¿La culpa es del chancho?

Hace años que se pronostica una pandemia. Las hipótesis acerca del agente que la causaría apuntaban principalmente a un híbrido que surgiría de la mezcla de virus aviares y humanos. Sin embargo, los resultados preliminares del análisis genético indican que el nuevo virus sería el resultado de la recombinación de dos cepas porcinas que infectan habitualmente a los cerdos de Norteamérica y Eurasia.

5 de mayo de 2009

Al cierre de esta nota, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informaba que lo que hasta el momento se dio a conocer como “gripe porcina” debía comenzar a llamarse “influenza humana”. Es que ya no quedan dudas de que el nuevo virus dio el “salto de especie” y empezó a transmitirse de persona a persona generando el riesgo inminente de una pandemia.

Pero de lo que sí parecen quedar algunas dudas, y se está generando un gran misterio al respecto, es sobre el origen de la cepa viral. Pues, según parece, el nuevo influenza A/H1N1 sería el resultado de la recombinación genética entre virus porcinos de dos continentes diferentes. Y esto no es fácil de explicar. Porque no se sabe cómo pudieron haberse juntado cerdos de lugares tan distantes, y porque todavía no hay pruebas de que el nuevo virus haya estado alguna vez en un cerdo.

Por este último motivo, ya se cuestiona el nombre de “gripe porcina” y se propone que se lo reemplace por el de “gripe norteamericana” ya que, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, los resultados preliminares del análisis genético revelan que la mayoría de los genes de la nueva cepa son similares a los del virus de la influenza porcina que circula entre los cerdos de ese país desde 1999. Por otra parte, también según el CDC, dos genes del nuevo A/H1N1 se corresponden con los de cepas de influenza porcina de linaje eurasiático. “La hipótesis más probable es que, por motivos comerciales, haya habido un traslado de animales de un lado al otro del océano”, considera la viróloga Vilma Savy, responsable del Centro Nacional de Influenza del Ministerio de Salud de la Nación.

Aunque el genoma del nuevo virus posee también algunos fragmentos de origen humano y aviar, se cree que los mismos estaban presentes en el material genético de los virus porcinos norteamericanos desde hace ya más de diez años.

H1N1: ¿Hundidos?

Los virus de la influenza se caracterizan mediante el estudio de sus antígenos de superficie: la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N). Hoy se conocen 15 subtipos de H (H1 a H15) y 9 subtipos de N (N1 a N9) para los virus influenza tipo A: “Todos estos subtipos se multiplican en las aves, que son el reservorio natural del virus. En el humano sólo se hallaron N1 y N2, H1, H2 y H3, y el H5 que se encontró por primera vez en 2003”, ilustra la doctora Elsa Damonte, investigadora del Laboratorio de Virología de la Facultad.

La historia de la humanidad conoce numerosas pandemias de influenza y, sólo en el último siglo hubo tres. La llamada “gripe española” de 1918, causada por un virus A/H1N1, ocasionó decenas de millones de muertes y continuó dando brotes estacionales hasta el año 1957, en el que surgió un nuevo subtipo, el A/H2N2, que dio origen a la “gripe asiática” que, se calcula, se cobró poco más de dos millones de vidas humanas. Finalmente, en 1968 se produce la “gripe de Hong Kong”, causada por un influenza A/H3N2, con cerca de un millón de víctimas.

En cada uno de los tres casos anteriores, el virus nuevo reemplazó al anterior. “Para que un nuevo subtipo desplace al que estaba circulando debe producirse una pandemia que disemine el virus en toda la población”, explica Damonte. De hecho, en 1977, 20 años después de haber perdido su reinado, el A/H1N1 intentó recuperar la hegemonía. Pero, debido a que las personas mayores de 20 años conservaban cierta inmunidad residual, la infección fue limitada. Por ello, actualmente conviven dos subtipos: el A/H3N2 y el A/H1N1.

En 2003, la aparición de casos humanos de influenza por la llamada “gripe aviar” disparó la alarma de una pandemia, pero el subtipo responsable de ese brote, A/H5N1, no logró aún transmitirse de persona a persona.

Ahora, la cepa que amenaza ocupar el planeta es del subtipo A/H1N1, “pero ésta es diferente de la que ocasionó la pandemia de 1918, porque aquella se había originado a partir de virus aviarios, en cambio ésta es de origen porcino”, aclara Damonte.

Artistas del cambio

Todos los años se fabrica una nueva vacuna contra la gripe que incluye protección para los subtipos H3N2 y H1N1 de la influenza A, y para el virus de la influenza B. Mientras que el último es relativamente estable, los subtipos A son potencialmente pandémicos pues poseen una gran variabilidad. Esto se debe a que carecen de un mecanismo de “corrección” de los pequeños errores que se producen durante su replicación: “Son mutaciones puntuales que se dan con mucha frecuencia y que periódicamente dan lugar a nuevas cepas que ocasionan los brotes epidémicos que se dan regularmente”, explica Damonte.

Pero el virus de la influenza A tiene otro mecanismo -más brusco- de variabilidad que, ocasionalmente, le permite dar el “salto de especie”. Es que, como su genoma está segmentado en ocho moléculas de ARN, se pueden producir intercambios de esos fragmentos entre diferentes subtipos virales: “Si dos virus distintos infectan una misma célula existe la probabilidad de que sus moléculas de ARN se mezclen y que surja un nuevo subtipo”, señala la experta.

Y aquí es donde entra a jugar el cerdo. Porque, si bien los virus de la gripe pueden infectar a diferentes especies animales, suelen tener un huésped específico. Por ejemplo, los caballos pueden infectarse solamente con el virus de la influenza equina, que sólo es “aceptado” por los receptores de las células del caballo. Lo mismo sucede con los humanos, los perros o las aves.

En cambio, el epitelio faríngeo de los puercos contiene receptores para virus influenza humano y aviar. Por ello, el porcino es un buen hospedador para infecciones mixtas aviares y humanas y, por lo tanto, en el interior de sus células puede ocurrir la recombinación de los genes de la hemaglutinina y de la neuraminidasa de dos virus distintos y producirse un nuevo subtipo híbrido. En otras palabras, se dice que el cerdo es un “balón de mezclado” donde puede producirse el denominado “rearreglo” de genes de virus humanos, aviares y porcinos.

Al carecer de inmunidad frente al nuevo virus, no es raro que las personas que están en contacto con cerdos infectados adquieran la influenza porcina. Pero sí es excepcional que el nuevo subtipo se transmita con facilidad de una persona a otra y se produzca una pandemia. Para que ello suceda, debe tener genes del virus de la gripe humana que se lo permitan. También, un virus pandémico puede aparecer por “mutación adaptativa”, un mecanismo paulatino por el cual, en el curso de la infección humana, los virus adoptan “silenciosamente” una forma cada vez más fácil de propagarse de un ser humano a otro.

La llave maestra

Para poder ingresar a la célula y multiplicarse, el virus debe ser capaz de unirse a los receptores (glicoproteínas y glicolípidos que contienen residuos de ácido siálico) que se encuentran en la membrana celular del huésped. La hemaglutinina viral es la que cumple la función de “abrir la cerradura” para que la partícula infectiva consiga entrar. Y como cada especie animal tiene receptores celulares diferentes, cada tipo viral posee una hemaglutinina determinada. Por ejemplo, el virus de la gripe humana tiene “la llave” que le permite el ingreso a las células humanas, pero no a las de las aves.

La hemaglutinina también tiene capacidad antigénica, es decir, induce la producción de anticuerpos en el huésped. “Hay dos regiones importantes en la molécula de hemaglutinina. Una es la del sitio que reconoce al receptor, que está bastante conservado y la otra es una zona muy variable que corresponde a los cuatro sitios antigénicos que posee la molécula”, indica Damonte. Esa variabilidad de los sitios antigénicos es la que produjo los 15 subtipos virales que se conocen hasta ahora y, también, es la que obliga a elaborar vacunas año tras año.

La otra molécula viral con capacidad antigénica es la neuraminidasa, una enzima que se ocupa de romper la unión entre la hemaglutinina y el ácido siálico cuando los virus maduros salen de la célula. “Cuando se libera la nueva generación de partículas víricas, estas suelen quedar ligadas al ácido siálico de la célula huésped en lugar de ir a infectar a otras células. La neuraminidasa hidroliza esa unión permitiendo que el virus se disemine”, comenta.

Precisamente, los antivirales que han resultado eficaces para el tratamiento de la actual gripe norteamericana son los inhibidores de la neuraminidasa (zanamivir y oseltamivir), que impedirían la propagación de los viriones. “Son antivirales que se desarrollaron recientemente ante la posibilidad de una pandemia de influenza, porque en los casos comunes suele esperarse a que la infección siga su curso normal antes que dar un antiviral, por lo que la industria farmacéutica tiene otras prioridades clínicas, como el HIV, la hepatitis B y C o el herpes. Y el problema es que los antivirales no son de amplio espectro sino que sirven para un determinado tipo viral, porque como el virus se multiplica dentro de la célula del huésped es muy difícil encontrar un blanco selectivo que afecte al virus y no mate a la célula”, explica Damonte.

¿Pandemia?

Cada año, la influenza afecta a un doce por ciento de la población mundial, es decir, unos 500 millones de personas, y las complicaciones generadas por la enfermedad ocasionan cerca de 500 mil muertes anuales. En nuestro país, se calcula que la gripe estacional mata a alrededor de tres mil individuos.

Por lo tanto, al menos todavía, el número de casos debidos a la nueva influenza es escaso. De hecho, la OMS mantiene la fase 5 de alerta de pandemia inminente (la fase 6 es la de pandemia propiamente dicha).

Mientras tanto, los estudios genéticos del nuevo virus permiten ser optimistas. Por un lado, porque –según reporta el CDC- la información proveniente de seis países con influenza (de América, Europa y Oceanía) indica que “todos los genes de todos los virus estudiados son 99 a 100% idénticos”, lo cual -afirman- “hará más fácil producir una vacuna”.

Por otro lado, los análisis de la nueva cepa muestran que su genoma carece de una mutación que estaba presente en las cepas de influenza de las tres pandemias anteriores y que se cree que hace al virus más letal.

“Nosotros ya recibimos muestras de casos sospechosos, pero la OMS todavía no nos envió los reactivos adecuados para hacer el análisis en el día. Mientras tanto, diseñamos una estrategia provisoria que nos permite tener los resultados en tres días”, informa Savy, y explica: “En realidad, estaba todo previsto para la llegada del virus H5N1 de la gripe aviar. Este es un virus no previsto”.

Fuente: El Cable Nro. 715

Gabriel Stekolschik