
Una beca para la simulación
De entre más de 500 postulantes, Darío Estrin, profesor del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física de Exactas, acaba de ser seleccionado para recibir una de las preciadas becas Guggenheim. Estrin trabaja en simulación computacional de procesos químicos, y fue premiado tanto por su proyecto de trabajo, como por su trayectoria. Ruth Rosenstein, graduada de la Facultad, también fue distinguida con la beca.
En el universo de las becas internacionales, la que otorga anualmente la estadounidense Fundación “John Simon Guggenheim Memorial” está entre las cinco más destacadas. En las últimas ediciones de la versión para Latinoamérica y el Caribe, la recibieron los físicos Oscar Martínez y Juan Pablo Paz, y la matemática Úrsula Molter, todos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Ahora, en la edición 2007, el turno le correspondió al químico Darío Estrin, del Departamento de Química Inorgánica, Analítica y Química Física, quien recibió la comunicación oficial la semana pasada.
Estrin es profesor asociado del Departamento y está a cargo del Grupo de Modelado Molecular, que se ocupa, justamente, de modelar fenómenos químicos a través de complejos programas de computación que, en la mayor parte de los casos, diseñan los mismos integrantes del grupo. Es la tercera vez que se postula para beca. Y fue la vencida.
La Guggenheim es una distinción a la que se presentan unos 500 postulantes por edición y contempla las más variadas disciplinas: cine, teatro, ciencia, poesía. Para entrar en carrera es necesario entregar un proyecto al que estará destinado el dinero que provee su adjudicación. Pero todos coinciden en que es una distinción donde cuentan mucho los antecedentes.
¿Qué cambia en su trabajo cotidiano por obtener una Guggenheim?
Por un lado, viene todo el tema de reconocimiento. Está bueno que reconozcan el trabajo de uno, la trayectoria, y es excelente que sea una cantidad de plata de uso bastante flexible. Puedo usarla para viajes, para computadoras, para muebles; no es como los subsidios habituales, que son muy rígidos.
¿Cuánto dinero representa la beca?
Serán unos 35 mil dólares, pero no lo sé con precisión. De alguna manera, la beca es una especie de subsidio flexible. Por lo menos, yo lo veo así. La misma beca, por ejemplo, la recibe un escultor o un poeta y el tipo que es un poeta la usará para vivir. Nosotros tenemos el sueldo asegurado por nuestros cargos, así que, básicamente, es un subsidio.
¿En qué consistió su presentación para postularse?
Presenté una especie de historia de mi carrera, una lista de publicaciones y un plan, todo muy sintético. Y fueron importantes las referencias. Es muy importante conseguir cuatro cartas de referencia e importa mucho quién las hace. En mi caso, fueron científicos de universidades importantes en los Estados Unidos.
¿La temática del plan, cuál es?
Mi proyecto está armado sobre la base de lo que hacemos todos los días en el laboratorio. Pero es menos, es una fracción. Acá en la Argentina estamos acostumbrados a hacer varias cosas a la vez, a hacer un trabajo un poco más disperso que en otros lados.
Y eso no está bien visto en el nivel internacional.
Particularmente, en los EEUU, consideran que uno debe focalizarse en algo, y eso es una crítica bastante habitual. Vos no podés armar en un plan dos cosas que no tienen nada que ver, aunque a veces en la vida cotidiana yo haga exactamente eso, pero ahí tenés que poner un proyecto cerrado, consistente, y todo vinculado. Entonces armé algo con una parte del trabajo que estamos haciendo, una parte importante: lo que propuse fue aplicar estrategias de simulación computacional para un tipo de proteínas que se llaman hemoproteínas y que son muy relevantes en distintas cuestiones de interés fisiológico y patológico.
¿Cuál es la línea de trabajo principal del grupo que usted dirige?
Mi línea de trabajo fundamental es hacer simulación computacional de reactividad química, y para eso hacemos una especie de combinación de estrategias basadas en modelos cuánticos y modelos basados en la física clásica, y eso lo acoplamos de alguna manera en unos esquemas de simulación que se llaman híbridos cuántico-clásicos. La idea consiste en simular un sistema complicado.
¿Cómo sería un sistema complicado?
Por ejemplo, hacer foco a nivel cuántico sobre una región de una proteína en la que está ocurriendo determinada reacción y el resto de la proteína trabajarlo con un modelo más simple, de física clásica.
¿Es la especialidad del grupo?
Es un tema en el que somos más o menos fuertes, pero no es que trabajamos todo el tiempo en eso, no es lo único. Por ejemplo, una de las cosas que también estamos haciendo es simular reacciones en solución.
¿Siempre trabaja en ciencia básica, entonces?
Sí. Colaboramos bastante fuertemente con grupos experimentales, pero nosotros, o, por lo menos yo, no trabajo en laboratorio experimental. Mi tesis de doctorado, mi posdoc y toda mi carrera académica fue en simulación.
Sin embargo, hace un par de años participó de un paper vinculado a posibles aplicaciones médicas en impotencia, hipertensión e infecciones que tuvo mucha resonancia en los medios.
Fue un trabajo muy interesante. Trabajamos en las reacciones de la melatonina y encontramos un derivado de ésta que liberaba óxido nítrico, lo que produce algunos efectos positivos sobre el organismo. Ese trabajo lo hicimos con Ruth Rosenstein, que trabaja en la Facultad de Medicina, y con el grupo de Fabio Doctorovich, de mi Departamento. Hicimos la parte de cálculos y la parte de química orgánica con Fabio, y con Ruth la parte biológica. Un trabajo bien interdisciplinario.
¿Colaboran con otros grupos?
Con el de José Olabe, con Ernesto Marceca. Fuera de la Facultad colaboramos con un italiano que cristaliza proteínas. Y otra cosa importante es que tenemos colaboraciones con otros grupos que hacen simulación; en particular, con uno de Barcelona y con el grupo de Adrián Roitberg, un argentino que está trabajando en la Universidad de Florida.
¿Hay muchos investigadores trabajando en simulación computacional?
Hay cada vez más gente trabajando con simulación en la Argentina porque es una herramienta potente. Hay gente que trabaja seriamente y también hay gente que trabaja en simulación porque, de alguna manera, es barato. Requiere computadoras pero es más barato que hacer biología molecular.
Aunque cuenten con los programas de computación, ¿no todos tendrán el conocimiento necesario?
El conocimiento es el problema. Hay gente que dice que va a hacer simulación y termina haciendo cualquier cosa, termina corriendo un programa que consigue en algún lado, pero sin verdadero conocimiento acerca de lo que está haciendo.
¿Los programas son generados por su grupo?
Hay algunos programas que desarrollamos nosotros y otros programas son académicos, digamos, se distribuyen. En general, los programas se socializan, la idea es que sean de dominio público.
Por lo tanto, no sólo está involucrado con la química.
Sí, muchas veces tenés que programar vos. Además, mi posdoc fueron dos años programando todo el día.
¿Qué tipo de equipos requiere la simulación?
Nuestro equipo está compuesto, básicamente, por clusters de computadoras, una versión más vieja y artesanal y otra más moderna que empezamos a armar este año. Pero también dependemos bastante de correr programas afuera del país. Las cosas más pesadas pudimos hacerlas porque tuvimos acceso a computadoras muy potentes, como una de Barcelona, que se llama Marenostrum y tiene 1000 procesadores. Es la cuarta del planeta y ahí corrimos bastantes cosas. Y en los Estados Unidos hay una especie de red de supercomputadoras a la que accedemos por la colaboración con Roitberg.
¿Es indispensable tener súper equipos para correr los programas?
Eso depende. A nosotros nos aumenta el rango de dificultad de los modelos que podemos estudiar, pero también hicimos un montón de laburo buenísimo sólo con lo que tenemos acá. Esas computadoras te permiten hacer todo más rápido. Una cosa que podríamos hacer en un año la tenemos en uno o dos meses.
¿Cómo deciden qué cosas simular?
La simulación tiene que partir de una pregunta. Si no, está mal hecha. Por ejemplo, nosotros ahora estamos trabajando con una proteína que se llama neuroglobina y que no se sabe cuál es su función. Se tiene alguna idea de cómo reacciona pero no se sabe cuál es la relevancia de esas reacciones. La idea es entender eso. Es bastante parecida a la proteína más famosa y estudiada que hay, que es la mioglobina, y sin embargo no se entiende muy bien cuáles son las razones microscópicas de esas diferencias de comportamiento. Ahí está la pregunta. Y esas preguntas vienen de estudiar a fondo el sistema que se va a abordar y también de hablar con la gente que está trabajando sobre el tema. Eso es súper interesante, porque nosotros quizás tenemos una herramienta muy potente y podemos responder a una pregunta pero también, para que se nos ocurran las preguntas clave, es necesario hablar con la gente que conoce muy bien el problema.
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Fuente: Cable Semanal Nro. 649