Testigo ante posible contaminación

La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA está trabajando desde hace un año en la determinación de cuál es el estado actual del el río Uruguay y su entorno. Es un estudio único que permitirá corroborar si la actividad de la pastera Botnia contamina la zona.

11 de noviembre de 2007

Para iniciar una vigilancia de la posible contaminación que produzca la pastera Botnia es imprescindible contar con la línea de base, es decir, con una foto de la situación ambiental antes del arranque de la planta, emplazada en la localidad de Fray Bentos, en Uruguay.

Desde hace un año, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, a través de varios de sus equipos investigación, está abocada a la recolección y análisis de datos biológicos, geoquímicos y atmosféricos con el objetivo de establecer la línea de base. Esta serie de estudios es única y nació como una asistencia técnica al Municipio de Gualeguaychú establecida por la Secretaría de Investigación de la Facultad.

“Hemos logrado generar información objetiva, para determinar si la planta contamina, y vamos a juntar todos los elementos probatorios para el caso de tener que realizar un reclamo internacional ante la corte de La Haya”, señala el doctor Héctor Ostera, profesor en Exactas y especialista en geoquímica isotópica. Ostera, nacido y criado en Gualeguaychú, fue quien estableció el vínculo entre la Facultad y el municipio de esa ciudad entrerriana, y coordina el proyecto.

Un estudio de base es fundamental a la hora de querer atribuir un cambio ambiental generado por la planta. Si no se conoce la situación previa al funcionamiento no se le puede atribuir responsabilidad.

La vida acuática bajo estudio
Uno de los estudios se centra en las comunidades planctónicas del río Uruguay, es decir, los pequeños organismos vegetales y animales que se encuentran en suspensión o nadan en el agua y que conforman los eslabones de la cadena alimentaria fundamental que sustenta a los peces.

“Junto con el fitoplancton y el zooplancton, estamos estudiando un conjunto de parámetros, como la temperatura, el pH, el oxígeno, los nutrientes, la demanda química de oxígeno, la transparencia, y la concentración de sólidos, entre otros, en un área del río Uruguay que va del kilómetro 70 hasta el 110”, explica la doctora Irina Izaguirre, del Departamento de Ecología, Genética y Evolución (EGE) de la FCEyN.

Izaguirre, junto con las doctoras Inés O’Farrell, Haydée Pizarro (del EGE), Alicia Vinocur (Biobidversidad y Biología Experimental, BBE) y las especialistas en zooplancton Cristina Marinone (BBE) y Soledad Fontanarrosa (EGE), realizaron, desde septiembre de 2006, cuatro muestreos estacionales en veinte sitios fijos, para cubrir un ciclo anual. La idea es contar con una “película”, mas que una foto, de lo que sucede en el río a lo largo del año, teniendo en cuenta los cambios de temperatura y las crecidas y bajantes del río.

“El Uruguay es un río muy dinámico. Por un lado, tiene la represa de Salto Grande aguas arriba, que controla el caudal. Por otro, recibe la influencia de la sudestada, y también las aguas del río Gualeguaychú”, señala O’Farrell, y subraya: “Si no se hace un estudio dinámico a lo largo del año, no se puede afirmar nada”.

Las comunidades acuáticas son sensores biológicos que van a registrar cualquier cambio que se produzca en el agua. Si hay contaminación, van a cambiar los grupos dominantes, puede llegar a proliferar alguna especie resistente que antes no estaba. “Algo que suele ocurrir es que baje la diversidad, y proliferen especies tolerantes, que crecen porque no tienen competidoras”, explica Izaguirre.

Las condiciones del río, en general, empeoran en verano, porque aumenta la cantidad de nutrientes y también las algas tóxicas. Estas especies aumentan cuando se incrementa la temperatura.

En general, la proliferación de algas no es buena, porque hay especies tóxicas ya registradas, que pueden afectar el hígado y el sistema nervioso de los peces, e inclusive pueden ser tóxicas para el ser humano.

En verano ya hay problemas con estas algas, y esta situación podría llegar a potenciarse con la planta, si los efluentes incrementaran los nutrientes en el agua. Además, cuando hay una gran floración de algas en la superficie, si bien hay mucho oxígeno en las aguas superficiales, falta este elemento en la profundidad, porque las algas no dejan pasar la luz, y no hay fotosíntesis en las poblaciones vegetales del fondo. La falta de oxígeno en el fondo es mortal para los sábalos, que constituyen una de las riquezas pesqueras del río Uruguay.

Además del fitoplancton, otro grupo de investigadores de Exactas estudia el zooplancton, y un grupo de la Universidad de Luján realiza ensayos toxicológicos en los peces.

Qué pasa en el aire
Otro componente imprescindible de un estudio de base es el aire. En tal sentido, la doctora Inés Camilloni coordina un equipo que incluye investigadores y equipos de medición de la Comisión Nacional de Energía Atómica.

“El estudio tiene tres etapas, la primera consiste en hacer un diagnóstico de la capacidad que tiene la atmósfera, en el área de Gualeguaychú, para diluir contaminantes. Se utiliza información meteorológica, provista por el Servicio Meteorológico Nacional, y nos permite saber si esta planta está ubicada en un lugar donde la atmósfera tiene una buena capacidad para dispersar y diluir los contaminantes, o si puede haber situaciones de riesgo ante emisiones de contaminantes”, explica Camilloni.

En una segunda etapa se realiza el modelado de la dispersión de contaminantes que la empresa declara que va a emitir a la atmósfera. Los resultados de esa simulación se acoplan a un modelo regulatorio de dispersión de contaminantes de la Agencia de Protección Ambiental, de EEUU. “Con esos datos podemos estimar las concentraciones máximas de los distintos contaminantes que la empresa declara que va a emitir, y determinar las condiciones meteorológicas asociadas”, detalla la investigadora.

En la tercera etapa, se miden las condiciones actuales de calidad de aire antes de que entre en operación la planta. Se hacen mediciones en distintas localidades en función de las áreas con mayor población y de las direcciones predominantes del viento. “Determinamos la línea de base, es una línea que le va a permitir a la Argentina saber las condiciones previas a la operación para eventuales reclamos frente a un deterioro de la calidad del aire”, destaca Camilloni.

Se realizan mediciones fijas en la ciudad de Gualeguaychú, en el balneario Ñandubayzal, y también en una estancia que está frente a la empresa, que se llama La Victoria. También se hacen mediciones móviles, en el puente internacional y en el entorno de estos puntos fijos.

En la primera campaña, durante el mes de septiembre, los equipos midieron diferentes gases, como monóxido de carbono, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno, óxidos de nitrógeno, y también compuestos sulfurosos, que se vinculan a la diseminación de olores. La segunda campaña, que se inició en octubre, incluye también material particulado, con dos diámetros distintos. Este material preocupa en especial a la población de Gualeguaychú.

La presencia de estos contaminantes varía a lo largo del año por las condiciones climáticas. Por ello, la estación de monitoreo está adosada a una estación meteorológica.

Durante gran parte del año, los vientos soplan del noreste y, dada la posición de la planta, todo indica que habrá un arrastre de contaminantes hacia el sudoeste, en la Argentina. Por eso uno de los lugares de medición se encuentra al sur de Gualeguaychú; es la zona que podría verse más impactada por la acumulación de contaminantes debido a la dirección dominante de los vientos.

Los equipos fijos de medición, que requieren alimentación eléctrica y refrigeración continua, están ubicados en una casilla rodante. El aire entra por conductos a cada equipo, cada uno de los cuales muestrea un gas diferente. Las mediciones móviles se hacen a través de bolsas donde se acumula aire durante dos horas, a través de un flujo de aire controlado. Esas bolsas se conectan luego a los equipos continuos y se obtiene la información.

Actualmente, el municipio de Gualeguaychú alquila estos equipos a la Cnea. Pero ya está adquiriendo equipos propios. “Es importante también que el municipio tenga gente capacitada para operar esos equipos, por ello ya vinieron dos personas a la Cnea para aprender a operarlos”, relata Camilloni. Y agrega: “La idea es que tengan estaciones propias y gente preparada para la operación, para poder actuar en una emergencia”.

También es importante hacer mediciones móviles, porque, si hay una emergencia, lleva tiempo trasladar los equipos de un lugar a otro. “Las mediciones móviles son confiables y más rápidas”, subraya la investigadora.

Cabe destacar que todas las mediciones y muestreos se ejecutan ante la presencia de un escribano. Éste certifica el equipo, el lugar donde se instala, y qué se está monitoreando, y después se hace lo mismo cuando se mueve el equipo de un lugar de medición a otro lugar de medición. “En las actas se anota absolutamente todo. De forma de que sirva como constancia ante un eventual reclamo. Se trata de darle a las mediciones la mayor validez posible”, asegura.

Lo mismo se realiza en los muestreos biológicos. Las investigadoras van embarcadas a tomar las muestras en el río en compañía de un escribano.

La huella digital isotópica
Otro componente imprescindible de una línea de base es la relación isotópica de diferentes componentes presentes en el aire, el agua y el suelo. En tal sentido, según explica Héctor Ostera, “la geoquímica isotópica forense trata de determinar las responsabilidades de eventuales episodios de contaminación ambiental sobre la base de las variaciones en la composición isotópica de un conjunto de elementos, la cual les confiere una huella digital característica”.

Por ejemplo, se analiza la relación existente entre los isótopos de diferentes elementos, como el carbono, el nitrógeno, el cloro, el azufre, y el plomo, entre otros. Estas variaciones, determinan una huella digital única y característica, por ejemplo, al humo o a los efluentes que produce una planta determinada. Por ello, este dato sirve para monitorear las emisiones a la atmósfera y los efluentes que emite una industria.

Esos isótopos se miden en el particulado atmosférico, en el agua y en los sedimentos. En algunos casos, reflejan la incorporación al agua de ciertos solutos. En otros, indican la emisión al aire de partículas de combustión, como el caso del azufre. “Si bien no es una técnica nueva, la metodología ha mejorado y es cada vez más precisa”, asegura el especialista.

Las emisiones a la atmósfera que genera la combustión de partículas de azufre tienen una relación isotópica, que se mide respecto de un estándar. Las que provienen de la quema de combustibles fósiles, por ejemplo, tienen un valor diferente de las asociadas a otras fuentes naturales. Por ejemplo, las emisiones de las centrales termoeléctricas de Puerto Nuevo tienen una huella digital diferente de las que aporta por el tránsito vehicular.

Lo cierto es que, para discriminar la anomalía de lo que es lo normal, era necesario contar con información detallada de la situación ambiental antes de que comenzara a operar la planta de Botnia.

“Este trabajo debía hacerse, y ahora contamos con datos duros, concretos”, concluye Ostera.

Fuente: Área de Medios de Comunicación – Exactas

Susana Gallardo