Qué enamora a los jilgueros
Es sabido que la coloración de las plumas y el canto suelen ser factores de atracción sexual entre las aves. Viviana Massoni estudia en jilgueros dorados de qué manera el cambio de color de sus plumas afecta sus características reproductivas y qué papel juega el canto en la elección de la pareja que realizan las hembras.

Los investigadores trabajan con aves en libertad, que nidifican espontáneamente en una colonia de cajas nido ubicada en el campo que rodea el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas del Instituto Tecnológico Chascomús. Foto: María Juliana Benítez Saldívar.
Ante la expectativa de una cita romántica, en general, casi todos los humanos nos acicalamos, cuidamos nuestra ropa, nuestro aspecto, mostramos nuestro costado más amable, más atractivo; desplegamos, en fin, nuestros mejores encantos para captar la atención de la posible pareja. Sabemos que no somos los únicos. Los pavos reales exhiben sus plumas, las palomas hinchan su buche, otras especies muestran su poderío. En fin, las distintas estrategias de conquista con las cuales las distintas especies buscamos ejercer la atracción sexual son variadas.
En el Laboratorio de Investigación en Ecología Reproductiva de Aves, Viviana Massoni y su tesista doctoral María Juliana Benítez Saldívar están interesadas en comprender cómo comunican las aves sus características sexuales a individuos de su misma especie. “Mostrar un plumaje de calidad superior al promedio o un canto particularmente elaborado y complejo es fundamental para conquistar una buena pareja y ganar en la competencia por un lugar para nidificar”, explica Massoni. Las biólogas investigan ambos tipos de caracteres en el jilguero dorado. “Estudiamos en particular la elección de la pareja social, es decir la elección de los padres que atienden el nido y también la elección de la pareja genética, quién es el verdadero padre de los pichones, los cuales ¡no siempre coinciden!”, agrega. “Nuestro objetivo es determinar si la elección de pareja social y genética depende –y si es así en qué medida– de la coloración del plumaje del ave y si interactúa con otra señal muy llamativa en esta especie: su canto”, añade.
Los machos del jilguero dorado cambian el color de sus plumas con la edad. “Durante su primer año de vida, a simple vista tienen el mismo dorso marroncito y la parte ventral blancuzca. Son los llamados machos blancos. Recién durante su segundo año de vida mudan al plumaje amarillo y vistoso que la gente reconoce en los machos amarillos”, relata Massoni. El color amarillo es producido por la luteína, un carotenoide que puede encontrarse en diversos granos que estas aves ingieren con la dieta. En muchas especies está asociado a una buena condición física del portador, por eso un amarillo muy intenso sería indicativo de una buena condición corporal y, tal vez, buena calidad genética.
Sin embargo, a pesar de ser “blancuchos”, los machos blancos consiguen pareja y crían pichones. “¿Cómo lo logran? ¿Acaso el plumaje amarillo vistoso es irrelevante? ¿Tal vez lo que no tienen en color amarillo lo compensan con un canto diferente? ¿Cómo es el canto de los machos blancos y el de los machos amarillos? ¿Cómo son las hembras que se aparean con los machos amarillos en comparación con las que se aparean con machos blancos? ¿Acaso los machos amarillos se aparean con hembras de mejor calidad que los machos blancos? Es decir, ¿la elección de pareja es mutua y no eligen las hembras solamente? Los machos blancos, ¿logran retener la paternidad de los pichones que alimentan?”, estas y muchas preguntas más son las que buscan responder las investigadoras.

Los machos del jilguero dorado cambian el color de sus plumas durante su segundo año de vida. Foto: María Juliana Benítez Saldívar.
Para ello trabajan con aves en libertad, que nidifican espontáneamente en una colonia de cajas nido ubicada en el campo que rodea el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas del Instituto Tecnológico Chascomús (INTECH-CONICET).
No es extraño. Hay muchas aves que necesitan una cavidad para anidar y no la saben excavar; se las llama aves nidificantes de actividades secundarias. Los jilgueros, incluso, a veces usan nidos de hornero. “Necesitan de una cavidad para nidificar y, como no son tan abundantes en los pastizales de la pampa húmeda, aceptan nuestras cajas de madera. Así podemos monitorear el progreso del nido y capturar a los adultos, ponerles anillos de colores para su identificación a distancia, y tomar muestras de sangre de las familias, vecinos, etcétera. A padres e hijos les tomamos una pequeña muestra de sangre y a los adultos muestras de plumas de diversas regiones corporales. También grabamos sus cantos”, explica Massoni, que investiga en este sistema de cajas nido desde el año 2002, aunque con otras aves.
Para analizar objetivamente el color de las plumas en el laboratorio, las investigadoras iluminan las plumas con una luz blanca estandarizada y miden el color que reflejan esas plumas. Luego, con un software adecuado, evalúan qué individuos tienen más pigmento o más brillo. Los cantos también se transforman en sonogramas que les permiten caracterizar a los individuos y a la población. Finalmente, en el laboratorio de biología molecular, están comenzando a amplificar el ADN de padres e hijos para determinar quiénes son los padres de los pichones de cada nido, qué porcentaje de pichones del nido son del macho que los alimenta y cómo es el sistema genético de la población.
“Nuestro trabajo consiste en explorar las fuerzas evolutivas que moldean sus características morfológicas y comportamentales; cuáles son las consecuencias reproductivas de la variedad en la coloración de los machos según su edad; cómo se relaciona esto con el canto; cómo se relacionan coloración y canto con la elección de la pareja que realizan las hembras, y la competencia entre machos. A largo plazo este trabajo también brindará herramientas para definir acciones de preservación de la especie, si fuera necesario”, finaliza Massoni.