
Científicos de la nación
El matemático Julio Rossi y el químico Galo Soler Illia, ambos investigadores de la Facultad, fueron dos de los científicos menores de 45 años que recibieron el premio Houssay 2009 otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Una curiosidad: fueron compañeros de división a lo largo de todo el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
“No me gusta trabajar solo”
Terminó el colegio secundario sin la menor idea de qué carrera seguir. Al momento de inscribirse en el CBC dudaba entre sociología y matemática. Finalmente, su facilidad con los números terminó por decidirlo. Ahora, Julio Rossi es doctor en ciencias matemáticas, profesor de la Facultad e investigador del Conicet; y acaba de recibir –de manos de la presidenta- el Premio Houssay en el área de Física, Matemática y Ciencias de la Computación, que es otorgado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
– ¿Cómo se siente con este reconocimiento?
– Cuando me enteré, me dio mucha alegría, porque es un reconocimiento de pares. Ahora, me siento un poco raro, porque aparecen estas cosas, como las notas periodísticas y cosas así, que no me esperaba. Como la presidenta nos dio el premio, salió en todos los diarios. Y está muy bueno que la ciencia salga en todos los diarios, pero yo estoy un poco descolocado. No sé muy bien qué decir del premio. Contento sí, sin duda. Es un reconocimiento feliz. Yo esperaba que lo ganara un físico. Pero, bueno, salió.
– ¿Y por qué cree que se lo dieron a un matemático?
– No sé. ¿Por qué creo que me lo dieron a mí? Yo creo que por la cantidad de papers. Por la producción científica. A mí me gusta escribir papers, entonces escribo mucho.
– Usted trabaja con ecuaciones diferenciales. ¿De qué manera?
– Mi interés es, dado un problema en un modelo con ecuaciones diferenciales, saber cuántas soluciones tiene, cómo son esas soluciones, tratando de describirlas todas y, si dependen del tiempo, conocer su comportamiento a tiempos largos.
– ¿Podría dar un ejemplo concreto?
– Hay modelos de crecimiento de bosques que se basan en ecuaciones diferenciales. Yo no hago el modelo, a mí me llega la ecuación predigerida por otra gente, y lo que trato de hacer es ver qué nuevos fenómenos pueden aparecer si en esa ecuación cambiamos pequeños parámetros. Por ejemplo, de acuerdo al tamaño del radio de la cápsula que contiene las esporas podría haber una distribución diferente de la densidad de árboles.
Últimamente, me estoy interesando por probabilidad, porque estas ecuaciones diferenciales también aparecen en modelos de juegos de dos jugadores. Cuando dos jugadores hacen cierto juego y tratan de apostar sobre el resultado del juego, la apuesta óptima tiene que ver con la solución de una cierta ecuación. O sea, resolviendo una cierta ecuación podría saber cuál es la apuesta correcta para empezar a jugar.
– ¿Podría encontrar la martingala infalible?
– En el casino seguro que no. Porque la ruleta tiene 1 en 37 posibilidades de ganar porque hay 36 números más el cero. Pero el casino paga uno en 36, entonces el casino se va a quedar con ganancia seguro. Un pago justo es una cosa que no inclina el juego para ninguno de los dos jugadores. Si uno diseña un juego, ese pago justo es solución de una ecuación.
– Podría imaginarse que, con un lápiz y un papel, la matemática se puede hacer en cualquier lado. Actualmente, usted trabaja en la Universidad de Alicante, en España ¿Por qué?
– Terminé mi doctorado acá, hice un año de posdoctorado en Madrid, después volví acá, y seguí en contacto con España, yendo y viniendo. Después, me fui dos años a Madrid, y cuando volví acá me enamoré de una española. Acá. Yo la conocía de allá, pero nos enamoramos acá. Entonces, buscamos la manera de seguir nuestra vida en común, porque ella tenía trabajo allá y yo tenía trabajo acá. Yo podía hacer matemática en cualquier lado. Ella concursó acá, ganó, pero decidió que vivir en Buenos Aires era demasiado lejos de España, demasiado distinto, no se acostumbró, le resultó más complicado el cambio. Y como yo ya había vivido en España y ya tenía contactos allá, a mí me resultaba más fácil dar el salto al revés. Si me preguntás dónde quiero vivir, yo quiero vivir en Buenos Aires. Ahora, si me preguntás con quién quiero vivir, quiero vivir con Maite.
– ¿Y como imagina su futuro como matemático?
– Haciendo más o menos lo mismo que hago ahora. Me gusta. Yo disfruto con la matemática. La matemática para mí tiene un componente social. A mí no me gusta trabajar solo. Me aburre mucho. Si me siento a pensar un problema solo y al tercer día no me sale, me aburro y lo tiro. Hay problemas que no me salieron nunca. Hay problemas que abandoné, porque no pude. En cambio, si tengo un coautor o un colaborador, que puede ser un par o un alumno con los cuales yo pueda tener un intercambio de ideas, me crea una presión muy fuerte, porque tengo que responderle al tipo que me está preguntando algo. O, al revés, si tengo que preguntarle algo a alguien. Entonces, yo necesito trabajar con gente que me retroalimenta. Casi siempre publico en coautoría. Papers míos tengo pocos y, en general, te diría que no son los mejores.
– Es curioso, porque suele imaginarse la tarea del matemático como algo solitario…
– Hay de todo. Creo que es muy personal. Hay gente que trabaja más sola porque el tema lo pide, porque hay poca gente en el mundo trabajando en eso. En esto que yo hago hay un montón de gente por todos lados.
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“Crear una escuela de pensamiento”
La vocación de Galo Soler Illia por la química surgió muy temprano en su vida. “Yo empecé a los 5 años con un juego de química. Quemé la mesa del comedor de mi casa y ahí dije: esto es lo mío”, se ríe. Luego vino el Nacional Buenos Aires, la licenciatura y el doctorado en Exactas. “Desde los 12 y hasta los 29 años hice mis estudios financiado por la UBA y eso hay que saber agradecerlo. Podemos decir que soy un producto ciento por ciento UBA”, asegura con orgullo.
Después de tres años y medio en París volvió al país en 2003. Actualmente es investigador del Conicet en la CNEA, profesor de la Facultad y acaba de recibir el premio Houssay 2009, otorgado por el Ministerio de Ciencia, en el área de Química, Bioquímica y Biología Molecular.
– ¿Qué significado le das al premio que recibiste?
– La verdad es que me alucina haber ganado el premio. Es un gran reconocimiento. Son áreas muy fuertes donde hay gente de primera. Estoy muy contento. De todas maneras yo creo que el premio es un reconocimiento al trabajo en equipo más que al trabajo individual. De hecho, en la propia convocatoria está explícito que no te lo dan por el número de Nature que tenés, que no tengo ninguno (risas), tengo muchos rebotes en Nature (risas). No te lo dan por el número de papers o el número de citas, sino por una cuestión más integral, que tiene en cuenta la formación de recursos humanos, la interacción con la industria y la producción y ese tipo de cuestiones.
– Si no, parece que, en realidad, el premio lo terminan otorgando las revistas.
– Claro. Estamos en una época muy complicada en cuanto a la evaluación. A uno le caen muchas cosas para evaluar y, ¿qué hacés? Y, mirás las publicaciones, ves las citas y ahí definís si una persona es buena o no. Pero eso no alcanza. Hay que mirar la película completa. Si no, es como ver el minuto a minuto de la tele, no sirve. Ojo, es un indicador, pero también tenés el tipo que se cuelga de todos los papers. La ciencia no es sólo hacer papers. La ciencia es comunicar un mensaje con coherencia, establecer una línea de trabajo, ver cuánta gente formaste, de qué temas te ocupaste, cómo repercutieron en la sociedad. En el fondo lo que te da relevancia como científico es crear una escuela de pensamiento. El tipo que hace un paper: “le puse soda al vino, le puse soda con menos gas, le puse agua sin gas”, no se cuánto aporta. Las fábricas de papers son polémicas. Hay que mirar más allá. Para mí hacer ciencia es generar una escuela de pensamiento. Yo hago la química así, como el “Gato” Dumas decía: “yo cocino así”, e hizo la escuela de cocina del “Gato” Dumas. Bueno, yo quiero formar una escuela de “cocineros” de química y que dentro de 40 años cuando vean trabajar a esa gente, cualquiera pueda decir: “éste se formó con fulano”. Creo que esa trascendencia es más importante que los papers, los cargos, los premios.
– ¿Podés contarnos a qué te dedicas centralmente?
– Yo hago básicamente química de materiales. Química de materiales requiere muchos conocimientos de química molecular, pero también conocimientos de física del sólido o ingeniería de materiales. Y la filosofía de cómo armar un material es átomo por átomo. Así como la gente que hace electrónica agarra un pedazo de silicio, lo recorta y lo convierte en un circuito electrónico, yo agarro átomos, los voy juntando y voy armando partículas que tienen determinadas propiedades. Entonces a lo que nos dedicamos básicamente es a hacer materiales y esos materiales son de dimensiones reducidas, del orden de los nanómetros. Y esas dimensiones reducidas inciden en las propiedades de los materiales. En particular yo hago materiales con agujeros, una especie de esponja, en la cual la parte dura de la esponja sería un óxido y los huecos son huecos. Entonces, si a los huecos de esa esponja le ponés alguna función química que deje pasar solamente algunas moléculas y otras no, ahí tenés por ejemplo un tamiz molecular selectivo, por tamaño o por función. Si del otro lado de la esponja le ponés un electrodo a ese tamiz, lo convertís en un sensor. Si le ponés un tanque de acumulación hacés un colador molecular.
– Para decirlo muy groseramente, vos lo que hacés es agarrar distintos átomos y juntarlos de determinada manera para hacer un material. Y, de acuerdo a la manera en que “mezclás” esos átomos le vas dando o quitando propiedades.
– Exactamente. Lo que yo hago es cocina. Vos acabás de describirme la manera de hacer una empanada. Y esto es lo mismo.
– Lo que hacés se vincula muy directamente con la industria.
– A mí me encanta la ciencia básica pero la química es aplicaciones. Hasta el tipo que está haciendo el último orbital molecular está pensando en una aplicación y cualquier industrial que entienda algo de esto se va a dar cuenta de que esto es importante.
– ¿Para vos tiene vigencia el debate entre lo básico y lo aplicado?
– A mi modo de ver existe ciencia buena y ciencia mala. Y ciencia que está más lejos o más cerca de la aplicación. Vos pensá que esa cámara de fotos no tendría sentido sin la cuántica, porque todos los circuitos electrónicos que tiene en su interior serían imposibles de diseñar sin la cuántica. Y la cuántica hace 100 años era un delirio.
Fuente: El Cable Nro. 753