Andrés Barcala – Bioloop


Hacer un aporte a la sociedad a través del conocimiento

El regreso de las charlas al Pabellón II se da con la vuelta de Andrés Barcala a Exactas, quien entra al salón Roberto Artl con una idea clara: “que no es enseñarles nada ni revelarles ninguna verdad, sino compartir experiencias y los aprendizajes que yo he ido teniendo, por si quizás eso pueda enriquecerlos a ustedes”. Lo que Andrés pretende es, nos comunica, “que puedan tomar lo que les sirve y dejar lo que no les sea útil… Que puedan ampliar sus horizontes”.

Empieza la charla pidiendo al público que se presente señalando algún rasgo distintivo (“un gusto, un hobbie, una habilidad, una característica”, aclara). La experiencia muestra que hay, entre otros asistentes, dos biológas, dos doctorandos, algunos estudiantes, una persona que vino de cursar, una a quien le encanta la cerámica, una que come fideos y una que durante la conversación va a convidar mate.

“Para arrancar, les voy a contar una historia”, dice; y cuenta que cuando era chico la madre una vez le preguntó: “Andrés, ¿de qué querés trabajar cuando seas grande?”. Él la miró con bastante inocencia y le respondió: “mamá, yo no voy a trabajar. Yo voy a estudiar toda la vida”. La mamá lo miró asombrado: “claro,  yo era un soñador, y como buen soñador estaba convencido de que mediante el conocimiento iba a poder cambiar el mundo”. Fue así que decidió empezar la Licenciatura en Biotecnología y Biología Molecular.

Cuenta que se fue a estudiar a La Plata, donde, habiendo llegado desde un pueblo, descubrió un mundo nuevo y fascinante (“fueron años movidos por la pasión y el entusiasmo”, rememora), pero que poco a poco esa magia se empezó a desvanecer “aunque nunca del todo”. Hizo su tesis en un virus de interés agronómico, que afectaba plantas de lechuga en el cordón agrícola de La Plata pero no sentía que el tema podía sacar “su máximo potencial”, por lo que empezó a buscar otras opciones para hacer el doctorado, dado que “en ese momento era obvio que iba a hacer el doctorado. No había dudas, ni para mí ni para el resto de mis compañeros”. Buscando esos nuevos rumbos llegó a la FCEyN. 

“Claro, yo era un soñador, y como buen soñador estaba convencido de que mediante el conocimiento iba a poder cambiar el mundo”

En 2009 empezó a trabajar en el laboratorio de fisiología y biología molecular (IFIBYNE). Afirma que el encuentro con una ciudad nueva, “con gente nueva, muy inteligente y desafiante, revivió su pasión por intentar hacer un aporte a la sociedad a través del conocimiento». En 2012 empieza también a dar clases en la Universidad Favaloro y se muda de laboratorio, hacia el Instituto Max Planck: “parecía que nada podía ir mejor, pero en paralelo fui conociendo un ‘lado B’… Fui descubriendo cierto contraste entre la realidad y mis sueños”. Su interés era detectar problemas y pensar formas de resolverlos, pero en vez de eso encontró cierta burocratización, donde en lugar de pensar estrategias el objetivo siempre era cumplir con la cuota de exigida de publicación de papers: “pasaba eso de ‘ya que tengo este anticuerpo, consigo tales células y probémoslas…” o “conocemos la proteína X y su interacción con células A y B… Veamos qué pasa con las de tipo C… Pero luego el caso C no dio como queríamos. ‘¿Qué hacemos? Bueno, publiquemos A y B y no digamos nada de C…”. Esa lógica, confiesa, lo empezó a perturbar cada vez más: “veía como un derroche,  un sinsentido; ahorrábamos en comprar algún anticuerpo para responder una pregunta valiosa pero usábamos insumos para hacer experimentos que no tenían relevancia para la hipótesis más interesante. Sin embargo los experimentos daban, los papers se escribían y todo fluía…”.

“¿Dónde lo hago?”

Andrés cuenta que ahí comenzó su segundo viaje, que él llama “la muerte del científico”. Dice que fue como saltar en un paracaídas que no sabía si abriría: «esa mochila me empezó a pesar cada vez más: empecé a ver derroches por todos lados: de insumos carísimos, de tiempo, de trabajo… Al mismo tiempo que se hacían colaboraciones internacionales para conseguir fondos, mientras en la puerta de mi casa había gente que no tenía para comer”. Entonces creyó que a todo el esquema le faltaba una pregunta, que nadie se hacía: ‘¿qué le damos nosotros a la sociedad que financia todo eso con deuda e impuestos?’: “cuando contás que hacés un doctorado tus conocidos te miran como si fueras de otro planeta, y las cosas que hacemos las auditamos entre pares… Entonces hay algo de ‘entre fantasmas no nos pisamos las sábanas’ y no nunca aparece quien que te diga: ‘pará, que no es tan groso eso que hacés”.

Todo eso hizo que antes de terminar el doctorado ya hubiera tomado la decisión de no continuar con su carrera científica: “y comenzó este viaje de la transformación, más de autoconocimiento y de búsqueda”, donde hizo «muchas cosas» y trabajó «en diferentes lugares». Afirma que sacó aprendizajes de todo, aunque quizás el mayor la enseñanza es, dice, haber entendido que la carrera no lo define como persona.

Tal vez por su búsqueda lo llevó por caminos insospechados: «de todas las cosas que hice, pocas tienen que ver con mi formación científica. Y entre éstas, las más enriquecedoras han sido dos, que son Bioloop y AFFIBOND”. A Bioloop llega en 2015, a partir de su escala en la Universidad de San Martín, “pero ya no haciendo investigación. Sino que me incorporé por un programa de becas que financiaba universidades para que incorporen gente que hiciera transferencia tecnológica”, relata.

Allí había alguien que dirigía la Oficina de Transferencia Tecnológica y Biemprendedores (del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas -IIB- de la UNSAM), y que al mismo tiempo daba la materia proyectos biotecnológicos, “donde se ven las herramientas para crear una empresa. Es para alumnos avanzados de la carrera de biotecnología, pero ya no se ven contenidos científicos, sino que se ven solamente habilidades para, a partir del background científico, cualquier persona que tenga ganas de generar una empresa, pueda dar el paso”. La materia tenía como requisito de aprobación presentar un plan de negocios: “era un trabajo final, que bien podía ser ficticio. Pero hubo varios que dijeron: ‘yo quiero hacer esto de verdad’. ¿Dónde lo hago?”. Pero en ese momento todavía no había nada, por lo que desde el instituto se tomó la decisión de crear una incubadora de empresas, para ofrecerles un espacio y que puedan usar las instalaciones del lugar, hacer su prueba de concepto y servir de respaldo para salir a buscar inversiones: “que solamente con la idea es muy difícil de conseguir, convencer a alguien de que la idea que vos tenés va a funcionar… Mientras que con una prueba en laboratorio a pequeña escala, si bien todavía hay un montón de riesgos… Se hace un poco más fácil obtener financiación. Es en ese momento que me inserto yo”.

Bioloop

Con su llegada, junto a otras tres personas, “pasamos de ser la oficina de Bioemprendedores… etc. a Bioloop”. Andrés pasa un video institucional de la empresa, donde se expresa la visión de la misma, que es “la ciencia como el motor del desarrollo económico del país”. Como la mayoría de quienes integran la oficina ha pasado por la formación científico-académica, entienden cuáles son las problemáticas del sector (“porque han estado ahí”, señala el video). En cuanto a su misión, es que se creen empresas de base tecnológica, que permitan vincular innovaciones científicas con la industria y el sector productivo.

Además del formato de incubación de proyectos, destinados a Bioemprendedores, también trabajan con proyectos de investigación. Su tarea tiene tiene una especie de doble entrada: hacer un trabajo de capacitación a emprendedores e investigadores a través de launchpads y buscar iniciativas con potencial de vinculación tecnológica para intentar conectarlas con empresas que quieran apostar por ellas. El fin es que el conocimiento allí contenido esté disponible y sea útil a la sociedad: “llevamos los proyectos de los investigadores a ferias internacionales de Biotecnología. Allí buscamos empresas o clientes que puedan estar interesadas en sacar una licencia o colaborar económicamente con la investigación”.

Por último, Bioloop también ofrece servicios de tecnología, tanto a empresas como a otros institutos de investigación (el INTI se cuenta entre sus clientes): “tomamos una tecnología que consideramos que tiene potencial de aplicación, y antes de ofrecerla como producto, la testeamos como servicio y vemos qué demanda hay”. Así evalúan el interés y la utilidad que la tecnología puede tener en la sociedad, que varían mucho de sector en sector: “porque las empresas tienen sus necesidades y quienes investigan en instituciones públicas tienen otras”.

Alguien levanta la mano: “¿Cómo te llevás hoy, vos, desde tu nuevo lugar, con quienes siguen dentro del aparato científico, con quienes ustedes se relacionan pero de los cuales de algún modo se separaron?”. Andrés responde que le parece el tema más interesante, pero a la vez difícil de resolver: “porque uno se relaciona con personas, no con ‘el sistema’. Por lo que la respuesta no es única ni general, sino que día a día se toman decisiones sobre lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, según el caso”.

Uno de los beneficios que le ve a su «nuevo lugar» es que ahora puede elegir con quien trabajar: “en el instituto no existe una bajada de línea de que todos tienen que hacer transferencia, ni que quienes eligen hacerla tengan que trabajar con nosotros”. La ventaja es que así uno trabaja mayormente con gente que tiene ganas (“apasionada por lo que hace”, dirá en otro momento). En cuento a las desventajas, dice que siempre hay riesgos altos de que una apuesta de este tipo salga mal, pero que deberían asumirse si lo que se está haciendo no nos satisface: “si un resultado no nos gusta”, sentencia Andrés, “no es casualidad, sino causalidad; de un montón de cosas y decisiones que tomamos a diario. Quizás estamos tan distanciados en el tiempo con la causa que no alcanzamos a verla, pero hay algo que uno piensa y hace que nos lleva ahí”. Si se quiere un resultado diferente, afirma, hay que probar algo diferente: “no sé qué. Cada uno encontrará la propia; pero si no se quiere estar en un lugar hay que probar otra cosa”.

Ése es, para Andrés, el viaje de la transformación y de la búsqueda.

Bioloop: algo más que números

Bioloop es incubadora registrada del Ministerio de Producción (“es decir que a través nuestro los emprendedores pueden solicitar los ‘préstamos de honor’; que significa que si te va bien lo devolvés y si te va mal no”). Desde su creación, hace 4 años, ha asistido e incubado más de 30 proyectos; y tienen entre 40 y 50 pedidos de inscripción. Pero más allá de los datos cuantitativos, Andrés dice que desde hace tiempo son la referencia para aquellos estudiantes que no sabían qué hacer, que “quizás no querían emprender, pero que sí sabían qué no querían hacer”. Su tarea allí es, se explaya, vincular los objetivos e intereses de una persona con formación científica, pero que no tenga ganas de permanecer en el sistema académico (“que quiera emprender”) con algún investigador que tenga la experiencia suficiente para darle solidez al proyecto: “en esa combinación va a haber una persona con vuelo científico y una que se va a poder poner al hombro el proyecto y la empresa. Y las dos patas son importantes”.

“En esa combinación va a haber una persona con vuelo científico y una que se va a poder poner al hombro el proyecto y la empresa. Y las dos patas son importantes”.

Cómo comunicar, cómo negociar, cómo liderar un equipo son, dice Andrés, las herramientas que permiten vincular el mundo de la ciencia con el productivo; herramientas («soft-skills») que ellos buscan proporcionar: “lo que buscamos es que emprendedores con extracción científica se vinculen a ingenieros y administradores, porque creemos que así se pueden dar nuevas respuestas a problemas irresueltos”.

Llega del público otra inquietud: “¿Hay hoy una matriz industrial nacional capaz de absorber esos bioemprendedores y de ponerlos a producir cosas?”. Andrés da una respuesta precisa: “está en crecimiento. Hace 5 años atrás era muy pobre. Hoy es un poco más fuerte. Se está apoyando mucho este tipo de iniciativas, se construyen fondos de inversión para hacer crecer proyectos innovadores… Está floreciendo”. Para Andrés, hoy lo que más faltan son eso: proyectos innovadores, y no tanto dinero ni gente dispuesta a invertirlo o con los conocimientos sobre cómo llevarlos adelante.

Hacia el final del encuentro, vuelve sobre la idea de que los riesgos de fracasar son altísimos, pero que es necesario asumirlos; y hace un racconto de algunos de las iniciativas hoy exitosas que fueron incubados o asistidos por Bioloop. Escuchando y conociendo sobre esos casos, queda en el aire la sensación de que el objetivo con el que Andrés llegó a la charla, aquel de “compartir experiencias que permitan abrir nuevos horizontes”, ha sido cumplido con creces; y el encuentro termina y lo abordan con más y más preguntas, pidiendo detalles sobre este o aquel proyecto, contacto u opinión personal sobre un tema.

Al menos en esa aula, la meta de ayudar a cambiar el mundo a través del conocimiento se cumplió.


Más información útil vinculada a esta charla

Liliana Haim: Especialista en transferencia y vinculación tecnológica, y en emprendedorismo para la generación de start-ups biotecnológicas. Directora de Bioloop.

Fondo semilla: Programa del Ministerio de Producción y Trabajo destinado al financiamiento de iniciativas emprendedoras, gestionado a través de Bioloop.

Fundación CENIT: Fundación del Centro de Investigaciones para la Transformación (CENIT), instituto creado en 1990, e integrado por un colectivo de investigadores interdiciplinarios, con el objetivo de «contribuir a la generación de conocimientos y al debate sobre posibilidades y alternativas de transformación económica y social de Argentina y América Latina».

Secretaría de Ciencia, Tecnología e Inversión ProductivaAbsorbió las funciones del eliminado Ministerio de Ciencia y Tecnología. Entre sus funciones, declara las siguientes: «financiamos la investigación, proveemos infraestructura, promovemos el vínculo armónico entre los sistemas académico y productivo y divulgamos los conocimientos producidos por el quehacer científico-tecnológico y sus aplicaciones en la sociedad».

Argentina 2020: Programa que expone los que considera ejes principales de políticas públicas en Ciencia, Tecnología e Investigación «para dar una respuesta a los desafíos de la sociedad moderna».