Elaboran un atlas de cortezas de árboles

La información de 37 especies de árboles ha sido analizada por investigadores de la Universidad de Buenos Aires y junto con otros datos puede servir para prevenir incendios.

30 de noviembre de 2007

De noviembre hasta abril de 2008 se extiende la temporada de mayor riesgo de incendio de la forestación patagónica. Esos bosques paradisíacos que pueden convertirse en un infierno de llamas han sido analizados por investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es más, recientemente elaboraron el Atlas Anatómico de Cortezas de árboles andinopatagónicos. ¿Para qué? La idea es conocer en detalle la estructura de la corteza que una vez iniciado el fuego arderá, y estimar cómo se propagará, e incluso -acompañado por otra información- servirá para hacer un programa de prevención de incendio.

“Si se conoce la dinámica de formación de las cortezas, su estructura anatómica en cuanto a la disposición y tipo de tejidos, se puede estimar la presencia y distribución de espacios aéreos. En definitiva, se puede calcular el volumen de aire que las mismas podrían albergar. Esta información sumada a la estimación química analítica de presencia y cantidad de compuestos orgánicos inflamables aporta datos inéditos a la predicción sobre la magnitud y duración de una potencial combustión. De este modo, se determina qué especies pueden llegar a tener prolongada ignición y cuáles no”, explica la doctora María Agueda Castro del laboratorio de Anatomía Vegetal de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

La información de 37 especies andino-patagónicos se encuentra reunida en el flamante Atlas, que por primera vez permite caracterizar en forma macro y microscópicamente a la corteza de árboles nativos del sur argentino.

Por ejemplo, Nothofagus alpina o rauli, es ese gigante de 40 metros de alto, de gran porte con un tronco recto que puede llegar hasta los 0.90 metros de diámetro y crece en bosques puros o combinado con otras especies. Casi es imposible no toparse con uno si se visita las zonas andinopatagónicas comprendidas entre 39º y 40º de latitud sur. “El rauli presenta una corteza con una estructura anatómica muy compacta y no muestra cámaras de aire. Si se incendia este ejemplar, su combustión no se mantendrá probablemente por mucho tiempo”, dice Castro.

Hoy parte de estos datos están disponibles y se espera sumar más información. “Si se estudia qué compuestos químicos combustibles poseen las cortezas y se analiza su capacidad ignífuga, se podría hacer un diagnóstico de riesgo por fuego en función al número de ejemplares distribuidos por zona. Esta información permitirá generar un mapa de áreas forestales en riesgo durante la época de máxima alerta. Si además se suman los datos de máxima frecuencia en que la gente suele hacer fogones, se lograría concretar en un futuro próximo el programa de prevención de incendios forestales”, precisa.

Fuente: Publicado en La Nación el 30/11/2007

Cecilia Draghi