Estudiando los bichitos

Los investigadores del Grupo de Entomología estudian e identifican larvas e insectos, principalmente acuáticos. Como estos insectos tienen un papel importante en las cadenas tróficas pueden resultar útiles para evaluar parámetros de biodiversidad. Además, algunos de ellos funcionan también como indicadores de condiciones ambientales y de calidad de agua.

26 de mayo de 2016

 

Fotos: Patricia Torres

Para la mayor parte de la gente, los insectos son molestos. Para ellos no. Para los investigadores del Grupo de Entomología los insectos no sólo son un interesante objeto de estudio, sino también de mucha utilidad, ya que pueden servir como indicadores de condiciones ambientales y de calidad del agua. En este grupo, dirigido por  Mariano Michat, los investigadores se dedican a estudiar los insectos desde distintos  enfoques -taxonómicos, filogenéticos, distribucionales y bionómicos- lo que contribuye a la conservación y preservación de las especies y de su medio ambiente.

“Realizamos relevamientos de biodiversidad de insectos acuáticos, especialmente en escarabajos y chinches de agua en zonas de elevada biodiversidad, que se caracterizan por tener niveles excepcionales de endemismos y con un hábitat en proceso de destrucción, como por ejemplo la selva misionera, la selva de las Yungas, la selva Paranaense y el Chaco Húmedo, entre otras”, explica Patricia Torres, integrante del grupo. Los investigadores del equipo describen especies o géneros nuevos y vuelven a describir taxones poco conocidos. “Estudiamos los ciclos de vida de estos insectos, describimos también las larvas, ampliamos los registros distribucionales de géneros y especies, aportando datos bionómicos que contribuyan para comprender el papel que cumplen los coleópteros y heterópteros en la dinámica de los ecosistemas acuáticos”, agrega Torres.

Los insectos con los que trabajan los especialistas son recolectados en viajes de campaña a distintas provincias, dentro de áreas naturales protegidas, como por ejemplo los Parques Nacionales. “La abundancia de los insectos es tal, que nuestra recolección no afecta sus poblaciones y, por lo tanto, no tiene efectos negativos respecto de la conservación de las especies”, aclaran los investigadores. Para la recolección se utilizan dos métodos. El primero consiste en pasar redes grandes por el agua, en especial sobre la vegetación acuática, para luego volcar el contenido en una bandeja blanca y así inspeccionar y colectar manualmente los insectos con pinzas o pipetas. El segundo método empleado es el muestreo por medio de trampas de luz nocturna; son lámparas de vapor de mercurio que cuelgan sobre una tela blanca. “Ciertos insectos voladores se ven atraídos por la luz, lo que posibilita que los colectemos en grandes cantidades, especialmente en noches muy húmedas y calurosas”, dice Torres. Ambas técnicas son complementarias porque hay especies que sólo se obtienen con un método, y otras, sólo con el otro. “Una parte de los insectos recolectados es colocada en frascos con alcohol etílico para fijarlos, conservarlos y luego transportarlos al laboratorio para su estudio. Habitualmente reservamos también una parte de los insectos adultos para transportarlos vivos al laboratorio y criarlos en acuarios para obtener las larvas”, explica la investigadora.

En el campo, los especialistas también realizan observaciones biológicas que les permiten determinar las modalidades y las características del ambiente en donde viven los insectos. Además, toman datos para georreferenciar los lugares de muestreo.

Más tarde, en el laboratorio estudiarán los insectos. Las larvas se mantienen en alcohol y, como son muy pequeñas (algunas tienen una longitud menor a 1 mm), se las suele estudiar con microscopio óptico. Para observar estructuras con mayor detalle, parte del material es separado y observado con un microscopio electrónico de barrido. “Los insectos se describen siguiendo las técnicas comparativas habituales en taxonomía y además se seleccionan caracteres de importancia filogénetica que son utilizados para evaluar la clasificación sistemática de los grupos utilizando métodos cladísticos”, sostiene Torres. El método cladístico es el que se utiliza para determinar la secuencia en las ramificaciones de un árbol filogenético.

“Los grupos estudiados cumplen un rol importante en las cadenas tróficas y pueden ser muy útiles para evaluar parámetros de biodiversidad. Además, algunos de ellos son indicadores de condiciones ambientales y de calidad de agua. Por lo tanto, nuestro trabajo, no sólo permite ampliar el conocimiento de la biodiversidad de insectos de la Argentina, sino también brindar información sobre la entomofauna de un lugar en un momento determinado de manera tal que en un futuro sería posible evaluar el impacto de un disturbio (deforestación, contaminación, incendios, etcétera) y así promover tareas de conservación”, afirma Torres. De esta manera, los especialistas también transfieren sus conocimientos a la resolución de problemas sanitarios o económicos. No sólo amplían el conocimiento de la biodiversidad de insectos de la Argentina, sino que registran esa diversidad – “como si se tomara una fotografía”- en lugares que aún no han sido afectados por actividades antrópicas para que, en el mediano y largo plazo, pueda evaluarse el impacto de dichas actividades y promover tareas de conservación.

Mariano Michat y su grupo de investigación. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas Comunicación.

(De izq. a der.) Patricia Torres, Mariano Michat , Silvia Mazzucconi, María Laura Libonatti, Georgina Rodríguez.

Grupo de Entomología

(Departamento de Biodiversidad y Biología experimental)

Laboratorio 32, 4to. piso, Pabellón II – www.entomo.com.ar

Director: Dr. Mariano C. Michat

Integrantes: Dra. Silvia A. Mazzucconi; Dra. Patricia L. M. Torres; Dra. María Laura Libonatti.

Tesistas de doctorado: Lic. Violeta Silvestro; Lic. Georgina Rodríguez

Patricia Olivella