
Entre el genoma y la falta de agua
En el marco del ciclo de debates organizado por la Facultad, cuatro especialistas brindaron sus puntos de vista acerca de la biotecnología para la salud en la Argentina. Los expertos expusieron un panorama acerca de los últimos avances en el área, detallaron las acciones que se están llevando a cabo en ese terreno y sugirieron distintos caminos a recorrer para que en nuestro país se desarrolle este campo del conocimiento.
¿Qué roles juegan los sectores público y privado en los desarrollos biotecnológicos? ¿Cómo se da la relación entre ciencia básica y aplicada? ¿Cuáles son los desafíos de esta rama de la biotecnología en nuestro país? Estos fueron algunas de los interrogantes que sirvieron de disparadores para la segunda mesa redonda organizada por Decanato y la Secretaría de Extensión, Graduados y Bienestar de la Facultad, que formó parte del ciclo de debates Exactas ante los desafíos nacionales en ciencia y tecnología.
El tema del encuentro fue “Biotecnología para la salud en la Argentina” y se llevó a cabo, ante un centenar de personas, el miércoles 21 de octubre en el Aula 5 del Pabellón II. Los expertos invitados fueron: Gabriela Trupia, funcionaria del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva; Jorge Zarzur, director del Programa de Producción Pública de Medicamentos, Vacunas y Productos Médicos del Ministerio de Salud; Alejandro Krimer, del Centro de Biotecnología Industrial del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), y Alejandro Mentaberry investigador del Departamento de Fisiología, Biología Molecular y Celular de Exactas. Actuó como moderador el investigador y profesor de la Facultad Alberto Kornblihtt.
A continuación una breve reseña de las intervenciones de cada uno de los disertantes.
No todo pasa por la biotecnología
El primero en tomar la palabra fue Alejandro Mentaberry, quien comenzó realizando un veloz repaso acerca de la evolución que ha tenido la biotecnología en los cincuenta años y consideró que ese proceso se ha ido acelerando constantemente. En relación con el ámbito de la salud, afirmó que “estamos en presencia de una tendencia que va hacia una medicina más personalizada, más individual para cada paciente. El resultado será una más eficiente administración de fármacos y una consecuente reducción de los costos y tiempos de los tratamientos”.
Para el experto esta línea de trabajo unida a la rápida evolución tecnológica permite presagiar, para un futuro no muy lejano, la utilización de genomas humanos individuales como elemento de análisis clínico. “En cuatro o cinco años, cada uno de nosotros, a un costo más o menos razonable, vamos a poder llevarle al médico nuestro genoma y de acuerdo con un análisis que hará una computadora, el médico nos dirá a qué somos propensos, qué tratamiento seguir e, incluso, qué tenemos que comer. Esta es la perspectiva”.
En relación con la producción de medicamentos, Mentaberry consideró que se trataba de uno de los ejes históricos más importantes de la biotecnología, dado que inicialmente se había desarrollado como una industria vinculada al campo de la salud. Entre las líneas más novedosas destacó la utilización de animales y vegetales para producir moléculas. “En este país tenemos algunas experiencias interesantes: las famosas vacas transgénicas (que producen por ejemplo la hormona del crecimiento) y una serie de trabajos interesantes de expresión en vegetales que demuestran que ésta es una tecnología que hoy se podría empezar a desarrollar en dirección a la aplicación. Esto es lo que llamamos habitualmente el molecular farming y, obviamente, no está restringido ni a una vaca ni a una planta, hay un montón de organismos que podemos usar con ese fin”.
Finalmente, el investigador se refirió a la caída que registran los índices de salud en Argentina y señaló que nuestro país tiene dos caras. “Tenemos medicina europea en la Ciudad de Buenos Aires y cruzando la General Paz estamos más o menos como en la India”. Para Mentaberry es en este contexto social crítico que hay que pensar la biotecnología en Argentina. “Esto implica priorizar, por ejemplo, temas de enfermedades infecciosas, vacunas, saneamiento ambiental. Uno puede decir que para este sector de la población, una buena parte de su salud pasa por tomar agua limpia. O sea, son medidas pedestres, que no pasan por la biotecnología. Básicamente, son medidas de gobierno”.
“Que el conocimiento no se lo lleven otros”
Alejandro Krimer se presentó contando que luego de dedicarse a hacer ciencia durante tres o cuatro años luego de graduarse, los últimos veinte años los pasó trabajando en la industria farmacéutica. Inmediatamente señaló que para él, biotecnología es un concepto industrial, “por lo tanto, la lógica que rige los procesos biotecnológicos, es la de la producción de bienes o servicios. Esto implica una serie de diferencias respecto a la mirada más clásica sobre la biotecnología”.
En esa línea, Krimer consideró que, en realidad, la biotecnología es un sumatoria de técnicas, de procesos, aplicados a productos biológicos. “En el fondo la biotecnología es una tecnología transversal, hoy hablamos de biotecnología y salud, biotecnología y alimentos, biotecnología y medio ambiente, etc.”, afirmó.
Más adelante, Krimer se refirió al mercado biotecnológico argentino en salud. Señaló que se comercializan unos veinte productos recombinantes que representan una facturación anual de alrededor de 300 millones de dólares. Estos números no incluyen vacunas ya que en Argentina las vacunas no se producen, se importan. “Esto es algo que no tiene lógica. En un país con gran tradición en ciencias biológicas, pionero en salud animal, que fabrica millones de dosis de vacunas para animales. ¿Por qué no se producen vacunas humanas?”, se preguntó.
En relación con las posibilidades futuras de la biotecnología en Argentina, el experto detalló entre los aspectos positivos que “existe un sector productivo que demanda biotecnología, fundamentalmente de productos farmacéuticos, diagnósticos, algunas cuestiones de salud animal. Hay también una altísima demanda de profesionales calificados. Pero falta masa crítica, la cantidad de emprendimientos productivos que hay no alcanzan. Se necesitan más empresas de base tecnológica”.
Por último, Krimer afirmó que en Argentina existe un sector científico que genera conocimiento pero si ese saber no se traduce en bienes y servicios, resulta difícil mejorar la calidad de vida de la gente. “Si ese conocimiento no lo aprovechamos nosotros, otros lo van a usar. Un ejemplo: en Chile durante 15 años se produjeron unos 250 papers a partir de los cuales se generaron 500 patentes. Ninguna fue chilena. En Argentina es el momento de empezar a discutir para que el conocimiento no se lleven otros”, concluyó.
Un ejemplo público
Jorge Zarzur, por su parte, se propuso contar acerca del Programa de Producción Pública de Medicamentos que funciona en el ámbito del Ministerio de Salud. El funcionario aclaró que no existe en el ámbito productivo público ningún laboratorio que elabore productos biotecnológicos en su expresión más pura, es decir, “producir proteínas a partir de la recombinación de genes. Lo que se hace es el procesamiento de materias primas naturales, como en el caso del plasma, o producir vacunas a partir de infectar una célula con un virus, o sea, aplicando el método más tradicional”.
Zarzur señaló que en ámbito de la Administración de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS), tanto el Instituto Malbrán, el Instituto Maistegui y el Instituto Biológico de La Plata, tienen la capacidad para producir vacunas y sueros antiofídicos. Sin embargo el único que se encuentra habilitado por el ANMAT, que es el requisito ineludible para que un medicamento o vacuna pueda circular por Argentina es el Maistegui, y la única vacuna registrada en la del virus Junín.
“De todas maneras hemos logrado que ANMAT autorice por medio de una disposición particular la circulación de vacunas o inmunobiológicos para el caso de programas nacionales que no puedan ser atendidos de otra manera. Así, por ejemplo, el Biológico de La Plata está proveyendo 300 mil dosis de la vacuna antirrábica canina. Y también suero antiofídico bivalente”, relató.
Posteriormente Zarzur describió algunas características del exitoso caso del Laboratorio de Hemoderivados de la Universidad Nacional de Córdoba. Este laboratorio funciona como una industria dentro de la universidad. Cuenta con 150 empleados y se autofinancia. Su participación en el mercado nacional de gammaglobulina es del 70 por ciento y alcanza el 60 por ciento en el caso de la albúmina. Posee la única planta del país aprobada por INCUCAI de procesamiento de tejido humano. También cuenta con una planta de genéricos aprobada por ANMAT. Además exporta a siete u ocho países.
“Yo no entiendo cómo no hay en Argentina un proyecto de biotecnología recombinante para producir factor 8 y 9 de coagulación. Aquí existe una asimetría tremenda entre Canadá, Estados Unidos, Japón, donde todo el factor 8 es recombinante, y la India, donde está el mayor número de hemofílicos, que se mueren porque ni siquiera tienen plasma fresco crudo. Parece que es un desafío muy interesante para el sector científico”, concluyó.
Plataforma hacia el futuro
A su turno, Gabriela Trupia contó que a partir de la creación del MINCyT se establecieron tres lineamientos estratégicos fundamentales. Uno de ellos tiene que ver con la conformación de fondos sectoriales que, a partir de prioridades temáticas tendientes a resolver determinados problemas sociales y productivos, se puedan aplicar de manera focalizada. Se definieron siete sectores prioritarios, uno de ellos es la biotecnología.
En ese marco la funcionaria señaló que en el área de biotecnología aplicada a la salud decidieron apuntar a desarrollar varias nuevas instalaciones de carácter público o semipúblico para la generación de proteínas recombinantes y anticuerpos monoclonales, la elaboración de vacunas, terapéuticas y sistemas de diagnóstico, con el objetivo de que el país tenga la posibilidad de dominar esa tecnología en el mediano y largo plazo. “Este es un proyecto de largo alcance, es decir, no se dirige a resolver los problemas de la vacuna de la gripe A el año próximo. Es un proyecto que pretende establecer una nueva plataforma tecnológica y hacer fuerte e independiente al país en el dominio de una tecnología”.
En el plano internacional, Trupia relató que se está trabajando el tema biotecnología en conjunto con los demás países del Mercosur a partir de la plataforma Biotecsur. También señaló que “en el tema de proteínas recombinantes queremos acercarnos a Brasil porque vemos que no hay una gran brecha en este tema. Ellos están más o menos en los mismos niveles que nosotros, si bien tienen recursos específicos que pueden aplicar a una escala muy superior a los nuestros”.
Por último la funcionaria estimó que “durante esta gestión vamos a poder avanzar sólo un poco, pero esperamos que sinceramente esto pueda transformarse en una política de Estado, sustentable en el tiempo y que lo sostengan los mismos actores que están participando. Sobre todo los jóvenes que van a ser protagonistas de las próximas gestiones de políticas publicas”.
Fuente: El Cable Nro. 733