santa Fe. En Exactas, la organización corrió por cuenta de investigadoras e investigadores del Instituto de Cálculo, a quienes se sumaron docentes de los departamentos de Matemática y Computación. El objetivo: instalar el Día de Ada Lovelace –ideado en 2009 por la tecnóloga británica Suw Charman-Anderson– a nivel nacional, para destacar los logros de las mujeres argentinas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática y promover programas que alienten a las jóvenes a estudiar esas carreras.