
Estudian mejores métodos de control de hormigas
Minúsculas y de apenas unos miligramos de peso, las hormigas urbanas pueden provocar cortocircuitos eléctricos, propagar infecciones en hospitales, ahuecar postes, carcomer cimientos y causar así daños invaluables. Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires estudian sistemas más efectivos de control y menos tóxicos para el medio ambiente.
“Las consecuencias tienen poca difusión y son poco estudiadas en nuestro país, por lo cual la magnitud de daños y perjuicio se desconoce”, destaca la doctora Roxana Josens, del Grupo de Estudio de Insectos Sociales desde la Ciudad Universitaria. “Según estudios en distintos países latinoamericanos, en los hospitales las hormigas al trasladarse de un sitio a otro, llevan consigo patógenos de distinta naturaleza, e infectan así alimentos, instrumental o material esterilizado. Nuestro objetivo es desarrollar cebos y un protocolo de aplicación efectivos para controlar este tipo de hormigas urbanas”, detalla.
Hace más de diez años la bióloga Josens tiene en la mira a la especie Camponotus mus, conocida como hormiga carpintera porque ahueca troncos para usarlos como nidos. Este insecto autóctono de unos 3 a 20 miligramos es casi imposible no topárselo pues habita en gran parte de la Argentina: del centro hasta el norte y desde la Precordillera hacia el este, llegando hasta Paraguay, Uruguay y sur de Brasil. “Se adapta perfectamente a los ambientes urbanos. En las ciudades es muy común que aniden bajo los techos de tejas o chapa, dentro de puertas huecas, marcos de madera o en grietas ubicadas en los cimientos de las construcciones. Como suelen ser sitios inaccesibles, aún arrojando cantidades de venenos, se logran pocos resultados, y se diseminan indiscriminadamente tóxicos en el medio”, describe quien también es investigadora del CONICET. “Lo que buscamos -agrega- es crear un sistema efectivo aprovechando el comportamiento natural de estos insectos, para aumentar la aceptación de los cebos y el reclutamiento hacia ellos, de modo de maximizar la entrada del veneno al interior del nido”.
Para que el tóxico llegue con éxito a destino, el equipo se propone conocer al dedillo el mundo del hormiguero y la sincronizada organización social para recolectar el alimento. Esta especie a la hora de comer prefiere a otros insectos y sustancias azucaradas como el néctar que se halla en algunos tallos o en la base de las hojas o de las flores. En búsqueda de estas provisiones salen las hormigas obreras, a las que no tiene sentido atacar dado que no se reproducirán nunca en su vida. Ellas trabajan para mantener el nido en que se refugia la reina, la única que pone huevos para generar descendencia. “Observamos -señala- que las obreras consumen según las necesidades de la colonia. Cuando el nido requiere más hidratos de carbono, no sólo toman más de esta sustancia azucarada sino que más rápido, es decir modulan la velocidad de la ingesta. No hay registro de que esto ocurra en otros insectos”.
No se busca matar a las obreras que pasean por la vivienda o el hospital, sino que éstas sirvan de transporte del veneno al nido, es decir se conviertan en el pasaporte mortal al hormiguero. “Actualmente se disponen de varios hormiguicidas que emplean este método, pero en su mayoría son para hormigas cortadoras, y aún éstas, a veces no responden como se espera. Entender el proceso de recolección permite brindar el marco de conocimiento necesario para adecuar los mecanismos de control”, indica.
El lenguaje de las antenas
En sus estudios sobre estos insectos, el grupo halló un posible canal de comunicación en el movimiento de sus antenas. Cuando a simple vista se observan esos caminos -casi avenidas- que las hormigas marcan en el terreno en sus idas y vueltas en busca de provisiones, se está frente a una verdadera cooperativa de recolección. Una obrera descubre un recurso alimentario, recluta a nuevos individuos para que se sumen en la tarea y todas cargarán en su buche el néctar recolectado y lo pasarán dentro del nido a otras de boca en boca. “Durante esta transferencia, hallamos que los contactos de antenas entre las hormigas varían según el valor de la carga que lleven. Por lo tanto, estas interacciones permitirían adquirir información respecto a cuán aceptado es el recurso transportado. Información que puede ser utilizada, por ejemplo, en la decisión de reclutar más hormigas, retornar a la fuente de alimento, etc.”, precisa.
Sin ocultar su admiración por estos insectos no deja de destacar una y otra vez su nivel de organización. “La recolección grupal de alimentos no está jerarquizada. En las sociedades humanas se halla: el que organiza, el que manda, el que ejecuta, etc. En la mayoría de los insectos sociales pueden intervenir cientos de individuos y ninguno manda, sin embargo el grupo recolector responde a las fluctuaciones del ambiente. Si cambia la oferta de néctar en el ambiente, muchas especies rápidamente redistribuyen sus obreras ante la nueva situación. ¿Cómo se da tan eficientemente es lo que indagamos a través de descifrar los distintos mecanismos de transmisión de la información”, puntualiza.
El equipo de Josens centra sus investigaciones alrededor de la forma de recolección de soluciones azucaradas, uno de los platos preferidos de estos diminutos seres. “Este es un cebo sencillo, económico pues se trata de agua y azúcar, al que se le puede adicionar un tóxico. Pero debemos comprender cómo es el proceso de recolección para tener conocimientos de cómo administrarlo de manera más efectiva y menos tóxica para el medio ambiente”, concluye.
Para poder evaluar los daños |
Ante la falta de datos en nuestro país sobre el daño que ocasionan las hormigas (diferentes a las cortadoras), se solicita a aquellos que puedan brindar información escribir a evaluacionhormigas@yahoo.com.ar y se les enviará una guía para facilitar la descripción del tipo de daño y la magnitud. |
Fuente: Publicado en La Nación el 23/07/2007