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La prestigiosa revista especializada Communications, en su edición de junio, ubicó en el 8º lugar entre los mejores 50 expertos en ingeniería de software del mundo, a Sebastián Uchitel, licenciado en Ciencias de la Computación de Exactas y doctorado en el Imperial College de Londres. A un año de su regreso al país, Uchitel explica la trascendencia de esta distinción y los proyectos que está llevando adelante en la Facultad.
– ¿Cómo te enteraste de tu aparición en el ranking de la revista Communications?
– Estaba en un congreso en Estados Unidos del que justamente participaban también los 50 tipos que integran este ranking. Es el congreso más importante de la especialidad. La verdad es que me puse muy contento, no esperaba estar en ese ranking en el 8º puesto. Con haber aparecido entre los 50 ya me hubiera dado por satisfecho. Como todo ranking, hay que tomarlo con pinzas, porque hay muchas discusiones acerca de cómo contar y dividir y esas cosas son hasta cierto punto arbitrarias, pero es lindo aparecer, digo, si aparecí algo bien debo estar haciendo.
– ¿Cómo se construyó este ranking?
– Los expertos que hicieron este ranking son dos investigadores en el área de ingeniería del software, uno de ellos es un profesor de los históricos de la University of South California. Lo que hacen en realidad es publicar una metodología de rankings, dicen: “así hay que hacer los rankings, así hay que computar, así hay que dividir”, y muestran y validan esta metodología aplicándola a varias disciplinas y particularmente a rankear universidades, particularmente las de Estados Unidos, donde existen muchos otros rankings. Entonces calibraron su técnica con respecto a esto, mostraron que produce resultados razonables, que se correlacionan con los otros rankings. Hecho esto dijeron: “bueno ahora apliquémoslo a otras áreas donde no hay rankings”, y tomaron el área de ingeniería en software. Dijeron, “bueno estos son los journals, estas son las conferencias importantes, vamos a contabilizar la información de aquí y de allá”, la metieron a la bolsa, aplicaron su metodología y produjeron este ranking. Entonces el artículo que apareció en esta revista explica la metodología de rankings y da un par de ejemplos de aplicación, uno es el de los mejores 50 investigadores en ingeniería de software y otro el de las mejores instituciones.
– ¿Qué es la revista Communications?
– Es la revista principal de la Association for Computing Machinery, que es una de las dos asociaciones más importantes relacionadas con las ciencias de la computación. Communications es el magazine de distribución más amplia. Es la menos especializada y a la vez la de mayor impacto, porque justamente le llega a todos los socios, todos los académicos y todos los profesionales. Yo publico particularmente en las revistas especializadas en el tema de ingeniería de software y en la Transactions on Software Ingeneering estoy bastante involucrado como editor asociado.
– ¿En qué consisten los ejes centrales de tu trabajo?
– Yo trabajo haciendo investigación en ingeniería de software. Me gustaría explicar en términos generales qué es la ingeniería del software. Para construir una torre de 40 pisos no hay que sentarse a apilar ladrillos, sino que hay que pensar algunas cosas antes. El trabajo anterior a la construcción es muy importante, diseño, evaluación del terreno, costos, manejo de un proyecto de tantas personas, en fin. Lo mismo pasa con el software, la concepción tradicional de que construir software es programar, es una visión muy limitada acerca del problema de la construcción del software. Entonces, ¿qué hace la ingeniería de software? Piensa en todo el proceso, va más allá de programar. Ahora bien, construir edificios se viene haciendo desde hace milenios, construir software sólo desde hace algunas décadas. La verdad es que no tenemos tan claro cómo hay que construirlo, qué significa diseñar software, cuáles son los modelos que tenemos que pensar, qué tenemos que analizar para asegurarnos que el software haga lo que tiene que hacer en tiempo y forma. Todas estas cosas las estamos investigando. Hemos progresado mucho, de hecho el software que se construye hoy es increíble comparado con el que se hacía hace 20 años, pero la verdad es que todavía hay muchísimo por hacer. Entonces esto es ingeniería del software. Yo trabajo investigando un tipo de modelo particular, que se llama modelo de comportamiento. Se utiliza para describir cómo un componente de software, no necesariamente el programa sino un pedazo, interactúa con otras entidades de software. Entonces imaginate en un sistema de reserva de aviones, vos tenés en tu terminal, un programita que está hablando con muchos otros que están distribuidos por el mundo, posiblemente bases de datos, distintas terminales de usuarios. Todos estos programas están interactuando, ¿cómo hago para describir cuáles van a ser las interacciones entre estos distintos pedazos de software, y cómo para garantizar que esa interacción, va a funcionar y va brindar el servicio que tiene que brindar? A estos modelos los entendemos a grandes rasgos pero hay muchos detalles que nos faltan, muchos problemas técnicos, muchas herramientas que construir para que un ingeniero en software pueda sentarse a escribir los protocolos de comunicación para su software con la garantía de que la cosa va a funcionar.
– ¿Cuándo empezaste a estudiar computación?
– Empecé en el 91. Hice la carrera de licenciatura en Ciencias de la Computación. Mientras cursaba y después de terminar trabajé en distintas empresas y me di cuenta de que eso no era lo que tenía ganas de hacer. Tuve la posibilidad de conseguir una beca para hacer un doctorado. Lo empecé acá y después me fui a Inglaterra a terminarlo, al Imperial College. Me fui en el 2000.
– ¿Cuando viajaste tenías una idea ya definida acerca de volver o quedarte en el exterior?
– Yo me fui convencido de que en dos años, dos años y medio, iba a terminar mi doctorado e iba a volver a dedicarme de nuevo a una carrera en la industria, ese era el plan.
– En el medio estalló la crisis del 2002.
– Sí, pero eso no afectó mi decisión de hacia dónde quería ir. En algún momento durante mi doctorado me di cuenta de que quería trabajar en investigación full time y volver para trabajar como profesor. Antes no lo tenía tan claro, supongo que porque la experiencia ahí fue muy buena, tuve muchísima suerte con mis dos directores y con el lugar en sí. Es un lugar muy agradable para trabajar y donde aprendí un montón. De hecho terminé el doctorado y pedí permiso acá para quedarme un par de años más. Así que una vez que terminé el doctorado, en el 2003, me quedé tres años y medio más.
– ¿Qué similitudes y diferencias encontraste en la forma de realizar tu trabajo, respecto de lo que ocurre en Argentina?
– Creo que lo interesante de la experiencia es empezar a descubrir esas cosas, que son miles y son chiquititas y triviales o grandes. En lo personal porque empezás a conocer tu propia identidad, y en lo profesional porque ves cómo labura otra gente, otras instituciones. Son otras formas de funcionar, ni mejores ni peores, o mejores y peores en muchos sentidos y eso también es muy lindo. Por ejemplo, el Imperial y creo que el sistema inglés en general es muy inclusivo, ponen mucho empeño en que cada alumno que ingresa a la carrera no se atrase y la termine. Es muy distinto de lo que pasa acá. Pero bueno, observar cómo funciona un departamento para lograr ese objetivo es muy interesante.
– ¿Los recursos económicos con los que cuentan para trabajar son mucho mayores que los que se tienen aquí?
– Sí, es así. Se nota en las cosas más pavas. Uno se traba mucho menos con tonterías, tiene más tiempo para trabajar porque las cosas a su alrededor funcionan. Siempre hay alguien que está al lado, cuya función es ayudarte a que cumplas con tu función principal. Entonces tu esfuerzo no se dispersa. Una de las cosas que más recuerdo es que pasé siete años haciendo una sola cosa y eso es maravilloso, es una inversión de tu esfuerzo que termina rindiendo muchísimo. Acá uno está haciendo veinte cosas al mismo tiempo.
– ¿Cuál es el nivel de conocimientos con los que un graduado de Exactas viaja al exterior?
– A mí me sorprendió. Me di cuenta de que el nivel de los egresados de Exactas en computación, que son los únicos que conozco, es fantástico. La verdad es que no tienen nada que envidiarle en cuanto a conocimiento, en cuanto a su capacidad, a los egresados de Imperial que es uno de los departamentos más fuertes en computación de Inglaterra. Así que el nivel es muy bueno. Por razones distintas, acá los chicos estudian a la noche y durante el día trabajan en computación, con lo cual en cuarto año tienen un nivel de madurez muy importante, entienden los problemas que uno les explica de otra manera. Allá están dedicados un ciento por ciento a estudiar, lo cual es fantástico, pero tiene su costo por otro lado. El nivel de acá es muy bueno, en cuanto a la carrera de ciencias de la computación, todo lo que sea el troncal de las materias obligatorias es muy bueno.
– ¿Cómo llegaste a la conclusión de que era el momento adecuado para volver?
– El plan como te dije siempre fue volver, pero siempre había una tentación de decir me quedo seis meses más porque está buenísimo lo que estoy haciendo. En un momento empecé a pensar que con ese esquema no volvía más. Siempre iba a haber algo piola para hacer, algo más para crecer, así que empezó a primar lo personal. Tuvimos una hija y la verdad es que criarla allá no era lo que queríamos con mi mujer, entonces las raíces empezaron a primar fuertemente, y empecé a cerrar un ciclo. Justo se abrió un concurso acá para el área de ingeniería de software, que concursé y gané. Y bueno, la verdad es que se fue dando.
– ¿Con qué objetivos volviste?
– Me gustaría desarrollar un grupo de investigación que establezca un vínculo con las empresas nacionales y empiece a generar una conversación de ida y vuelta en cuanto a transferencia y a aprendizaje, porque lo que yo hago depende mucho de cómo trabajan las empresas. Yo quiero ver qué hacen, para ver cómo puedo ayudar. También quiero que en ese ranking de instituciones, en cuanto a calidad en ingeniería del software, la UBA aparezca en cinco años entre los primeros 50 lugares. Quiero formar este grupo y quiero seguir investigando. Aprendí mucho allá de qué manera tiene que funcionar un grupo de investigación en ingeniería de software y voy a tratar de aplicarlo acá con la salvedad de que las problemáticas son distintas.
– Vos hablaste de la relación entre empresas, investigación y Estado. En Argentina cuesta mucho históricamente unir estos tres puntos ¿Cuál es la situación que se da en Inglaterra?
– Allá tampoco es fácil. Me cuesta hacer la comparación porque yo estaba en un grupo con mucha historia, probablemente uno de los grupos más importantes del mundo en ingeniería del software. Entonces claro, las empresas se acercan naturalmente, está esa mentalidad. Acá no se acercan tanto, me cuesta mucho conseguir que la gente venga acá a hablar.
– ¿Por qué creés que ocurre esto?
– Yo creo que hay mucho de cuestión cultural. Acá hay una industria que está creciendo muchísimo y creo que están mayormente dedicados a crecer en este momento, pero bueno, estamos teniendo algunos contactos con empresas con las que parece que se pueden plantear cosas interesantes.
Una jornada laboral en Londres |
– ¿Cómo se desarrolla un día de trabajo de un docente en el Imperial College?
– Es muy distinto de lo que se acostumbra acá. Este departamento vive más de noche, da clase de noche. Ahí todos llegan entre las 9 y las 10 de la mañana. A las 10 todo el mundo toma el café en la sala común, lo cual es muy lindo. Ves a todos los profesores, charlás sobre lo que pasó ayer a la noche, lo que va a pasar hoy en el trabajo y después volvés a juntarte a las 3 ó 4 de la tarde de nuevo a tomar el té. – ¿No es a las 5? – No, eso es una mentira (risas). A las 5 en punto se van todos a casa. |
Fuente: El Cable Nro. 657