Claro como el agua

La química Graciela Garbossa, junto a un grupo de becarios de su laboratorio, obtuvo uno de estos subsidios en la convocatoria 2009 con un proyecto que tiene por objetivo desarrollar e implementar algún sistema que les permita consumir agua potable a una comunidad wichi ubicada en El Impenetrable, en Chaco.

7 de octubre de 2010

“La iniciativa surgió por el año 2005, a partir del viaje de un grupo de estudiantes al Chaco en el cual tomaron contacto con una comunidad wichi que vive en Misión Nueva Pompeya, en el monte, en medio del Impenetrable, en un clima totalmente inhóspito y en condiciones muy precarias”, rememora Graciela Garbossa, directora del Grupo de Investigación de Parasitología Clínica y Ambiental, del Departamento de Química Biológica de la Facultad.

Garbossa, junto a un grupo de estudiantes, decidió viajar a la zona y llevar a cabo un relevamiento del perfil epidemiológico de las endoparasitosis intestinales en los chicos y su estado nutricional. El resultado indicó que el 95% de los chicos tenía parásitos transmitidos por el agua. “Esos resultados eran para nosotros como pan caliente. Sentíamos que teníamos que hacer algo. Que con informarlo a las autoridades del hospital no alcanzaba”, cuenta Garbossa.

Entonces empezaron a buscar entre distintos métodos para purificar el agua y encontraron que en Centroamérica existía un proyecto llamado “El Filtrón” que es un elemento parecido a una maceta grande de cerámica, bañado internamente con una capa de plata coloidal que tiene propiedades bactericidas.

“Lo primero que necesitábamos era ver si estaban dadas las condiciones para replicar esto en el Chaco, porque la idea era utilizar materias primas locales. Para fabricar este filtro hay que mezclar la arcilla con materia orgánica, se hace una pasta, esto se moldea con una prensa, se cocina en hornos a alta temperatura y así se transforma en cerámica. Y, justamente, en el lugar, la composición del suelo es netamente arcillosa. Materia orgánica puede ser el aserrín, que se consigue en los aserraderos de la zona, y la mano de obra era la propia comunidad”, explica Garbossa.

El grupo se dio cuenta de que la resolución del problema implicaba manejar un conjunto de conocimientos que los excedía. Por eso decidieron contactarse con el Seminario Interdisciplinario para la Urgencia Social (SIUS) de la FADU, para ver si podían diseñar las matrices. Y también con docentes de la Cátedra Cerámica del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) para la fabricación de los filtros. “Todos, desde su disciplina, dijeron que se podía hacer”, recuerda.

Allí nació el proyecto Tosapik cha (agua para todos) para ser presentado al llamado 2008-2009 de Exactas con la Sociedad. La Facultad ya los había apoyado en su llamado 2007 durante la primera parte de la iniciativa. “Creo que ésta es la única posibilidad que tienen los extensionistas de recibir una beca para trabajar en este tipo de proyectos. De allí que, en la primera convocatoria, la mitad del subsidio fue para pagar becas. Y, en la segunda, decidí destinar la totalidad de los fondos para becas. Esto pude hacerlo también porque contamos con otras fuentes de financiamiento, como el UBANEX y el Voluntariado Universitario”, detalla la investigadora.

Todavía restaba resolver la cuestión de la plata coloidal. Con ese fin se contactaron con un grupo del Conicet que trabaja en Gonnet y que propuso como método bactericida mezclar la arcilla con la plata en la matriz. “Las primeras pruebas que hicimos en el laboratorio nos dieron que la arcilla mezclada con una solución de cloruro de plata, lavada exhaustivamente y simulando las condiciones de cocción en un horno para obtener la cerámica, mantiene una proporción de plata iónica, y esa plata tiene propiedades bactericidas”, relata Garbossa.

Este es un aspecto muy importante ya que el grupo encontró, en más del 70% de los aljibes que proveen de agua a las casas, la presencia de bacterias coliformes fecales, que provienen de los excrementos de los animales domésticos que viven alrededor de las viviendas. “El parásito es más grande que la bacteria entonces va a ser retenido en el filtro por un proceso mecánico. Si sólo hubiera parásitos, con el proceso de filtración por gravedad alcanzaría. Pero las bacterias van a pasar por el filtro. Por eso es necesario usar la plata coloidal para que mate a estos microorganismos”, explica Sofía de la Fourniere, una de las becarias que forma parte de la iniciativa.

El filtro tiene la forma de un gran balde de cerámica de entre diez y doce litros. La idea es que la gente traiga el agua desde la laguna o el aljibe con un balde y la vuelque en el recipiente. El proceso de filtrado debe durar entre dos y cuatro horas. El agua filtrada pasa a otro recipiente que tiene una canilla para servirla. “Así como nosotros tenemos el bidón, ellos van a tener el filtro en su casa”, se entusiasman.

En este momento el grupo ya cuenta con las matrices de aluminio para los filtros y está en la etapa del ensamblaje con una prensa manual. Si bien se lamentan porque cada paso insume mucho tiempo, se muestran esperanzadas en poder tener un prototipo listo antes de que termine el año.

El objetivo final de proyecto es montar un pequeño microemprendimiento en Misión Nueva Pompeya de manera tal que sea la propia comunidad la que fabrique los filtros. “La comunidad siente que el proyecto es de ellos y que necesitan ayuda. Y nosotros estamos para acompañarlos y ayudarlos. Estamos muy motivadas”, asegura Garbossa.

Fuente: El Cable Nro. 756

 

Gabriel Rocca