Un código de barras genético para identificar seres vivos

El Proyecto Internacional de Código de Barras de la Vida (iBOL, por sus siglas en inglés) planea catalogar cinco millones de especímenes de 500.000 especies en los próximos cinco años. Científicos de la Argentina participan de la iniciativa.

28 de diciembre de 2009

¿Este filete de pescado es de merluza? ¿Estos mosquitos transmiten enfermedades? ¿Corresponden a especies protegidas estos huevos que contrabandistas planeaban vender al exterior? ¿Mis cultivos están afectados por alguna peste? Éstas y muchas otras preguntas promete responder una técnica que identifica a las especies por su ADN, es decir las huellas genéticas únicas de cada ser vivo, de un modo más rápido y efectivo, que los métodos tradicionales. Se trata de los códigos de barras genéticos.

“Se espera que los códigos de barras genéticos identifiquen de modo más rápido y efectivo los organismos ya conocidos, y por otro lado, ayuden a descubrir a muchas de las especies que aún no han podido ser estudiadas. Los científicos han descripto formalmente alrededor 1.700.000 especies en el mundo, pero se calcula que el número real puede superar los 10 millones”, precisó el doctor Pablo Tubaro, vicedirector del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” en la I Reunión de Biología Evolutiva del Cono Sur realizada en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).

Nunca ha sido fácil reconocer ante qué ser vivo el ser humano se topa en el planeta. Los taxónomos son los que tienen a cargo esta difícil tarea. “De estos expertos –precisa- hay pocos en los países periféricos que suelen tener la mayor biodiversidad”. Además, algunas especies tienen aspectos muy similares y la gran mayoría sólo puede distinguirse recién en estado adulto. Por otro lado ¿cómo reconocer qué espécimen de ave fue atrapada por una turbina de avión, si sólo quedan unos fragmentos y se ha perdido los caracteres generales que son los que habitualmente permiten catalogarla? Estos son sólo algunos de los problemas habituales que este método plantea solucionar.

“En el año 2003, el doctor Paul Hebert de la Universidad de Guelph, en Canadá, propuso el uso de una porción de la secuencia de un gen como la secuencia de referencia que podría utilizarse a manera de un código de barras genético”, señala el doctor Tubaro y agrega: “Estas secuencias genéticas serían equivalentes a los códigos de barras que se utilizan para reconocer productos en un supermercado y permitirían identificar, nada más ni nada menos que cada una de las especies en cualquier etapa de su ciclo de vida”.

Al año siguiente, en 2004, una organización de museos, universidades y laboratorios de todo el mundo creó el Consorcio del Código de Barras de la Vida (CBOL, por sus siglas en inglés), -que integra la Argentina junto con medio centenar de países- con el fin de desarrollar este sistema genético de identificación de especies.

Aves en la mira

Uno de los primeros proyectos a nivel internacional de CBOL fue estudiar a las aves dado que su taxonomía es la mejor conocida del reino animal y, por ende, permitía ser un banco de prueba para testear la exactitud de esta metodología. Este análisis se inició en distintas partes del mundo y también en la Argentina. “En el año 2006 comenzamos a obtener los códigos de barras genéticos de las aves de nuestro país, que se calculan en unas mil especies. Ya hemos analizado más de 500 especies y se ha demostrado que este sistema puede identificarlas con más de un 98% de exactitud. Es decir funciona muy bien”, plantea el doctor Tubaro, que publicó estos estudios en PLoS ONE junto con científicos de la Universidad de Guelph, Canadá.

Lejos de descartar la labor de la taxonomía tradicional para la identificación y descubrimiento de nuevas especies, esta metodología “es complementaria y no debe ser considerada de ninguna manera como una panacea que suprime otras herramientas”, indica.

Con un miligramo de tejido, los científicos determinan la secuencia del código de barras genético de la especie y guardan esa información en una base de datos computarizada. Una gran biblioteca de la vida. “El ejemplar testigo que ha sido estudiado debe permanecer guardado en una colección permanente de museo junto con sus datos de colección, fecha, etc. Esto es muy importante porque permite constatar la identidad específica por métodos tradicionales todas las veces que sea necesario, permitiendo depurar la base de datos de cualquier error”, subraya.

Una vez que la base de datos ha sido poblada con las secuencias de referencia, esta información puede utilizarse para la identificar muestras incógnitas. “Si la secuencia de esa muestra coincide con una de la base de datos se obtiene una identificación, pero si no se parece a nada conocido esto puede ser el primer indicio que se está frente a una especie nueva”, explica.

Entre las expectativas futuras se encuentra la de lograr algún día contar con un aparato de bolsillo tipo scanner “de aspecto similar a un teléfono celular, donde al colocar una pequeña muestra de un organismo, el lector de barras genético conectado con la base de datos permita determinar en segundos qué especie tengo en mi mano”, expresa.

Mientras este identificador de código de barras genético portátil figura como una probabilidad futura, ya está en la mira el Proyecto Internacional de Código de Barras de la Vida (iBOL, por sus siglas en inglés) que planea catalogar cinco millones de especímenes de 500.000 especies en los próximos cinco años. “Argentina ya está trabajando en las aves, en peces marinos, en polinizadores como abejas silvestres en el norte argentino, entre otros. Se espera –ejemplifica- que el iBOL produzca los códigos de barras de diez mil especies patógenas de importancia sanitaria”.

Importancia de iBOL
“El objetivo central del proyecto internacional del Código de Barras de la Vida (iBOL, por su siglas en inglés) es la creación de una biblioteca a escala global con los registros de los códigos de barras del ADN por especie”, remarca el doctor Víctor Cueto, del departamento de Ecología, Genética y Evolución de FCEN-UBA. “En la Argentina además de los beneficios que se obtienen por participar de esta iniciativa, ha dado un nuevo impulso a los estudios sistemáticos y ayudado a reforzar el papel de las colecciones científicas como referencia de nuestro conocimiento de la biodiversidad del país. También se ha generado, a través de CONICET, un fondo iBOL Argentina que brinda financiamiento para colectar y preservar especímenes de referencia”, agrega Cueto, investigador adjunto del Conicet y quien colabora en la organización de una colección de aves características de los ambientes áridos del oeste del país.

Fuente: Publicado en La Nación el 28/12/2009

Cecilia Draghi