
Planeta con sed
En el marco de un nuevo ciclo de debates organizado por la Facultad, tres especialistas de distintas disciplinas aportaron sus opiniones en una charla acerca del problema del agua en Argentina. Coincidieron en señalar que si bien nuestro país cuenta con buenas reservas, la histórica falta de gestión y la escasez de información impiden realizar un buen manejo del recurso.
La Tierra ha sido llamada “el planeta azul” debido a que las tres cuartas partes de su superficie están cubiertas de agua. Sin embargo, sólo el tres por ciento del total de este recurso constituye agua dulce. Desde hace un par de décadas científicos de todo el mundo comenzaron a advertir que, hacia el año 2030, la humanidad puede enfrentar una gravísima escasez de agua. De allí que expertos de organismos internacionales señalan que el siglo XXI marca el inicio de lo que llaman la “era del agua”.
Más allá de cualquier proyección futura, la UNESCO calcula que hoy día unas 1.200 millones de personas, centralmente habitantes de las regiones más pobres del planeta, carecen de agua potable. Mientras tanto, en otros lugares el agua sigue siendo desperdiciada y contaminada.
Nuestro país se encuentra en una posición relativamente buena. Se ubica en el puesto número cuarenta a nivel mundial en cuanto a la disponibilidad de este recurso. Sin embargo, a pesar de su relativa abundancia, casi 8 millones de habitantes no disponen de fuentes de abastecimiento de agua segura.
Con este tema en la mira, el Decanato y la Secretaría de Extensión Graduados y Bienestar, organizaron la charla “El problema del agua en la Argentina”. El evento marcó, además, el inicio de un nuevo ciclo de debates con el nombre de “Exactas ante los desafíos nacionales en ciencia y tecnología”, a partir del cual la Facultad tiene por objetivos impulsar la generación de espacios que canalicen el aporte de Exactas en áreas estratégicas para el desarrollo del país y lograr que la FCEyN y otros ámbitos universitarios sean sistemáticamente consultados por los organismos del Estado para contribuir al abordaje de problemáticas sociales específicas.
El encuentro se llevó a cabo, el jueves 4 de septiembre, ante unas cien personas, en el aula seis del Pabellón II. Los expertos invitados fueron: Vicente Barros, doctor en Ciencias Meteorológicas, Profesor Emérito de la FCEyN; Juan Carlos Bertoni, doctor en Ciencias del Agua por la Universidad Montpellier de Francia y asesor de la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación; y Jorge Santa Cruz, doctor en Ciencias Naturales con orientación geológica y coordinador técnico en el Proyecto Internacional para la Protección Ambiental y el Desarrollo Sostenible del Sistema Acuífero Guaraní.
Impactos diferentes
Barros comenzó mostrando un gráfico con la evolución de la tendencia de las precipitaciones a lo largo del siglo XX en el mundo, e hizo notar la existencia de un patrón similar para todo el hemisferio sur, dónde se observa, tanto para Australia como para Sudamérica, un aumento de las lluvias en la parte oriental de los continentes y una reducción en la parte occidental. “Uno puede verificar que en algunas zonas como el NE de Argentina un crecimiento del 23 por ciento de las precipitaciones. Mientras que en Chile se registró una disminución del 50 por ciento”, describió.
El meteorólogo subrayó que resulta difícil comprobar que estos cambios se deban estrictamente al cambio climático, dado que las modificaciones más marcadas se observan en el período 1960/2000. Esa etapa coincide en la región con la presencia de fenómenos del Niño muy intensos que en general están asociados con un aumento de las precipitaciones.
Más adelante, Barros presentó la evolución del volumen de agua de varios ríos ubicados en distintos lugares del país y la región. En este sentido indicó que desde el año 70 se observa un fuerte crecimiento, de hasta un 30 por ciento, en el caudal del Paraná, el Uruguay y el Paraguay, todos de la Cuenca del Plata. “Esto benefició la producción hidroeléctrica argentina, a través de las represas de Yacyretá y Salto Grande -afirmó-. Sin embargo, este beneficio se compensó por la caída pronunciada, especialmente a partir del año 80, en el caudal del río Limay, ubicado en el SO del país, sobre el cual también existen varias represas”.
El experto se preguntó entonces si estas variaciones en los caudales eran atribuibles a los cambios en las precipitaciones. “En el caso del Comahue (río Limay) no hay dudas, disminuyeron las lluvias y encima aumentaron las temperaturas. También en el Uruguay, por un incremento de las precipitaciones. Respecto del Paraná, en parte se debe al aumento del agua caída y en parte a los cambios en el uso del suelo”.
En relación con el futuro, Barros contó que distintos modelos coinciden en que habrá un leve aumento de las lluvias para las regiones del centro, norte y noreste. También sostienen que, en cambio, habrá una reducción de las precipitaciones en la Patagonia y sobre la Cordillera de los Andes. “De todas maneras la mayoría de los modelos indican que los cambios serán menores a los ocurridos en los 30 ó 40 años pasados”, aclara.
Respecto de la temperatura, todos los cálculos afirman que en las distintas regiones del país, hacia mediados del siglo, aumentaría entre 0,5 y 1 grado. “De cumplirse estos pronósticos, en el caso de la Cuenca del Plata, cambios muy leves en las lluvias y un aumento de la temperatura más pronunciado, podrían provocar que hacia fines de siglo descienda el caudal de los ríos y retornen al nivel que tenían antes de los años 70”, pronosticó Barrios.
Dispersión y falta de planificación
Bertoni abrió su exposición dando cuenta del fuerte desequilibrio espacial, en términos de recursos hídricos que tiene la Argentina. “Si bien nuestro país cuenta con una muy buena dotación de agua, el 85 por ciento de su disponibilidad está contenida en la Cuenca del Plata, mientras que otras regiones, como Catamarca o La Rioja, se encuentran por debajo de lo que se define como el umbral de penuria o estrés hídrico”, detalló.
Posteriormente, el funcionario expuso en un cuadro los principales problemas hídricos que enfrentamos. Entre ellos: deficiencias en el abastecimiento humano y el saneamiento básico; contaminación por efluentes industriales y domésticos; alternancia de períodos húmedos y secos (inundaciones y sequías); degradación de acuíferos y de suelos; deficiencias en la gestión del riego; erosión hídrica y degradación de humedales. “Es evidente que todas estas falencias se deben a deficiencias históricas en la gestión de los recursos hídricos. El principal problema actual es la falta de planificación”, reconoció Bertoni.
El especialista brindó datos sobre algunos de estos temas. Dijo que la Argentina ocupa el decimocuarto lugar en el mundo entre los países mas afectados por inundaciones y que los daños alcanzan al 1,1 por ciento del producto bruto interno. También describió que la erosión hídrica avanza velozmente, a razón de 700 mil hectáreas anuales. Y aclaró que no es la soja la responsable de ese daño sino “la utilización de prácticas no adecuadas con las características del ambiente y del suelo”.
En lo que respecta a la planificación, contó que actualmente a nivel mundial se habla de la gestión integrada de recursos hídricos, cuyo objetivo es promover el desarrollo, uso, control y protección de esos recursos, con vistas a lograr el desarrollo sustentable. Un elemento fundamental para poder implementar este tipo de gestión es definir a las cuencas hídricas y no a las provincias o municipios, como la unidad fundamental de planificación. En la Argentina, si bien el concepto de cuenca existe desde la década del 50, nunca se utilizó como base de una planificación sistemática.
La Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación es el organismo que tiene por misión elaborar y ejecutar la política hídrica nacional. Sin embargo, la Constitución de 1994 estableció que son las provincias las que poseen el dominio original de los recursos naturales existentes en su territorio. “Quiere decir que hay 23 autoridades y a su vez 23 jurisdicciones distintas, cada una con sus leyes, con sus realidades. Entonces no es fácil”, confesó.
Finalmente Bertoni describió una serie de iniciativas que se están llevando a cabo con el fin de impulsar una planificación integral y participativa del agua, pero admitió que faltan recursos económicos y humanos. “Brasil destina 19 millones de dólares anuales sólo para ciencia y técnica en recursos hídricos y, de esta manera, avanza sistemáticamente en la formación de recursos humanos. Ese es un camino que debemos imitar”, concluyó.
Explotar sin saber
Santa Cruz empezó estableciendo que la mayor parte de la escasa agua dulce que tenemos en el planeta, el 2,4 por ciento del total se encuentra en estado sólido, en nieves y glaciares y que en segundo lugar, con el 0,5 por ciento aparece el agua subterránea. Mientras que el agua superficial, de ríos y lagos, apenas alcanza el 0,01 por ciento.
Un dato bastante desconocido es que alrededor de 2.000 millones de personas dependen, en todo el mundo, del agua subterránea para su subsistencia. Gran parte de la agricultura mundial es irrigada con este recurso, que también es muy aprovechado por las industrias. “Pensemos que en la provincia de Buenos Aires, excepto Bahía Blanca, todas las ciudades y pueblos se abastecen de agua subterránea”, reveló.
En Argentina existen diez regiones hidrogeológicas sobre las cuales existe una disparidad de conocimientos. “Algunas pocas se conocen bastante bien, pero en la mayoría de los casos existe una marcada carencia de datos”, aseguró Santa Cruz.
Para dar una idea de la cantidad de este recurso que puede haber en el país, Santa Cruz expuso un cálculo, realizado por él mismo, que dio como resultado que en toda la Argentina las reservas anuales renovables de agua subterránea alcanzan los 20 km cúbicos anuales. “Esta cantidad de agua podría abastecer anualmente a toda la Argentina, es decir, que podría reemplazar al agua superficial. Sin dudas tenemos mucha agua subterránea”, se entusiasmó.
Pero más allá de su cantidad total, la clave para llevar a cabo una gestión sustentable del recurso pasa por utilizar sólo las reservas renovables del acuífero y para eso resulta fundamental el conocimiento hidrogeológico. “Lo peor en cualquier explotación de un recurso natural es extraerlo sin saber lo que se está haciendo. Y eso, lamentablemente es lo que está ocurriendo en Argentina”, se lamentó Santa Cruz.
Para el experto existen múltiples factores que provocan ese manejo deficiente. Pero los más graves se encuentran en el orden institucional, debido a la falta de recursos económicos y especialmente humanos en los organismos que deben encargarse de la gestión. “En la Dirección de Irrigación de Mendoza, que es una institución rectora en la Argentina, hay un solo geólogo para 16 mil perforaciones”, se enojó Santa Cruz y siguió, “en Corrientes, provincia dónde están los Esteros del Iberá y dónde se van a hacer importantes obras hidráulicas como la represa de Garabí, hasta hace poco había un geólogo y ahora no hay ninguno porque se jubiló. Esto para el recurso es terrible”.
Para finalizar, Santa Cruz expresó una serie de definiciones. “El agua subterránea es un recurso totalmente mensurable. Se puede predecir y se puede captar con tecnologías eficientes y de larga vida útil. Y además es un recurso manejable y perdurable con estudios y gestión adecuada. Una buena gestión depende del conocimiento y por eso es crucial que en los organismos correspondientes, los lugares sean ocupados por profesionales capacitados que puedan interactuar con la ciencia y la técnica”.
Fuente: El Cable Nro. 699