Buscan reforzar las defensas contra la tuberculosis

Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA estudian cómo estimular la producción de interferón en células del sistema inmune. En la Argentina se estima que unas mil personas mueren anualmente a causa de este mal.

13 de octubre de 2009

Parecía que los antibióticos iban a terminar con la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más antigua de la humanidad. Sin embargo, hoy es la de mayor prevalencia, junto con el sida: un tercio de la población mundial está infectada con ella; cada año, hay 8 millones de casos nuevos, y mueren 3 millones. En la Argentina, se estiman entre 11 mil y 12 mil casos anuales, y mueren alrededor de mil.

El abandono de los tratamientos y la resistencia a los antibióticos son algunas de las razones. Pero las defensas del organismo cumplen un rol central, y lo cierto es que no todas las personas hacen frente a la enfermedad de la misma manera. Una de las claves es la presencia del interferón gamma, una sustancia que fabrican los linfocitos T –células del sistema inmune–.

“Por qué un paciente puede tener más o menos interferón depende de una cascada de señales en las células, y hemos podido identificar algunas de las moléculas involucradas”, explica la doctora Verónica García, profesora en el Departamento de Química Biológica, de la FCEyN, e investigadora del Conicet, que acaba de recibir un subsidio de 300 mil dólares para cuatro años de trabajo, por parte de los Institutos de Salud de los Estados Unidos (NIH, por su sigla en inglés). El objetivo es contribuir a que las terapias sean más efectivas.

Alta o baja respuesta

Los pacientes con tuberculosis suelen abandonar la medicación al sentirse mejor, luego de las primeras cuatro semanas. “El tratamiento actual se realiza con una asociación de cuatro fármacos por un período mínimo de seis meses, plazo que puede prolongarse si se presentan formas pulmonares muy graves”, explica la doctora Rosa Musella, del Servicio de Neumotisiología del Hospital Muñiz.

La especialista destaca que la vacuna BCG ofrece una protección pasajera y limitada en el tiempo, que sólo es eficaz para las formas diseminadas y graves, especialmente en niños y jóvenes. “Numerosos grupos de investigación en el mundo trabajan para lograr una vacuna más efectiva, segura y que ofrezca una protección prolongada, para toda la vida”, señala Musella. De hecho, hoy se vacuna sólo al nacimiento.

Por su parte, la doctora Verónica García señala que los pacientes pueden tener alta o baja respuesta inmunológica frente al patógeno. “Hemos observado que los que están más graves tienen muy disminuida la producción de interferón gamma”. Si esta sustancia se administra en forma externa, puede presentar efectos adversos. “Es importante lograr que el mismo paciente lo pueda producir en cantidades adecuadas para defenderse contra el patógeno”, recalca la investigadora.

En toda célula ocurre una cascada de señales que activan a moléculas diferentes hasta llegar a un factor que, al igual que un interruptor, enciende el gen responsable de la producción de una proteína determinada. En el caso de los linfocitos T, hay una molécula, denominada SLAM (molécula activadora de linfocitos), que, como varias otras, participa en la regulación del proceso de fabricación de interferón.

Molécula activadora

“Pudimos demostrar que SLAM activa un factor que desencadena la producción de interferón”, relata Virginia Pasquinelli, becaria del Conicet y primera autora de los trabajos publicados en el Journal of Immunology y en The Journal of Infectious Diseases. Este equipo de investigadores detectó también otra molécula que cumple la función opuesta: se une a SLAM inhibiendo la producción de interferón, y está aumentada en los pacientes malos respondedores.

Cuando la bacteria Mycobacterium tuberculosis ingresa en las vías aéreas, se encamina directamente hacia el pulmón. Y hacia allí se dirigen los macrófagos, células devoradoras, que rodean al intruso. El paso siguiente es engullirlo, pero, para ello, se necesita el estímulo del interferón.

“Al manipular las moléculas, es factible aumentar la respuesta del organismo para que produzca interferón”, afirma García. En efecto, los investigadores cultivaron linfocitos T de pacientes de tuberculosis con buena y baja respuesta. Mediante anticuerpos monoclonales, pudieron activar a SLAM, y así aumentaron los niveles de interferón gamma en los linfocitos T de quienes tenían baja respuesta, hasta alcanzar la concentración de los buenos respondedores. Ahora bien, desde que se activa SLAM hasta que se produce el interferón, también participan otras moléculas.

“Algunas de esas moléculas, que se activan en los pacientes que son buenos respondedores, no muestran actividad en los malos respondedores, y eso es lo que queremos dilucidar”, destaca Pasquinelli. Y prosigue: “No sabemos si se debe a una característica propia de los pacientes, por ejemplo un factor genético, o si es consecuencia de la infección con una cepa más virulenta”.

¿Se pasará de los trabajos in vitro a los ensayos clínicos? “Todavía tenemos que avanzar más para lograr la combinación precisa de moléculas que permita mejorar la terapia”, “Actualmente, estamos llevando a cabo un proyecto subsidiado por la Agencia Nacional de Ciencia y Tecnología para diseñar, en base a la respuesta del interferón, un método de diagnóstico rápido que pueda ser producido en nuestro país”, concluye Pasquinelli.

Por su parte, la doctora Musella destaca: “Esta investigación sobre los mecanismos de defensa contra la tuberculosis en pacientes que presentan la enfermedad podría ayudar a desarrollar medicamentos para aumentar las defensas contra el bacilo de la tuberculosis así como una vacuna más efectiva que la que tenemos hoy”.

También forman parte del equipo los doctorandos Javier Jurado, Ivana Belén Álvarez y Darío Fernández Do Porto.

Fuente: Publicado en La Nación el 12/10/2009

Susana Gallardo