Las bodas de plata del INQUIMAE
En el auditorio del IFIBYNE, se llevó a cabo la conmemoración de los 25 años de la creación del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía como unidad de doble pertenencia UBA-CONICET. Hubo discursos de reconocimiento y presentaciones artísticas que incluyeron una danza irlandesa y una guitarra especial.
“La ciencia no es una actividad individual, sino de comunidad”, señala Florencia Di Salvo, vicedirectora del Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía, para intentar describir la esencia de lo que se vivió el viernes 15 de marzo en el auditorio del IFIBYNE, en la conmemoración de los 25 años de la creación del instituto como organismo de doble pertenencia UBA-CONICET, donde hubo espacio para los reconocimientos, la emotividad y el arte.
La primera mitad del acto se desarrolló entre discursos varios y videos institucionales que resumieron los últimos 25 años de vida del instituto. Entre los oradores más destacados se encontraban Darío Estrin y Florencia Di Salvo, director y vicedirectora del INQUIMAE, respectivamente; Graciela González, vicedirectora del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física; los investigadores Ernesto Marceca, Fernando Battaglini, María Gabriela Lagorio y Luis Baraldo, también ex vicedecano de la Facultad. Andrea Atías, coordinadora general del Instituto, fue la maestra de ceremonia.
Luego de que Andresa Messias, becaria del INQUIMAE, leyera una emotiva carta de agradecimiento en nombre de todos los becarios y las becarias, dos presentaciones artísticas, con integrantes del instituto como protagonistas, cerraron el acto. Una de ellas estuvo a cargo de Gabriel De Bais, recientemente doctorado, quien junto a su hermana deslumbraron al público que llenó el auditorio del IFIBYNE con una danza irlandesa, minutos antes de que Mariano González Lebrero diera el toque final al encuentro con la presentación de una guitarra íntegramente desarrollada en el instituto, que emplea la simulación computacional como método de síntesis.
“Es producto de una colaboración con Esteban Mocskos, de Computación, y Lucas Rubinstein, del Instituto de Astronomía y Física del Espacio. Estamos en tratativas para crear una empresa de base tecnológica de la UBA para su desarrollo comercial”, señala González Lebrero.
“Dado el contexto actual del país, no estábamos decididos a hacer un festejo. Por eso lo llamamos conmemoración, porque tampoco lo quisimos eludir”, reconoce Sara Bari, investigadora del instituto. Al respecto, Di Salvo agrega: “Lo subjetivo está totalmente afectado porque las condiciones de trabajo en las que estamos son muy malas. Entonces, nos preguntamos si lo íbamos a llamar festejo o no, pero algo teníamos que hacer”.
El INQUIMAE es una de las tantas víctimas del brutal recorte presupuestario en educación, ciencia y tecnología. Entre los problemas más graves se encuentran la falta de herramientas administrativas, la imposibilidad de importar repuestos de maquinaria moderna y la incertidumbre respecto a la continuidad del CONICET como organismo del Estado: “A los fines de financiamiento, tenemos dinero asignado pero no lo podemos usar. Las partidas presupuestarias para el funcionamiento de los institutos están muy desactualizadas. No tenemos la certeza de cuándo van a ingresar los fondos que nos permitan continuar con nuestro trabajo”, se lamenta Di Salvo.
De un tiempo a esta parte, el instituto está trabajando en proyectos de investigación relacionados a los sistemas biológicos, experimentos de mesada y simulación computacional, extracción de litio de manera sustentable, desarrollo de metodologías de diagnóstico de enfermedades infecciosas emergentes en el país, desarrollo y caracterización de nanomateriales, monitoreo ambiental, síntesis avanzada, biofisicoquímica y simulaciones computacionales de fenómenos químicos, entre otros.
Un poco de historia...
El INQUIMAE tuvo una etapa prefundacional que va de 1984 -con el retorno de la democracia y de los espacios de construcción de conocimiento hasta entonces cerrados por la última dictadura militar-, hasta 1992 cuando, luego del incansable empuje de Roberto Fernández Prini, Miguel Blesa y José Olabe, entre otros, se logra su inclusión como instituto UBA. En 1995 se convierte en programa CONICET y, finalmente, en marzo de 1999, pasa a ser uno de los 44 institutos de doble dependencia UBA – CONICET.
Actualmente, en el instituto trabajan unas 125 personas entre investigadores e investigadoras, becarios y becarias, administrativos y administrativas, profesionales de apoyo a la investigación y personal de maestranza.