Aire seguro

El Servicio de Higiene y Seguridad de la Facultad comenzó a aplicar el monitoreo de concentración de dióxido de carbono en aulas, oficinas y laboratorios a partir de cinco equipos fabricados por el Departamento de Física. Esto permite verificar si la ventilación (natural o forzada) de los espacios es la adecuada para la prevención de la COVID-19.

5 de abril de 2021

La experiencia cotidiana de convivir con el coronavirus permitió contar con más conocimientos que hace un año a la hora de prevenir contagios. Con el tiempo se fue confirmando que el aire es la principal vía de transmisión de la COVID-19 y que el juego fuerte para evitar su propagación pasa por el uso de barbijo, la distancia social y la ventilación garantizada de los ambientes.

La Facultad, desde el día cero de su reapertura a actividades esenciales, aplicó protocolos estrictos para el cuidado del personal. Quien haya ingresado a cualquiera de los pabellones, sabe que se ingresa con autorización previa de las autoridades, que para ingresar se exige una declaración jurada del estado de salud, que en la puerta se registra la temperatura corporal y sanitizan las manos de los ingresantes, y que el sistema de ingreso permite la trazabilidad de cada persona que trabaja en los edificios. Protocolos específicos para cada actividad, determinación de aforos, desinfecciones, puesta en valor de los sistemas de ventilación forzada y anulación de la recirculación de aire de los mismos, señalización de circulación interna… Pero ahora, con la habilitación de algunas actividades académicas, la batería de precauciones sumó un nuevo elemento: la medición de dióxido de carbono en el ambiente como una forma de monitorear el sistema de ventilación de los distintos espacios. La clave está en minimizar respirar el aire respirado (exhalado) por otros.  Una herramienta para ello es controlar la acumulación de CO2 en los ambientes, lo cual proporciona una idea indirecta de la renovación de aire de los recintos.

El ambiente seguro como prioridad

“Por el momento tenemos cinco medidores de CO2 que no están montados en ningún lugar fijo sino que el Servicio de Higiene y Seguridad los utiliza para evaluar distintos recintos, como oficinas, laboratorios de investigación, de docencia y aulas”, indica Omar Metallo, secretario de Hábitat de la Facultad.

Los equipos medidores fueron construidos en el Departamento de Física y permiten monitorear en tiempo real la concentración de CO2 in situ y a distancia a través de una plataforma web, lo cual permite que pueda leerse en computadoras o inclusive en dispositivos móviles como celulares ya que los sensores están comunicados por wifi con la red del edificio. “Estos equipos nos permiten corroborar o rectificar lo que planeamos y diseñamos en el escritorio”, explica Metallo. Los espacios habilitados para su uso en la Facultad son aquellos que cuentan con ventanas al exterior y que puedan cumplir con los aforos definidos. Se ventilan antes, durante y después de su uso, y se utiliza el sistema de inyección de aire externo, que tiene anulada la recirculación del aire interno. Y también se usan los equipos de medición. “Esta herramienta nos permite chequear la acumulación de gas anhídrido carbónico liberado por la respiración de las personas y determinar si se encuentra o no en su punto de equilibrio debido a la correcta renovación de aire. Si los valores están por debajo de los límites, se considera que la renovación es correcta, por lo que el aire que uno libera tiene muy bajas posibilidades de ser respirado por otra persona y pueda trasmitirse el virus, en caso de que una persona enferma concurra”. Para poner a prueba este método y dispositivo el Servicio de Higiene y Seguridad realizó distintas pruebas en varios escenarios, “con recintos cerrados, con recintos abiertos, con inyección de aire, liberando CO2 artificial inundando ambientes cerrados pequeños, contrastando diferentes equipos entre sí en los mismos espacios, etcétera”, agrega Metallo.

Cómo funciona

Silvia Ledesma es profesora e investigadora del Departamento de Física instaló un equipo de monitoreo en su propio laboratorio del Pabellón 1 (con resultados óptimos para el uso del espacio). “El corazón del detector es un sensor de tecnología NDIR (non dispersive infrared), que es sensible a la absorción infrarroja del CO2. El sensor está conectado a un microprocesador que permite, entre otras cosas, leer el resultado de la medición y mostrarlo en un display”, detalla Ledesma y aclara que “para fabricarlos solo hay que tener un conocimiento mínimo de electrónica y programación”.

A las microgotas que se generan a partir de la respiración o cuando hablamos se las encuadra en la categoría de aerosoles. Tienen la capacidad de permanecer flotando en el aire y dispersarse con las corrientes como ocurre, por ejemplo, con las partículas que generan el olor a cigarrillo, que permanece en un ambiente durante mucho tiempo, incluso cuando ya no detectamos ni siquiera el humo de la combustión. “Una forma sencilla de saber cuán respirado está el aire de una habitación es medir el nivel de CO2.  En exteriores, en un aire relativamente puro, hay una cantidad de CO2 de alrededor de 400 ppm, mientras que en el aire exhalado encontramos alrededor de 40.000 ppm. Un umbral relativamente seguro para un ambiente interior es de 800 ppm, lo cual se logra generando corrientes de aire que ventilen el lugar”, indica Ledesma. Asimismo, destaca que “construir los detectores es relativamente económico y nos dará la oportunidad de monitorear los distintos espacios para poder regular su ocupación”.

Made in Departamento de Física

“Nos pareció importante contribuir desde aquí para que sea posible incrementar los niveles de presencialidad tanto en clases como en investigación”, sostiene Hernán Grecco, director del Departamento de Física de la Facultad. Es que fue desde el DF que se fabricaron los cinco sensores que está utilizando el Servicio de Higiene y Seguridad para monitorear distintos ambientes de la Facultad. “El año pasado empezaron a verse campañas relacionadas a la ventilación como forma de mitigar el riesgo”, relata Grecco. “Hacia fin de año leímos la publicación de Jorge Aliaga contando el proyecto de utilizar los sensores de CO2 como proxy de la aireación de una habitación, entonces desde empezamos a evaluar la posibilidad de fabricarlos. Acá lo importante no es tanto la concentración del CO2 sino su comparación con lo que hay en el ambiente. Lo que hicimos fue calibrar en un ambiente bien ventilado”.

Fue a principios de año que el titular de la Secretaría de Hábitat se puso en contacto con las autoridades del Departamento de Física para que evaluaran si era posible trabajar en conjunto para fabricar sensores. El personal de pañol se puso en marcha, la Facultad dispuso los fondos necesarios y pronto estuvieron disponibles los equipos para su prueba y calibración. “Se fabricaron cinco equipos y diseñamos un sistema web al cual los equipos reportan. Y también cuentan con un display donde se muestran los valores”, explica Grecco y agrega que se están comprando más sensores y se proyecta fabricar equipos a una mayor escala”.

 

El equipo del DF

La tarea del equipo de pañoleros del Departamento de Física fue la de conseguir proveedores, analizar el diseño, montar los equipos, hacer pruebas. “Para nosotros es fundamental contar con gente formada, dispuesta y comprometida con la institución para dar soluciones rápidas”, explica Hernán Grecco, director del Departamento. Se refiere a Alejandro Greco, Gustavo Laureiro, Pablo Dotro, Damián Perez, Matías Aguirre, Giannina Zerr, Federico Frith y a Patricia Centurión, de Administración.

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